El checo Jiri Menzel fue un personaje fundamental de la cultura centroeuropea. A principio de septiembre, murió a los 82 años dejando tras de sí un riquísimo legado como actor y director. Ganó el Oscar por su película más conocida, Trenes rigurosamente vigilados (1966), adaptación de una novela de Bohumil Hrabal. Junto a Milos Forman o Ivan Passer, Menzel formó parte de una generación de cineastas checoslovacos (entonces ambos países estaban unidos) que pusieron luz en la oscuridad totalitaria del comunismo.
Víctima de una historia endiablada, el cine de Menzel es notario del convulso siglo XX en Mittle Europa, que arranca con la barbarie nazi para darse de bruces con un sistema represivo y controlador dominado por los soviéticos en el que los artistas como el propio Menzel tuvieron que luchar con uñas y dientes para sacar adelante sus proyectos.
Ahora se estrena Sin olvido, dirigida por el eslovaco Martin Sulik. Cuenta el encuentro entre dos ancianos marcados por la tragedia de la II Guerra Mundial y el Holocausto. Por una parte, Ali Ungar (Menzel), un señor apocado y tímido que se cansa en seguida y detesta decir una palabra más alta que otra. Por la otra, Georg Graubner (Peter Simonischek), un tipo picarón y un tanto sátiro que pasa las noches bebiendo cocktails y persiguiendo mujeres. El primero, judío, va a buscar al padre del segundo, ex oficial sanguinario de las SS, a su residencia de Bratislava para vengar la muerte de sus padres. Aunque el hijo ha decidido no sentirse culpable por los crímenes de un padre enfermo que apenas puede comunicarse, acompaña a la víctima a buscar el lugar donde fueron ejecutados y enterrados sus padres.
Planteada como una road movie por Eslovaquia, por una parte Sulik quiere realizar un estudio de personajes al confrontar al precavido judío con el bravucón descendiente de nazis. A un nivel más profundo, la película se pregunta si los hijos son culpables por los delitos de sus padres e incluso plantea una cuestión más compleja, si es mayor el sufrimiento por haberse quedado huérfano de una manera atroz o por la ignominia que causa tener un padre que ha sido un sanguinario. A través de la campiña eslovaca, ambos hombres emprenden un viaje por un pasado aún vivo en la memoria de los ancianos, un horror que devastó por completo la región dejando un manto de vergüenza en los eslovacos que colaboraron con los nazis.
La dirección de Sulik es un tanto plana y se hubiera agradecido más imaginación pero el carisma de ambos actores, Menzel está grandioso, compensa el tono algo “telefilmero” de la película. La cámara del director escruta los paisajes en busca de los ecos de la tragedia en el presente, encontrando en la quietud hermosa de la naturaleza algunas imágenes poéticas que nos hablan de la indiferencia del mundo pero también de las huellas imborrables de los crímenes sucedidos. Al final, Sin olvido acaba siendo el emocionante testamento de Menzel, un artista grandioso que hasta el último suspiro luchó para que las nuevas generaciones no olviden los horrores del pasado.