John Lasseter contó en una ocasión que si te das una vuelta por Pixar o por Disney todas las mesas están llenas de juguetes. Aquella imagen encajaba con la que cualquier espectador de sus películas pudiera fantasear. “Todos los animadores, en el fondo, son fanáticos de los juguetes. Son como niños grandes. Tienes que serlo para estar en este medio”, compartió el productor en el making of de la película con la que debutó como director hace 25 años.

Estrenada en la gran pantalla un 22 de noviembre en 1995, Toy Story revolucionó la historia del cine convirtiéndose en la primera película animada completamente con efectos digitales. El primer largometraje de Pixar era también, entre otras muchas cosas, un homenaje a todos esos juguetes de nuestra infancia que, durante años, habían llenado nuestras horas con historias propias y ajenas. Un relato que tenía el acierto de apelar al entusiasmo de los niños y a la nostalgia de los adultos. El filme rápidamente se convirtió en toda una película de éxito allanando el camino a otros títulos posteriores como Monstruos S.A., Buscando a Nemo o Up, además de las tres secuelas de la saga, la última de 2019.

“Fuimos pioneros y fue muy interesante —recordaba el director—. Cuando llegabas al trabajo, siempre había algo nuevo en el monitor. Cuando empezamos, sabíamos que hacíamos la primera película animada por ordenador. Cuando la animamos fue todavía más emocionante. Pero nada nos preparó para el paso que dio cuando finalizamos la renderización. Me quedé con la boca abierta. No me lo podía creer. Dirigí la película, sabía lo que venía después, pero no me podía creer lo increíble que era”.

La cinta se convirtió en el título más taquillero de Estados Unidos y Canadá en su primer fin de semana y recaudó más de 360 millones de dólares a nivel mundial, además de obtener tres nominaciones en los Óscar. Detrás de aquel proyecto, que había durado años, estaban los guionistas Joss Whedon, Andrew Stanton, Joel Cohen y Alec Sokolow y un equipo de animación de 110 empleados. Nada que ver con las 800 personas que en aquella misma época habían trabajado, por ejemplo, en la realización de El rey león. Pero no importó. El éxito de Toy Story fue tal que un juguete como la pizarra Telesketch, cuya empresa se encontraba en banca rota, aumentó tanto sus ventas después de aparecer en la película que la marca se salvó de la ruina. La historia de Woody, Buzz y sus amigos traspasaba así las fronteras de la ficción.

La historia por encima de la técnica

Con Tom Hanks y Tim Allen —en España Carlos Segundo y José Luis Orozco— en las voces de sus dos protagonistas principales, uno de los secretos del triunfo de la película de Pixar fue que la técnica siempre estuvo supeditada al relato. Inspirada en el oscarizado corto de Tin Toy, creado por el estudio en 1988, Toy Story contaba la historia de los juguetes de Andy, liderados por un “viejo” vaquero, Woody Pride, que se veía amenazado ante la llegada de Buzz Lightyear, el héroe espacial con avances tecnológicos, con el que tendría que aliarse para regresar a salvo a casa después de perderse en medio de la ciudad.

Tom Hanks fue el encargado de darle voz a Woody en 'Toy Story'

Aunque un canto a la amistad, aquella primera película planteaba otros dilemas como la brecha entre lo antiguo y lo nuevo, modernidad y tradición, en un momento en el que el dilema entre ambos mundos agitaba las bases de los estudios de animación. ¿Significaba aquello el fin de los dibujos tradicionales? Para su director, una de las cosas que convertía en única a Toy Story era, de hecho, la colaboración que mantuvieron los animadores formados tradicionalmente y los que trabajaban con ordenador. “Todo el mundo se dará cuenta y comentará que es la primera película animada por ordenador, pero los ordenadores son solo herramientas —defendió entonces Lasseter—. Ellos no crearon esta película. La creó la gente”.

El universo de los juguetes

Precisamente, la magia de la saga creada por Pixar radicaba en su capacidad de humanizar a los juguetes sin que estos perdieran su identidad. “Si hiciéramos una película sobre ballenas, hablaríamos de juguetes en el descanso o a la hora de comer. Escogimos el tema más acertado para hacer una película”, reconocía el guionista Andrew Stanton.

