Se apagan las luces, se ilumina la pantalla y una ligera vibración de la butaca avisa de que la proyección de Wonder Woman 1984 en la sala 4DX de Kinepolis va a ser peculiar. Durante los 151 minutos de metraje, el público es zarandeado en todas direcciones al compás de las imágenes. Si la heroína se sumerge en el mar, una ráfaga de gotas de agua nos salpica la cara; si se ve involucrada en una pelea, recibimos golpes en la espalda, y, si algún villano le dispara, una corriente de aire nos roza la oreja. La vertiginosa experiencia, parecida a un viaje en una montaña rusa, poco tiene que ver con disfrutar de una película desde el sofá de casa. Es el “valor añadido” –eso sí, elevado al máximo exponente– que las salas ofrecen para convencer al espectador de que el mejor lugar para ver un filme sigue siendo la sala.
Por este tipo de avances tecnológicos pasan buena parte de las esperanzas de un sector que se enfrenta a un año clave de su historia, aguantando el asedio de las plataformas, ante una pandemia que ha cambiado los hábitos de consumo y con las majors cuestionando el modelo de ventanas de exhibición que ha vertebrado el negocio desde hace décadas, ese por el que la gran pantalla tenía unos tres meses de exclusividad para proyectar los filmes antes de que se lanzaran al mercado de DVD, alquiler, televisión, etc.
2020, el peor año
No lo han pasado bien los cines españoles en 2020, tras un 2019 en el que se lograron los mejores resultados de taquilla de toda la década pasada (con 105 millones de espectadores). El balance, según el portal ComScore, es de 445 millones de euros en pérdidas, un descenso del 72 % respecto al año anterior. “Cualquier actividad que pierde un 70 % de los ingresos se coloca en una situación dramática, de crisis absoluta”, explica Juan Ramón Gómez Fabra, presidente de la Federación de Cines de España, la principal patronal del sector. “Estamos aguantando gracias a nuestras reservas, que ya se han agotado, a la financiación externa y a los créditos ICO, pero a ver cómo podemos devolverlos y qué pasa cuando finalicen los ERTE”.
“El mecanismo de distribución digital no está preparado para rentabilizar un 'blockbuster'”. Elena Neira
La situación no tiene visos de mejorar en los primeros compases de 2021. Ante la tercera ola de la pandemia, algunas regiones vuelven a endurecer las medidas y paralizan las actividades culturales, entre ellas la exhibición cinematográfica. Las distribuidoras vuelven a posponer estrenos y, ante esta coyuntura, cadenas como Cinesa deciden cerrar muchas de sus salas hasta febrero, a la espera de que la situación se estabilice. E, incluso, acciones aún más
drásticas: las 18 pantallas que tenía en el centro comercial Equinoccio de Valladolid ya no volverán a recibir espectadores. “El riesgo de que cierren más salas es muy alto”, comenta Gómez Fabra. “Lo que pasa es que, por contra, son inversiones muy potentes que si cierran se van al cubo de la basura. Por eso, se trata de aguantar. Nuestra esperanza está depositada en la vacuna”.
“Tenemos la urgencia de superar esta fase y que se quede atrás la menor cantidad de empresas y profesionales del sector”, explica Beatriz Navas, directora del ICAA. “El plan de Recuperación del Gobierno ha identificado a las industrias culturales y creativas como una de las actividades estratégicas en el proceso de desarrollo y transformación de nuestra sociedad. Esto supone una declaración de intenciones para afrontar el futuro desde las administraciones, con la vista puesta no solo en el corto plazo sino también en el medio y largo plazo”.
2021, año bisagra
La pregunta que se hace la industria en este momento crucial es si volverán los cines a una situación pre pandemia o si nos dirigimos hacía un nuevo status quo. “En 2020 se han disparado algunos cambios que se estaban reflejando tímidamente en la sociedad en los últimos años, como la manera de consumir los productos audiovisuales”, asegura el productor Enrique López-Lavigne. “Como consecuencia, este 2021 va a ser un año bisagra en el que vamos a ver cambios en el sistema de ventanas de exhibición. La eterna lucha entre las plataformas y cines tiene que derivar en un nuevo modelo de convivencia”.
