Cinco años después de proclamarse vencedor de los Goya con Truman (2015) y una serie para Movistar, la dadaísta Félix (2019), Cesc Gay (Barcelona, 1967) regresa a los cines con Sentimental, adaptación de su propia obra teatral Los vecinos de arriba. Cineasta experto en bucear en las complejidades de las relaciones afectivas, estrena una divertida película en la que vemos la sorpresa, y el sonrojo, de un matrimonio (formado por Javier Cámara y Griselda Siciliani) cuando invitan a cenar a unos vecinos que les resultan molestos por su prolífica, y ruidosa, actividad sexual. Alberto San Juan y Belén Cuesta, él bombero y ella psicóloga, son el “espejo” en el que se mira una pareja que una hija y muchos años después sigue conviviendo aunque llevan “casi un año” sin practicar sexo ni reavivar la llama de su relación. Entre el estupor y la excitación ante las peculiares prácticas sexuales de los vecinos, aficionados a las orgías y el intercambio de parejas, los “aburridos” Cámara y Siciliani no tendrán más remedio que poner a prueba su amor porque como dice Gay “las relaciones también necesitan ir al mecánico de vez en cuando”.

Pregunta. ¿Cómo surge esta adaptación de su propia obra de teatro?

Respuesta. Escribí Los vecinos de arriba en un momento en el que estaba terminando el guion de Truman. Pocas veces me ha ocurrido alternar dos escrituras pero los gemidos de mi vecina hicieron saltar la chispa. Comencé a fabular sin saber lo que estaba escribiendo con la idea de que fuera una película. Luego vi que podía ser una obra teatral y llevaba tiempo que me apetecía dirigir teatro. Cuando estrenamos fue un éxito en Cataluña, después en Madrid y por toda España y también hubo varias adaptaciones en el extranjero. La aventura teatral fue alargándose y me entraron ganas de hacer la película. Terminamos de rodar una semana antes del estado de alarma.

P. ¿Nace por tanto esta historia de una experiencia real como esa vecina suya que gemía?

R. Ese fue el punto de partida aunque no nos invitaron a una orgía. Quizá escribí esta historia porque en el cine lo que hacemos es proyectar lo que deseamos que suceda. Ya me gustaría ser como el personaje de Alberto San Juan, ¡todo el día follando! (se ríe). Lo que sí pasó fue que cuando la vecina comenzó con su actividad te genera como un espejo. Todos miramos al de al lado para proyectar lo que no tenemos, ahí surge ese conflicto en la pareja de Cámara y Siciliani.

P. ¿La rutina mata la pasión?

R. Muchas veces acaba pasando que te levantas por la mañana y te dejas llevar por esa inercia que hace que sigas para adelante. No te paras y te planteas dónde quieres estar. Eso se puede aplicar a muchos ámbitos, a nivel de pareja, de trabajo o te preguntas por qué sigues pagando una barbaridad por un apartamento de mierda. Si te pones a revisar tu vida no acabarías nunca. Me gusta ese final agridulce en el que el personaje de Javier Cámara dice eso de que no hay que rendirse porque a veces nos rendimos y ya está.

P. ¿El amor de la pareja hay que lucharlo todos los días?

R. Hay algo que pasa en todas las relaciones, de pronto, se enquista algo. Comienzan a surgir los reproches y las cosas se quedan allí como enquistadas. En el fondo, si supieras desinfectar, si pudieras limpiarlo, el vínculo sigue siendo bueno. Sigues queriendo estar con esa persona, nos olvidamos que de vez en cuando hay que perdonarse, disculparse… una serie de cosas de las que parece que te olvidas. A veces prefieres vivir en la ignorancia porque resulta más cómoda y piensas que así no vas a pelearte.

Javier Cámara, Belén Cuesta, Griselda Siciliani y Alberto San Juan en un momento de la película

P. La actitud quejumbrosa y sarcástica de Javier Cámara es muy frecuente. Por lo menos antes de la pandemia, ¿tendemos a vivir en la queja perpetua?

R. Funcionamos así en nuestra cultura occidental, tenemos un nivel de exigencia muy alto, todo tiene que estar siempre arriba y al final vamos quejándonos por la vida. Por eso el contraste entre las dos parejas es tan grande. Alberto San Juan y Belén Cuesta son una pareja con mucha luz, con mucha tranquilidad. Yo les pedí que hablaran de sus costumbres sexuales con total naturalidad, sin hacer bandera de eso. Ellos lo exponen con mucha calma y sin embargo genera una tensión muy grande. El público se identifica con Cámara y Siciliani aunque a todos nos gustaría también ser un poco como los otros pero….

P. ¿Vivimos en la era del poliamor como dicen algunos?

R. Los intercambios de pareja es algo de lo que al menos se habla. Son cosas que han ido entrando en el mundo de la pareja y ya no se esconde, al contrario. Lo que quiero es confrontar esas maneras de ser tan distintas de las dos parejas.

P. Las relaciones sentimentales son el meollo de su filmografía. ¿Por qué regresa a ello una y otra vez?

R. Es un tema maravillosamente complicado que nos deja mucho material a los artistas. La pareja no se acaba nunca porque siempre está cambiando. Ahora estamos en otros tiempos, las redes sociales y las aplicaciones para ligar han hecho que todo entre en una revolución porque ¿quién no liga por Tinder? A la vez seguimos obstinados y cayendo en esa necesidad de afecto que también comporta celos, inseguridad… lo mejor es asumir que así se juega a este juego con sus cosas buenas y malas.