Para la primera puesta de largo, él, Lasseter y el resto del equipo estudiaron minuciosamente cada uno de los elementos que aparecerían en la película, de qué materiales estaban hechos y cuál era su calidad, sus precios y sus defectos. Fue aquello lo que conformó la personalidad de sus personajes y no el guion. Desde el principio decidieron que Buzz, en homenaje al astronauta Buzz Aldrin, tenía que ser el juguete que cualquier niño deseara tener. ¿Y Woody? Inspirado en uno de los muñecos de la infancia de John Lasseter, un viejo fantasma con más de 30 años de antigüedad que emitía frases al tirar de su cuerda, su nombre se debía al legendario actor de Spartacus, Woody Strode, que protagonizó numerosos wésterns durante la década de los 70.

El resto de protagonistas se fue planteando de manera similar. ¿Qué pasaría, se preguntaron, si se te cayera la cara a trozos cada poco tiempo? ¿No tendrías alguna razón para vivir enfadado con el mundo como Mr. Potato? O, ¿cómo ser un dinosaurio temible si estas hecho con materiales de baja calidad y se te notan las costuras del plástico? Se trataba de cambiar la perspectiva por completo para tratar de hacerlos reconocibles y verosímiles al espectador. Aquel empeño hizo que Peter Docter, uno de los creativos responsables del guion, clavara sus zapatos en una tabla y estudiara sus movimientos para tratar de reproducir los gestos que harían los soldaditos de plástico verdes, cuyos pies estaban unidos a una base plana, si de repente cobraran vida. El resultado fue una de las secuencias más logradas de la película.

Sid, el violento vecino de Andy, en una escena de la película

Pero, si los juguetes eran los protagonistas de este cuento, ¿quién si no un niño podía ser el enemigo? Aunque en un principio Woody y Buzz iban a ser antagonistas finalmente su historia de amistad dejó en pantalla a un villano inquietante: Sid, el vecino de Andy que disfrutaba torturando a sus muñecos en su terrorífica casa decorada entre otras cosas con la alfombra del Hoter Overlook en la que jugaba el niño de El Resplandor. “Muchos de nosotros destrozábamos nuestros juguetes —confesaba Andrew Stanton— y aunque en la película Sid es un niño malo y trata mal a sus juguetes, refleja de algún modo cómo éramos nosotros”. 

De destrozar sus propios juguetes a construir esta oda de amor. Trabajada hasta el detalle —tres años les llevó a los guionistas, por ejemlo, hacer y rehacer los storyboards de la película—, otra peculiaridad de Toy Story fue el tratamiento de la música y del sonido, por lo que se decidió que cada juguete debería tener sus propias características sonoras. Además, al contrario de lo que ocurría en el cine de Disney, para Lasseter era importante que la música no fuera cantada por sus protagonistas, un recurso que le resultaba algo forzado y artificial, y pensó que encajarían mejor las canciones que compuso Randy Newman para la película, como la ya célebre Hay un amigo en mí, que describían la emoción del momento de la historia.

Las secuelas de 'Toy Story'

En noviembre de 1999, cuatro años después del estreno de la primera, Toy Story 2 llegó a los cines, convirtiéndose en la primera secuela de Pixar. A pesar de que en un principio Disney quiso lanzarla directamente en su versión casera, solo distribuida en video, John Lasseter convenció al estudio de que la proyectaran en la gran pantalla. En enero de ese mismo año empezó el rodaje de lo que fue la película con el menor tiempo de producción en la historia de Pixar. Como curiosidad, la empresa de juguetes Mattel que en 1995 había rechazado la idea de que Barbie apareciera en su predecesora, contactó con sus creadores para que la incluyeran en esta ocasión. Aquel título, que continuaba con las aventuras de Woody en una aventura en la que el vaquero conocía sus orígenes y Buzz iba en su rescate, obtuvo incluso una mejor recepción que la original, mayor recaudación y buena acogida de público y crítica.

Con el tiempo, el éxito de los juguetes de Pixar se repitieron con sus dos películas sucesoras, ninguna de ellas dirigidas ya por Lasseter que cedió el control a Lee Unkrich en la tercera, estrenada en junio de 2010, y a Josh Cooley en la cuarta entrega, ya en 2019. Con más de veinte años entre la primera y la última, a expensas de saber si habrá o no una quinta parte, los años no han pasado en balde por estas sagas de animación, en las que hemos sido testigos de cómo sus personajes evolucionaban y Andy dejaba de ser un niño para convertirse en un universitario al tiempo en que conocíamos a Bonnie.

@mailouti