La noticia de que Warner iba a estrenar en EE.UU. los 17 filmes que tenía previstos para 2021 de manera simultánea en HBO Max y en salas vino a agravar la melancolía de los exhibidores. “Nos preocupa muchísimo”, explica Gómez Fabra. “No sabemos cómo, pero de alguna forma parece que va a haber un movimiento estructural importante”. Pero, ¿se trata realmente de una medida efímera o puede prolongarse más allá de 2021 con otras grandes productoras sumándose? Contesta Elena Neira, autora del ensayo Streaming Wars (Cúpula, 2020): “Las ventanas de exhibición ya no volverán a tener la duración que tenían porque es muy difícil desandar el camino una vez que acostumbras al usuario a una determinada lógica de consumo. No creo que Warner haya tomado la decisión para perjudicar a las salas, sino para recuperar parte de las pérdidas que tendrían con un estreno en cines cuando en EE.UU. la mayoría están cerrados. Así, además, potencian la plataforma HBO Max, porque un blockbuster es un gran señuelo para captar suscriptores. En cualquier caso, nunca conseguirán tanto dinero como el que consiguen con un estreno en cines porque el mecanismo de distribución audiovisual digital no está preparado para ello. El modelo que ha pactado Universal con varias cadenas norteamericanas, que reduce las ventanas a 17 días, no es descabellado”.
Jaume Ripoll, cofundador y director editorial de Filmin, la mayor plataforma de streaming española, cree que el cambio será permanente y apuesta por una mayor flexibilidad. “Los filmes deberían poder verse en plataformas en cuanto desaparecen de las salas y no después de cuatro meses. Y si una película solo se estrena en dos o tres Comunidades Autónomas, el distribuidor debería tener la posibilidad de llegar a otras regiones a través del streaming. En cualquier caso, la cadena de cine es imprescindible para la industria, pero tienen que adaptarse a los tiempos que corren”.
“Las películas de clase media pueden desaparecer de las salas porque están siendo sustituidas por los originales de las plataformas”. López-Lavigne
“Quiero pensar que las salas van a aguantar el tirón”, expresa la directora Isabel Coixet. “Yo he crecido en una sala oscura y si cierran sería como si mi vida y todo lo que he hecho se esfumara. No puedo ni quiero concebirlo”. En principio, no parece que eso vaya a ocurrir porque, como dice Agustín Llorente, Country Manager B. O. Sales & Marketing de Kinépolis, ni siquiera está claro que tocar el modelo actual vaya a mejorar la eficiencia a la hora de explotar los productos. “Se están experimentando con fórmulas que no sabemos cómo van a funcionar. Pero en el caso de que se reduzcan las ventanas, como es una parte importante del valor que nos proporcionan las distribuidoras, el porcentaje que se les paga tendría que modificarse para que haya una relación equilibrada y justa”.
Avances tecnológicos
Los exhibidores, en cualquier caso, llevan tiempo trabajando en distintas estrategias para atraer al espectador a las salas, pues las plataformas ya llevaban unos años comiéndoles terreno. Kinépolis, por ejemplo, apuesta por dotar sus salas de los avances tecnológicos más punteros para enriquecer la experiencia. No solo ofrecen lo último en sistemas de imagen y sonido, sino que han introducido tecnología totalmente novedosa como la ya mencionada sala 4DX o la sala ScreenX, que a través de cinco proyectores genera una inmersión de 270 grados. “Además, a través del Big Data, intentamos convertirnos en los sommeliers del cine para ofrecer al cliente el contenido que mejor se adapta a sus gustos y necesidades”.
