La pintoraHelene Schjerfbeck (Helsinki, 1862 - Saltsjöbaden, Suecia, 1946) fue durante décadas, desde su muerte a los 83 años a la celebración del 150 aniversario de su nacimiento en 2012, uno de los secretos mejor guardados de la cultura y el arte de Finlandia. Aquel año los museos del país nórdico empezaron a retomar el interés en la ingente obra de la artista, muy superior en tamaño a la de algunos de sus contemporáneos y también muy variada estilísticamente. “Su trabajo comienza con una versión hábil y algo melancólica del realismo académico de finales del siglo XIX y termina con imágenes destiladas, casi abstractas, en las que la pintura pura y la descripción críptica se mantienen en perfecto equilibrio”, escribió sobre Schjerfbeck la crítica de arte de The New York Times Roberta Smith.

Esa evolución es fácilmente rastreable atendiendo a los innumerables autorretratos que pintó a lo largo de su vida, y para los que utilizaba un espejo inclinado sobre el atril en el que podía contemplarse. Pero también produjo naturalezas muertas y paisajes, así como retratos de su madre, de niñas de escuelas locales y de trabajadoras, poniendo sobre el lienzo la situación de la mujer en aquella época. Schjerfbeck se mantuvo alejada de las corrientes imperantes en la pintura finlandesa de la época, un romanticismo que pretendía alimentar la lucha nacionalista del país, y siempre hizo gala de una gran subjetividad, aunque en su obra se pueda rastrear la influencia de las revistas y los catálogos de moda.

Entre el 15 de noviembre de 2019 y el 26 de enero de 2020, la Royal Academy of Arts de Londres y el Ateneum de Helsinki organizaron conjuntamente dos exposiciones en torno a la pintora. La muestra en la capital de Finlandia fue un gran éxito, superando el número de visitantes diarios de la exposición sobre Picasso que acogió la misma institución en 2009. Por otro lado, la muestra en la Royal Academy of Arts ha servido para que, poco a poco, la obra de Helene Schjerfbeck traspase fronteras y empiece a recibir el reconocimiento que merece.

La película apuesta por un acercamiento visual elegante, sobrio y pictoricista, cuidando especialmente la luz

A ello contribuye también el estreno en Filmin este viernes de Helene, filme dirigido por el finlandés Antti Jokinen (Nurmijärvi, 1968), un prolífico y ecléctico director de videoclips (desde Thalía a Torn, pasando por Beyoncé o Will Smith) que debutó en el largometraje en 2011 con un thriller británico de escaso éxito protagonizado por Hillary Swank, La víctima perfecta. Desde entonces ha desarrollado una exitosa carrera en su país, tanto en lo que se refiere a la taquilla como al reconocimiento de la crítica, con otras tres películas (Purge, The Midwife y Flowers of Evil) y esta Helene que llega ahora a la plataforma de streaming española.

Vida compleja

Admiro a Helene desde que tengo uso de razón, y por eso quería hacer una película sobre ella, aunque nunca antes me había atrevido con un biopic”, explica el director. “He producido muchas películas que tenían como protagonistas a personas inteligentes y talentosas, pero que muchas veces acababan siendo héroes genéricos y superficiales. Esto no ocurre con Helene, cuya vida está cargada de complejidades. Historias como la suya son muy difíciles de encontrar”.

La película de Jokinen evita caer en las convenciones que suelen lastrar al biopic de corte hollywodense. Helene no es un Greatest Hits de los momentos más significativos de la vida de la pintora ni un tratado psicologista que busque las razones de sus traumas en una infancia complicada. Material había para indagar en este aspecto: a los cuatro años Schjerfbeck se cayó por unas escaleras y se fracturó la cadera, por lo que tuvo que usar bastón el resto de su vida. A los 13 años, perdería a su amado padre por culpa de la tuberculosis, quedando bajo el amparo de una fría y estricta madre.

Lo que cuenta Helene comprende un período relativamente corto de la vida de la pintora, de 1915 a 1923. La película arranca con Schjerfbeck (Laura Birn) recluida junto a su progenitora (Pirkko Saisio) en una acogedora casa en el campo finlandés, dedicada a la pintura con pasión pero alejada de los círculos artísticos y sin intenciones de encontrar un reconocimiento público. Todo cambia cuando aparece el Sr. Sundman (Jarkko Lahti), un marchante de arte que queda asombrado por las 159 obras que guarda en su estudio y que decide prepararle una gran exposición individual en Helsinki. El éxito de la muestra coincide con la aparición en la vida de Schjerfbeck de Einar Reuter (Johannes Holopainen), un escritor 15 años más joven que ella que admira su arte y que pronto se convierte en su confidente más

estrecho.

A partir de aquí el filme indaga en los sentimientos de la pintora por el escritor, que pasa de un inocente aunque apasionado enamoramiento, correspondido solo a medias, a una profunda depresión cuando Einar decide comprometerse con otra mujer. “Nos esforzamos por acercarnos lo más posible a la ruta que siguió la relación”, explica Jokinen. “Mientras investigaba descubrí que Helene no era esa artista débil y malhumorada a la que abandonaron en Hyvinkää de la que siempre se ha hablado, sino una artista fuerte, intransigente, divertida y honesta”.

Un drama seco y contenido

La actriz Laura Birn consigue dotar al personaje de todos estos atributos y es por momentos lo mejor de un filme que apuesta por el drama seco y contenido y por un acercamiento visual elegante, sobrio y pictoricista, con especial cuidado en el tratamiento de la luz para reflejar las emociones de los personajes.

De esta manera, Helene no es solo la puerta de entrada al universo de una pintora única. Es también una ventana desde la que otear a la sociedad finlandesa de los años de la Primera Guerra Mundial y una indagación en la situación de la mujer durante el primer tercio del siglo XX.

@JavierYusteTosi