La cuestión de los derechos de los transexuales ha tomado mayor relevancia que nunca en los últimos tiempos debido a una anunciada y revolucionaria ley gubernamental, que ha provocado una agria polémica que ha dividido al feminismo. El documental Una niña, dirigido por Sébastien Lifshitz y ganador del premio Nuevas Olas del Festival de Sevilla, no pretende polemizar sobre el asunto sino simplemente contar la historia de una niña de siete años llamada Sasha que nace con genitales de varón pero en todo momento se percibe a sí misma como una chica. Instalada la familia en un rincón bucólico de Francia, vemos a una criatura muy pequeña que de la manera más inocente pero también rotunda está absolutamente convencida de que su identidad de género no se corresponde con la sexualidad de su cuerpo. Sasha se dejó el pelo largo, lleva diademas, se disfraza de princesa y cuando su madre le dice que nunca podrá parir hijos se echa a llorar.

Probablemente nada causa mayor tristeza que ver a un niño llorar, no porque se haya caído o no se le conceda un capricho sino sentir en ellos un verdadero dolor, que debería de ser exclusivo de los adultos. Lifshitz evita cualquier tipo de tremendismo para contar una historia al fin y al cabo feliz, ya que Sasha es una niña que cuenta en todo momento con el apoyo de sus padres. Sobre todo, su madre, esa mujer que se siente culpable porque durante el embarazo soñaba con una niña y teme que de una manera inconsciente le haya trasladado ese deseo a su bebé predestinándolo. Este es el viaje de la pequeña, esa niña que afronta problemas graves a cortísima edad, pero también de su familia, desde la incredulidad, el sentimiento de culpa y la confusión a la decisión rotunda de hacer todo lo posible para que sea feliz. Según Lifshitz: “Hay muy pocas películas sobre niños transgénero. La gente asocia el tema instintivamente con el sexo y la sexualidad, y ese no es el tema principal. Se trata de la identidad y de una lucha que siempre ha existido. Quiero advertir sobre ese tema. Mi película no trata sólo de una niña transgénero, sino también sobre personas que no se ajustan a la norma o que son diferentes. Para mí, Sasha es una heroína moderna”.

Lo dice la madre en un momento del documental: es consciente de que llegará el día en que su hija será agredida, insultada y humillada por ser diferente. Ya lo es. En el colegio los padres libran una dura batalla porque se reconozca como niña a su hija ante la irritación del director, que considera el asunto una molestia y prefiere que se marche y quitarse el marrón de encima. Y la niña sufre porque tendrá que irse a otro colegio y no quiere separarse de sus amigos. El director dice al respecto: “El colegio trató de impedir que hiciéramos la película. Recibimos la carta de un abogado diciendo que no nos permitían mencionar el nombre del colegio o grabar allí. También intentaron convencer a los padres de que no participaran en el documental. Creo que esta situación añadió un aspecto interesante a la película. El colegio es el principal enemigo al que se enfrenta la familia. Es como un muro impenetrable y un símbolo de rechazo”.

@JuanSarda