Cinesa, también muy atenta a las innovaciones, está probando durante la pandemia tácticas para diversificar el negocio. “Era algo que queríamos hacer en el futuro, pero se han dado las condiciones para adelantarlo”, explica Ramón Biarnés, director general de la cadena. Desde hace unos meses, ofrecen sus espacios a empresas, escuelas de negocio e, incluso, a formaciones religiosas para que realicen actividades. También alquilan las salas de manera exclusiva a familias o grupos de amigos para ver una película, o a gamers para que organicen torneos de videojuegos, y en los últimos tiempos han organizado pases de episodios de series como Veneno y ciclos de sagas como Harry Potter. “Aunque
estén disponibles en plataformas, a la gente le sigue gustando la magia de pasar una tarde en el cine”, opina Biarnés.
Tanto Cinesa como Kinépolis son negocios enfocados al consumo de blockbusters, pero existe otro modelo que los expertos opinan que tampoco corre peligro en un futuro inmediato. “Se trata de los Cines Embajadores, Numax, Golem, Renoir, Verdi…”, comenta Jaume Ripoll, de Filmin. “Son salas que de alguna manera actúan como prescriptores. Cuidan mucho la marca y al cliente, que sabe que lo que programan será bueno aunque no lo conozcan. En un mundo saturado de oferta, muchos espectadores agradecen que la sala realice esa labor”.
El caso de los Cines Embajadores es un claro ejemplo de que este modelo puede ser sinónimo de éxito. Se trata de un cine de barrio, situado en madrileño distrito de Arganzuela, una zona con galerías de arte y teatros alternativos, que cuenta con tres salas de pequeñas dimensiones (93, 50 y 50 butacas). Su inauguración fue pospuesta dos veces en 2020, primero por el confinamiento y posteriormente por un incendio, y finalmente abría sus puertas el 10 de julio con la proyección de Cinema Paradiso. “La gente está muy volcada”, comenta Miguel Ángel Pérez, propietario y fundador de la distribuidora Surtsey Films. “Desde el primer día, el cine se nos quedó pequeño. Todas las propuestas que les hacemos a nuestros clientes funcionan muy bien”.
Además de una programación que se centra en el cine independiente, los Cines Embajadores están volcados con las películas españolas y a sus salas ya han acudido Icíar Bollaín, Candela Peña o Javier Cámara para presentar sus últimos trabajos. Además, han montado ciclos como Cine y Política, por el que han pasado Unai Sordo, Pilar del Castillo o Joaquín Almunia, y también apuestan por los cortos y mediometrajes como Zalamero (Diego Lillo y Teresa Carril), que ya han visto en sus salas casi mil personas. Es otra manera de alcanzar ese valor añadido.
Aguantando el envite
De una manera u otra, apostando por la tecnología, la diversificación del negocio o la función prescriptora, parece que los cines están suficientemente armados para aguantar el envite de las plataformas si superamos la pandemia pronto. Desde el ICAA, pretenden apoyar a los exhibidores tanto como sea posible y Beatriz Navas asegura que “no hay intención” de ampliar la medida excepcional que permitía a las películas españolas con subvención el estreno en plataformas sin pasar por los cines, que acaba este 31 de enero.
“En un mundo saturado de oferta, los espectadores agradecen que las salas realicen una labor de prescripción”. Jaume Ripoll
Sin embargo, puede que en esta pugna entre plataformas y cines haya daños colaterales para un tipo de filmes determinado. “Las películas de clase media, aquellas que están entre el blockbuster y el cine de arte y ensayo, pueden desaparecer de las salas ya que están siendo sustituidas por las películas originales de las plataformas, que lógicamente se consumen en casa”, opina López-Lavigne. “Todos los tipos de películas, al menos en España, lo van a pasar mal”, apunta el productor Enrique Cerezo. “En comparación con lo que aportan otros países europeos, los 70 millones que destina España a financiar películas es poco y eso provoca que muchos directores se queden fuera del cupo. Como mínimo deberíamos llegar a los 100 millones”. Parte de la solución a este problema estará justamente en la denominada Tasa Netflix, aprobada a finales de 2020, que obligará a todas las plataformas que operen en España a aportar el 5 % de sus beneficios a la financiación del cine español e independiente. “Habrá más fórmulas para completarla financiación de películas y a lo largo de 2021 deberá entrar en vigor dicha obligación cuyos resultados empezaremos a ver a partir de 2022”, asegura Beatriz Navas.