Amélie, la película que lanzó a la fama al director Jean-Pierre Jeunet y a la actriz Audrey Tautou, regresa a los cines 20 años después de su estreno. Un cuento de hadas moderno, plagado de fantasía y llamativas soluciones visuales, en el que la protagonista, traumatizada por una infancia marcada por la repentina muerte de su madre y la frialdad de su padre, decide un buen día arreglar la vida de las personas que le rodean: desde su portera, que se pasa los días bebiendo vino de Oporto mientras recuerda a un novio que la abandonó hace décadas; hasta Georgette, una estanquera hipocondríaca; pasando por "el hombre de cristal", un vecino que sólo ve el mundo a través de la reproducción de un cuadro de Renoir, o el maleducado frutero. Analizamos el fenómeno que supuso la película en el momento de su estreno, las carreras de sus máximos responsables, el legado estético del filme y la polémica que le ha perseguido en los últimos años.
El fenómeno Amélie
El 25 de abril de 2001 el huracán Amélie llegaba a las salas francesas para arrasar con todo. La película, contra todo pronóstico, se convirtió en la más taquillera de la historia en el país galo (título que le arrebató Intocable 10 años más tarde) y alcanzó una recaudación de 174 millones de dólares en todo el mundo. Y eso que comenzó su andadura con polémica, ya que el Festival de Cannes rechazó su participación en el certamen. En el capítulo de galardones no le fue nada mal: consiguió los premios César a mejor película, director, música y dirección artística; triunfó en los Premios del Cine Europeo, y obtuvo hasta cinco nominaciones en los Óscar, aunque se fue de vacío. Su impronta es tan alargada que aún hoy miles de turistas en París deciden maltratar sus zapatillas siguiendo los pasos de la protagonista por el barrio de Montmartre, mientras que en 2017 se estrenaba en Broadway una adaptación en formato musical que ha viajado por todo el mundo. La sombra de Amelie es alargada.
Jean-Pierre Jeunet, único y casi olvidado
Jean-Pierre Jeunet se encontraba en un momento algo incierto cuando empezó a rodar Amelie. Con sus dos primeras películas, Delicatessen (1991) y La ciudad de los niños perdidos (1995), se había convertido en uno de los directores más prometedores del cine del mundial, con un estilo extremadamente reconocible en el que se mezclaban influencias del cartoon de Tex Avery, la comicidad de Jacques Tati y el surrealismo de Terry Gilliam. Sin embargo, su desembarco en Hollywood con Alien: Resurrección (1997) había sido un pequeño fiasco. Con Amélie decidió darle a su cine, hasta la fecha lúgubre y asfixiante, una vuelta de tuerca amable y apostar por la alegría, la positividad y los colores vivos. Eso sí, manteniendo muchos de los rasgos formales de sus anteriores trabajos: planos cortos, muy planificados, el uso de efectos especiales sutiles… “Me encanta la idea de poder sintetizar toda una escena en un fotograma, de ahí la elección de las lentes... Mi deseo es crear una forma gráfica de cine”, ha explicado el director en alguna ocasión. El éxito de Amelie, sin embargo, no ha sido reeditado en ninguna de sus siguientes películas, quizá porque el director no ha sabido renovar una fórmula que quizá se agotó aquí. Largo domingo de noviazgo (2004), Mimacs (2009) y El extraordinario viaje de T. S. Pivet (2013) fueron perdiendo paulatinamente frescura e interés. Veremos si recupera su pulso cinematográfico con BigBug, comedia de ciencia ficción que estrena este 2021.
La actriz que renunció a Hollywood
No debe ser fácil sobrevivir a un personaje como Amélie y Audrey Tatou lo ha logrado, aunque quizá muchos esperaban que tras el éxito de la película de Jeunet, tres años después de su debut en el largometraje, se convirtiera en una de las grandes estrellas del universo cine. No fue así, aunque protagonizó junto a Tom Hanks uno de los proyectos más codiciados de aquellos primeros años del milenio, la adaptación cinematográfica de El código Da Vinci (2006). Sin embargo, después de aquella experiencia manifestó que se consideraba en realidad una actriz francesa. “No estoy diciendo que nunca volveré a rodar una película en inglés, pero mi hogar, mi comunidad, mi carrera tienen sus raíces en Francia. Nunca me mudaría a Los Ángeles”, aseguraba por aquella época. Volvió a trabajar con Jeunet en Largo domingo de noviazgo e interpretó a Coco Chanel en un filme de 2009 que debería haber supuesto el espaldarazo definitivo a su carrera, pero que no fue más que un pequeño desastre. A pesar de todo, en su currículum encontramos a directores de la talla de Stephen Frears, Michel Gondry o Alain Resnais. Su última película fue The Jesus Roll, aquel spin off de El gran Lebowski que dirigió John Turturro en 2019. Por ahora, no hay nuevos proyectos en el horizonte para Tatou.
El legado estético
Amélie no solo contribuyó a renovar la visión cinematográfica sobre París, luminosa y amable en este caso, sino que su protagonista se convirtió en un modelo de estilo y conducta para miles de adolescentes y veinteañeras, que copiaron su vestuario vintage y su corte de pelo bob y adornaron sus habitaciones con el póster de la película (si no es el más vendido de la historia, poco le debe faltar). Entre los grandes aciertos de Jeunet en la película se encuentra esa capacidad para crear un mundo tan surrealista como reconocible, gracias a la utilización de una paleta de colores en la que priman los amarillos, verdes y rojos y a una cámara juguetona, a toda velocidad, que se vale del travelling, el zoom y los avances rápidos para encuadrar esos primeros planos marca de la casa, simétricos y frontales y siempre llenos de contenido, casi una historia en sí misma cada uno de ellos. Todo potenciado por la inconfundible banda sonora de Yann Tiersen (algo machacona en algunos momentos).
La polémica
Ya en el momento de su estreno, un periodista de Liberatión afeó a Jeunet el hecho de que no aparecieran por la película personajes negros o árabes, acusándolo de haber realizado una limpieza étnica en el París que retrata y de crear “un videoclip a mayor gloria de Le Pen”. Esta crítica, en estos tiempos en que lo políticamente correcto y lo identitario priman tanto en la sociedad, quizá sería tomada más en serio hoy que cuando se realizó a principios del 2000. Aunque ha sido el feminismo quien más ha cargado las tintas contra Amélie en los últimos años. Entre las acusaciones que han lanzado al filme se encuentran el hecho de que el personaje principal sea una idealización de una mujer realizada por un hombre, que la solución para los problemas de Amelie sea encontrar a una pareja masculina, haciendo una apología del hoy tan denostado amor romántico, o que la protagonista sea una pasivo-agresiva de manual cuyo comportamiento roza en muchas ocasiones el acoso. Aunque lo más problemático es sin duda el tratamiento amable y cómico que le da el director al personaje de Dominique Pinon, un maltratador psicológico que sale extrañamente bien parado al final de la película (algo que no ocurre con el resto de personajes detestables). En definitiva, quizá sea el mayor aliciente para volver a ver Amélie: comprobar si hoy en día el personaje podría ser entendido como un referente para millones de chicas como lo fue en su momento.