En Positif, uno de los temas de techno más populares del productor electrónico AKA Mr Oizo y director de cine Quentin Dupieux (París, 1974), se repite una y otra vez “vous etes des animaux” (sois animales). En la kafkiana Bajo arresto (2018), su antepenúltima película, el director plantea un diálogo absurdo entre un policía y un hombre que ha encontrado un cadáver. “¿Cómo sabía que estaba muerto si nunca ha visto un cadáver?”, pregunta el inspector. “Porque he visto muchos vivos y podía comparar”, responde el testigo. El absurdo como forma de revelar el propio sinsentido de un mundo caótico en el que la estupidez humana juega un papel decisivo en los acontecimientos es el terreno fértil en el que el cineasta ha construido un mundo propio que también sirve como reflexión de lo masculino.
Deliberadamente artificiosas, las películas de Dupieux, siempre breves y chocantes, plantean un mundo desquiciado que en ningún momento oculta su condición de ficción. Dupieux con frecuencia incluso pone de manifiesto que estamos viendo una película y por tanto como espectadores estamos dispuestos a creer lo inverosímil. Hay algo de antigua leyenda casi en su obra, como si estas pequeñas historias actuaran a modo de metáfora de alguna realidad profunda del ser humano. En La chaqueta de piel de ciervo (2019) explica la decadencia de un director de cine arruinado que está obsesionado con su “look” y vive ajeno al desmoronamiento de su existencia. Es una comedia, como todas, quizá más triste, en la que recrea “una atmósfera seca con un humor seco en el que no hay música”, como lo define el propio Dupieux.
Presentada en Sección Oficial en Venecia, en Mandíbulas el director profundiza en su propio universo absurdo y delirante para realizar una defensa acérrima de la libertad y la bohemia e incluso de una cierta adolescencia eterna. Los protagonistas son Manu (Grégoir Ludic) y Jean-Gab (David Marsais), dos cuarentones con vidas miserables del sur de Francia que son amigos desde la infancia. La trama arranca cuando Manu recibe el encargo de transportar una misteriosa mercancía, para lo cual necesita un coche que no tiene. Roba un Mercedes destartalado y recluta a Jean-Gab para la misión. Ambos están pelados, no tienen ni para comer, y están acostumbrados a sobrevivir al día a día. La peripecia da un vuelco cuando aparece una mosca gigante en el maletero y se suceden una serie de encuentros disparatados, particularmente con una familia burguesa bastante idiota.
Manu recuerda al Chaplin miserable pero libre de Charlot o The Dude, el mítico personaje de Jeff Bridges en la película de los hermanos Coen El Gran Lebowski (1998). Ese tipo desastroso que vive al margen de los convencionalismos de la sociedad, desaseado y alérgico a cualquier tipo de responsabilidad. Un personaje antisistema por cuanto se opone a los valores materialistas imperantes, en busca de una forma auténtica de vivir cuyo precio es andar durmiendo en sacos de dormir y mendigando euros para comer. Un personaje que en este caso se sitúa a medio camino entre la celebración de la irresponsabilidad de la que surge también una inevitable melancolía porque también revela la incapacidad para madurar, una cierta tendencia al infantilismo eterno más propia de lo masculino.
Cuenta el director: “Manu y Jean-Gab se parecen a Jim Carrey y Jeff Daniels en Dos tontos muy tontos (hermanos Farrelly, 1994), tienen cuarenta años pero actúan como si tuvieran 13 o 14. Eso es algo que decidimos durante el rodaje, estaba todo previsto pero no que fueran tan infantiles. Esa perspectiva crea un ángulo totalmente distinto a las situaciones. Cualquier persona si descubre una mosca gigante se pondría a gritar y saldría corriendo pero ellos se lo toman como una cosa normal. La mosca se convierte en un animal doméstico. Hay una inspiración clara en las películas de los 50 pero no es una película de terror. La gente se fija en su amistad y en los problemas que deben afrontar”.
La amistad masculina es un tema que ya vimos hace no mucho reflejado de manera preciosa en la película de Tarantino Érase una vez… en Hollywood (2019). En Mandíbulas, Marsais y Ludic interpretan a unos personajes parecidos a los de Leonardo Di Caprio y Brad Pitt en aquella producción, dos perdedores natos perdidos en un mundo que les parece incomprensible que se redimen por su nobleza de sentimientos y su propia camaradería. Mandíbulas es una película fantástica, a ratos divertidísima, que nos reconcilia con la parte más caótica e imprevisible de la vida porque también allí es donde surge su belleza y su poesía.