P. ¿Por qué resiste la pareja como núcleo a pesar de todos esos cambios que se han ido produciendo durante los siglos?

R. Sobre todo cuando aparecen los niños, todo se complica, todo cuesta más. El personaje de Siciliani también siente que debe defender lo que ha creado. Belén Cuesta le dice que el suyo es un piso que se nota que se le quiere. Ella está orgullosa de lo que ha construido, el apartamento es un símbolo de la familia, ha pintado esas paredes y está pagando una hipoteca, todo ello conlleva un gran esfuerzo. Cuando estás construyendo algo no es fácil destruirlo porque es un coste muy grande.

P. ¿Conocemos peor de lo que creemos a nuestros allegados?

R. Funcionamos en mundos muy superficiales, vivimos muy al momento. Hay dos caras muy grandes en cada persona, está la ropa que llevamos puesto en el trabajo y la que guardamos en el armario. Las dos caras son fantásticas. Muchas veces ni uno mismo se conoce del todo bien y de repente surge una faceta que ni sabías que tenías.

SENTIMENTAL. Tráiler oficial. Solo en cines

P. ¿Cree que el cine sobre sentimientos como el suyo tiene menos prestigio que un cine más intelectual?

R. A la hora de hacer películas, solo he sabido hacerlas sobre los sentimientos y emociones, sobre el conflicto que tenemos para relacionarnos con nosotros mismos. El problema de los sentimientos y las emociones es que se degradan constantemente en la esfera pública y mal utilizados son muy peligrosos. El cine embellece los sentimientos y la política los degrada. Eso se ve muy claro en figuras como Trump en Estados Unidos o el procés de Cataluña. Todo se vende desde las emociones. Esa parte emocional es muy peligrosa y en política vemos cómo nos iría mejor si fuera más fría, más de gestión. Yo tampoco le puedo pedir a un cirujano que trabaje desde las emociones.

P. En esta Sentimental los sentimientos están a flor de piel. ¿Ha querido soltarse un poco el pelo?

R. Cuando estaba buscando financiación para En la ciudad (2003) recibíamos respuestas de productoras con informes de analistas de guion que decían que en la película no pasaba nada. Es cierto que mis primeras películas son mucho más contenidas, los personajes esconden sus emociones aunque también siempre hay muchos diálogos. [Gay se refiere a filmes como Ficción de 2006 y Una pistola en cada mano de 2008]. Son historias sobre la contención en las que los personajes no expresan lo que sienten. En Sentimental he hecho el ejercicio contrario. Es un camino que comencé a recorrer en Truman, que es contenida pero ya es muy emotiva. Ese momento en el que Ricardo Darín expresa y pone sobre la mesa su situación de una manera muy valiente (padece un cáncer terminal) genera el efecto contrario. Es alguien que se expresa con claridad sobre un tema tabú como es el cáncer. Aquí ese tabú que explota es el sexo.

P. Salvo por la breve escena del principio en exteriores, respeta el escenario único de la obra teatral (un piso del Eixample barcelonés). ¿De qué manera evita que parezca teatro filmado?

R. Desde el momento en el que estás filmando a los actores y no los ves en un escenario de una sala ya estás haciendo otra cosa. Mis películas siempre han estado muy basadas en el texto y en los personajes, me molesta la expresión de “películas teatrales”. Veo cosas en el teatro muy líricas, muy de imagen, muy poéticas. Esas etiquetas no tienen sentido. Mis películas son muy simples, hay unos personajes que se verbalizan y se desarrollan en bares en apartamentos… he sido siempre bastante fiel a mí mismo.

P. ¿Los personajes son la estructura principal de sus películas?

R. Creo que me concentro mucho. Lo principal es que tengo que entender qué película estoy haciendo. En Sentimental yo sabía que quería hacer una comedia, pues a la comedia. Como guionista tienes que entender eso bien. Después, como director, tienes que tomar tantas decisiones que si vas a Moscú y por el camino decides ir a Escocia tienes un problema. Quizá eso es lo más difícil de dirigir, mantener ese rumbo porque la gran cantidad de decisiones que tienes que tomar van hacia el mismo lugar. Yo trabajo desde los personajes y hay varias fases. Primero los imagino y después viene una fase que es increíble porque ahí comienzo a escribir los diálogos y comienzas a conocerlos mejor. Sueles llevarte sorpresas porque al principio tenían una forma amorfa pero cuando les das una voz de pronto se hacen vivos. Personajes que pensabas que no tenían mucho interés de repente se hacen grandes y en cambio otros que pensabas que serían muy importantes se vuelven pequeños. Cuando aparece el actor hay otro salto mortal porque ya es alguien de carne y hueso. El llevar a cabo de manera exitosa todas estas fases en la construcción del personaje es lo que configura este trabajo. Cuando está bien hecho como espectador lo recibes.

P. ¿Cuál de esas fases es la que más disfruta?

R. Me lo paso bien trabajando con los actores. Es importante que el actor perciba que sabes lo que estás haciendo y hacia dónde vas. Soy un director que exige y que busca, los mareo bastante. Me gusta construir con ellos y explorar el personaje sin miedo a equivocarse. Tiene que establecerse una confianza durante el ensayo, aún lejos del rodaje. Cuando llega el momento de rodar hay mucha presión y en el día a día hay tensión. Al rodaje más vale ir bien follado.

P. ¿Veremos algún día una película de Cesc Gay con mafiosos rusos en la Costa del Sol?

R. ¡Me encantaría! Lo que me gusta mucho es la ciencia ficción. Sería muy feliz rodando una nave espacial que marcha a Plutón. Es un género que disfruto mucho como espectador.

@juansarda