Rodrigo García (Bogotá, 1959) ha tratado tantas veces las siempre complejas relaciones paterno-filiales que incluso se ha atrevido con la más icónica de todas, la de Jesucristo y el mismísimo Dios en Últimos días en el desierto (2015), en la que aborda el sacrificio de Jesús como un drama familiar. Madres e hijas (2009) se llamaba precisamente una de sus películas más logradas, en las que Annette Bening interpreta a una mujer traumatizada por haber dado a su hija en adopción. El mundo de las mujeres es muy cercano a este director marcado por la fama de su celebrísimo padre, Gabriel Garcia Márquez, pero que ya atesora una filmografía considerable. Con Glenn Close como musa, debutó con Cosas que diría con solo mirarla (2000), retrato coral de las vidas de mujeres de clase media de Los Angeles, para reincidir en Nueve vidas (2005), donde vuelve a abordar las pequeñas miserias y alegrías de esas mujeres.
En 4 días se inspira en un reportaje escrito por el ganador del Pulitzer Eli Saslow titulado How’s Amanda? y publicado por The Washington Post en el que se cuenta la historia de una joven de Detroit que acabó siendo adicta a los opiáceos. Durante una década, la bella Amanda (Mila Kunis), acabó habitando los peores “lugares físicos” en una caída sin freno. Cuando quiere rehabilitarse, por enésima vez, su madre (Glenn Close), teme que sus buenas intenciones vuelvan a jugar en su contra. Al final, decide darle una oportunidad aunque no se quita el miedo de encima a que la robe o le tome el pelo. Comienza una “renegociación de la relación” en la que el amor de la madre será capaz de sanar a una hija enferma, que no criminal, en una película que tiene como telón de fondo la grave crisis de opiáceos que atraviesa Estados Unidos y provocó cincuenta mil muertos en 2019.
Pregunta. ¿Por qué regresa una y otra vez al mundo de las madres y las hijas?
Respuesta. Me gustan en general las relaciones familiares, las relaciones más cercanas que más nos influyen y no las que has escogido, las que están dadas desde que naciste. Y no se pueden abandonar. Por supuesto puedes pelearte o puedes divorciarte y dejarte de hablar, pero el fantasma de esas relaciones existe para siempre, son indisolubles. Fue también lo que me interesó en este caso. A pesar de once años de adicción y muchas mentiras y robos, la madre una vez más vuelve a entrar al ruedo y a pesar de su resistencia a la esperanza corre el riesgo de volver a caer. Vemos la fuerza de esa relación que no se puede romper en el hecho de que Amanda (Kunis) sienta como su dolor más grande haber perdido a sus hijos y que quiera ponerse bien para recuperarlos.
P. ¿Los padres de drogadictos se enfrentan al dilema diabólico de arriesgarse a que su ayuda no sirva para nada y además los desplumen o que sus hijos mueran de sobredosis en el lugar más ignominioso?
R. Es muy difícil la situación que tienen los padres o familiares cercanos de adictos. Las dos opciones son muy duras. Una es ayudarles y ser cómplice o abandonarlos, lo cual es prácticamente insoportable. La película está muy basada en esta madre real. Comenzaba muy harta, muy cabreada, con mucho mal humor y resistencia. La sola remota posibilidad de que haya una oportunidad de recuperar a su hija hace que tenga la tentación de ceder. Hay una renegociación de la relación, están tan distanciadas que en ese momento en el que se ven obligadas a relacionarse sin drogas, hay que renegociar los términos de la relación, hay cuentas pendientes… Con mucha frecuencia la relación entre madres e hijas tiende a ser bastante detallada. Con esa historia de adicción, pérdidas, robos… Hay un toma y daca, de decir “yo esto, pero tú esto”.
P. ¿Cómo fue trabajar con Glenn Close y Mila Kunis en una película tan basada en sus interpretaciones?
R. Se inspiraron mucho en la realidad de la vida de estas dos mujeres tal y como aparece reflejada en el artículo de Eli Saslow publicado en el Washington Post. Visitamos a estas mujeres en Detroit. Vimos los lugares en los que vivió en sus peores épocas Amanda, el personaje real que interpreta Mila Kunis. La relación se construyó a base de la verdad de esa relación de dos mujeres que se quieren mucho pero que al principio están en una posición de desconfiar mucho la una de la otra. Por otro lado las actrices tienen una gran química, no se puede prever ni crear, tuvimos esa suerte. Ellas dos entendieron muy bien el tipo de desgaste que arrastran ambas.
P. ¿Cómo es posible que en Estados Unidos murieran 50 mil personas por opiáceos en 2019?
R. El problema de las drogas es mundial y súper complejo. En el caso de esta pandemia de opiáceos en Estados Unidos empezó hace quince o veinte años. Sin duda gran parte de la culpa la tienen las compañías farmacéuticas, no solo produciendo estas pastillas a granel, también dándoles a los médicos incentivos muy claros para que dieran la mayor cantidad de recetas posibles. Se creó una cadena de lucro, de ganancias, de las farmacéuticos, los médicos, los distribuidores, las farmacias… Una sola farmacia en West Virginia leí que en un año facturaron un millón y medio de euros solo con estos medicamentos. Saturaron el mercado y al final se supo todo, ha estallado y hay enormes demandas billonarias que han tenido que pagar las farmacéuticas. Ahora hay más controles pero hicieron un daño tremendo. Creo que en la película se hace referencia a eso cuando por ejemplo la madre dice que “todo esto es culpa de los médicos”, pero lo importante para mí es como lo llevan la madre y la hija.
P. ¿La vergüenza por las actividades degradantes a que ha conducido la drogadicción puede ser el principal escollo al que se enfrentan los drogadictos?
R. Es muy triste porque evidentemente en las épocas libres de droga hay esa conciencia de haber hecho cosas terribles, la persona que lo hizo fue la “ella adicta” porque también está la persona “no adicta”. Esa sensación de culpabilidad, remordimiento, desperdiciado tanto tiempo, tantas oportunidades perdidas, tanto futuro perdido, crea en el adicto mucha culpabilidad y mucho odio a sí mismo. Eso puede provocar recaídas y se genera un círculo tremendo.
P. ¿Hasta qué límite de sordidez quería llegar a la hora de reflejar la caída de los adictos?
R. La drogadicción lleva a las personas hasta mundos absolutamente insospechados, digo mundos físicos, en los que lo único que importa es conseguir la droga. Para la madre es como otra planeta. La madre real ahora es experta y conoce perfectamente todos los detalles de cómo sobrevive un adicto. Ella introduce a sus padres en un lugar que nunca imaginaron.
P. ¿Es difícil superar el prejuicio que sentimos por los drogadictos?
R. Ese prejuicio contra el que pelea es hasta cierto punto comprensible porque piensa “bueno, no estoy tratando con ella”. Ella ya no está, la droga le robó la personalidad, es parecido al prejuicio que tenemos con gente que padece enfermedades psiquiátricas. ¿Cómo los trato? ¿Son normales o no son normales? En Estados Unidos se comete el error de tratar la adicción como un problema criminal y no de salud. Parte del problema del adicto cuando se está recuperando es ser visto como un bicho raro, ya no se ve lo multifacético de la personalidad sino sencillamente eres “el adicto” o “la adicta”.