La mujer que escapó, la película número 28 del cineasta coreano Hong Sang-soo (Seúl, 1961) en sus 24 años de carrera, es un relato liviano y sencillo, cuya máxima gratificación para el espectador se encuentra en la naturalidad con la que se despliegan las conversaciones de los personajes, tan mundanas y espontáneas que bien podría parecernos que, más que una ficción, el director captura la realidad sin filtros. Pero, a poco que nos fijemos en los pequeños detalles, enseguida percibimos la mano del prolífico cineasta: en la utilización de larguísimos planos secuencias, en los que la cámara se acerca o se aleja de los rostros de una manera que bascula entre lo caprichoso y lo sugerente, en cómo corta las secuencias siempre un poco más allá de lo que en apariencia es necesario, en el uso de la música en momentos muy puntuales, en cómo las montañas que se ven a lo lejos sirven las pocas elipsis del relato…
El estilo de Hong Sang-soo resulta de lo más depurado en La mujer que escapó, de manera que parece transparente y, al tiempo, es de una personalidad apabullante. Además, se podría calificar éste como su filme más luminoso y quizá el más abstemio de toda su filmografía. Por todo ello, a pesar del aparente minimalismo de la propuesta, el jurado de la Berlinale decidió premiar en 2020 al coreano por su dirección en esta película. La mujer que escapó se centra por completo en el mundo femenino. Está protagonizada por Kim Min-hee, musa y pareja del director desde 2016, que interpreta a Gamhee, una joven que se separa por primera vez de su marido tras cinco años de matrimonio para visitar a tres amigas que viven en las afueras de Seúl.
Tres encuentros
El estilo de Hong Sang-soo resulta de lo más depurado, de manera que parece transparente y, al tiempo, de una personalidad apabullante
La primera de ellas se acaba de separar y comparte piso con otra mujer, llevando una vida solitaria y campestre. La segunda es una bohemia que sufre el acoso de un joven poeta mientras intenta comenzar una relación con un vecino. La tercera es una antigua amiga que le arrebató a Gamhee años atrás a la que era su pareja, un famoso novelista, y que trata de disculparse con ella. Todo transcurre en conversaciones en tiempo real, en las que poco a poco vamos descubriendo quién es, a qué aspira y con qué sueña la protagonista, y en las que estas mujeres hacen gala de una gran sororidad y muestran sus miedos o preocupaciones, aunque casi siempre de manera indirecta, hablando de cosas banales que desembocan en destellos de trascendencia.
La mujer que escapó a la que hace referencia el título bien podría ser Gamhee, que parece aburrida de su matrimonio y que en más de una ocasión muestra un sentimiento de envidia por la situación de sus amigas, dos de ellas emancipadas, aunque todas parecen dispuestas a huir o ya lo han hecho. Precisamente, de figuras masculinas que, aunque ausentes –con la excepción del escritor famoso–, parecen trasuntos del propio Hong Sangsoo, ya que todos los hombres de los que se habla son personas creativas implicadas en el mundo de la cultura y, sobre todo, en alcanzar su propio éxito.
Por ello, quizá sea complicado calificar el filme como feminista, pero sí que tiene un sincero interés por la feminidad, principalmente por cómo se comunican las mujeres en la intimidad. Y no es que estén siempre hablando de hombres, se tocan temas como la comida o el trato a los animales, aunque a veces derivan en confesiones incómodas o pensamientos profundos. De hecho, hay todo un juego de repeticiones y referencias cruzadas que invitan al espectador a buscar significados ocultos en todo lo que se nos cuenta, aunque siempre con la duda de si son intencionales o no.
En cualquier caso, siempre hay espacio para que surja el humor en cualquier momento. En este sentido, destaca la irrupción de un hombre en cada uno de estos episodios, siempre de espaldas, siendo especialmente hilarante todo lo que ocurre con el vecino que pide a la primera mujer que visita Gamhee que deje de alimentar a los gatos callejeros porque le dan miedo a su mujer. Si todo el episodio está marcado por un patetismo casi insoportable, potenciado por la dilatación de la conversación en el tiempo sin que avance en ningún sentido, la secuencia se vuelve memorable gracias a la intervención final de uno de los gatos, cuya majestuosa pose ante la cámara solo podemos entender como fruto de la casualidad.
Actuaciones naturalistas
Mención especial merecen las actrices, que se mueven en un registro naturalista con absoluto dominio de los tiempos y las inflexiones, siendo un placer observar a Min-hee desenvolverse en la pantalla, ya sea mirando el móvil de madrugada en una innecesaria secuencia o disfrutando de un buen plato de carne asada. Recordemos que, además de sus ocho filmes con Hong Sang-soo (el último se ha estrenado en Cannes), ya brillaba en la perversa y voyeurística La doncella, de Park Chan-wook. En definitiva, un paso más en la trayectoria del director, cuyo estilo no parece agotarse ni a película por año, y que pone de manifiesto la riqueza de la cinematografía coreana, ya sea en sus impecables thrillers industriales o en sus propuestas de autor, en la que el director ocupa un lugar primordial junto a nombres de la talla de Bong Joon-ho, Chan-wook o Kim Ki-duk.