Habría que aplaudir la sana costumbre de Pixar de apostar por el riesgo y la originalidad. Ya lo hicieron con el homenaje al cine mudo que era Wall-E, con ese prólogo maravilloso y sobrecogedor de Up, o con los complejos conceptos sobre las emociones que sostenían la trama en Inside Out. Y lo vuelven a hacer en Soul, que llega este 25 de diciembre a la plataforma de Disney+ -aunque en principio iba a estrenarse en cines-, película que guarda ciertas similitudes con Inside Out. Ambas están dirigidas por Pete Docter, responsable también de Up y Monstruos S.A., guionista de las dos primeras partes de Toy Story y nuevo capo del estudio tras la renuncia de John Lasseter por su censurable comportamiento con algunas empleadas. Y ambas combinan dos planos de realidad con dos estilos visuales muy diferenciados para contar la aventura del protagonista y profundizar en los misterios de la vida.

Soul nos cuenta la historia de Joe Garner, un maduro profesor de música de un instituto que todavía sueña con triunfar en la música jazz tocando el piano. El mismo día que le ofrecen un trabajo a tiempo completo en el centro docente, le surge una inesperada prueba para tocar en el cuarteto de la famosa saxofonista Dorothea Williams. Tras dejar boquiabierta a la artista y conseguir el puesto en la banda para un concierto, Joe sale eufórico de la audición y no se da cuenta de que la Parca le está acechando: esquiva ladrillos que caen de edificios en obras, cáscaras de plátano desperdigadas por el suelo, automóviles desatados, pero solo para terminar cayendo por el agujero de una alcantarilla. 

Cuando despierta ya no es el hombre negro y larguirucho que habíamos conocido, sino una mancha azul con algunos de sus rasgos que se encuentra en una cinta trasportadora que conduce hacia una enorme y misteriosa luz blanca. Joe se da cuenta de que ha muerto y que ahora es un alma que se dirige al Más Allá. Pero se rebela, incapaz de aceptar que le arrebaten su gran oportunidad en la música, y consigue escapar de la cinta para acabar en el Gran Antes, un espacio interdimensional donde se le asignan los rasgos de la personalidad a las almas antes de nacer. Allí, Joe es confundido con un maestro de almas por los seres incorpóreos -que parecen bocetos dibujados por Picasso- que dirigen el cotarro y que ponen bajo su tutela a un alma descarriada llamada 22. En su compañía, el protagonista tratará por todos los medios de volver a su cuerpo, que se debate entre la vida y la muerte en un hospital de Queens. Si parece complicado, es porque realmente lo es, aunque Docter consigue que todo fluya con naturalidad. 

Sin miedo a la muerte

Decíamos que Pixar había vuelto a arriesgar y es que, siendo un filme de animación cuyo público objetivo son niños, no tiene miedo de abordar conceptos como la muerte, el más allá, el origen de la personalidad o el propósito en la vida, logrando que el espectador adulto se sienta más que apelado por todo lo que se presencia en pantalla. La película se desarrolla en dos escenarios principales, ese Nueva York hiperrealista en el que no desentonan unos personajes algo caricaturizados y ese Gran Antes de línea simplista, que juega con conceptos abstractos. Ambos espacios muestran en su concepción y estilo visual la genialidad que se le presupone al estudio.

Soul supone, además, la primera incursión de Pixar en la cultura afroamericana y en el mundo del jazz, que vertebra una banda sonora impecable. Además, guarda en su interior un mensaje contra la cultura del éxito que la convierte en la némesis del último gran éxito cinematográfico que abordaba este género musical: La La Land. Quizá el gran problema del filme es que, una vez que las cartas están sobre la mesa y hemos sido seducidos y asombrados por la propuesta, la aventura de Joe y 22 se vuelve algo rutinaria y predecible, como también ocurría en Inside Out. Y aunque la emoción no desaparece del todo, y el final sigue tocando la fibra, el equipo se queda a las puertas de facturar uno de los grandes filmes de Pixar. 

En cualquier caso, hay muchos elementos a los que agarrarse para disfrutar de la película, aunque, para el que esto suscribe, dos de ellos son especialmente geniales: por un lado, los cameos de grandes figuras de la historia, desesperados ante 22, y el personaje del místico que alcanza la trascendencia manejando de manera acrobática un cartel publicitario. Sin olvidar esa audición en la que Joe destaca, uno de los momentos más mágicos de toda la historia de Pixar.

@JavierYusteTosi