La cantera de la ESCAC, la escuela de cine de Barcelona, sigue dando buenas noticias, muchas de ellas con nombre de mujer. Directoras como Roser Aguilar, Mar Coll, Nely Reguera o Elena Trapé marcan el cine patrio de este siglo. Júlia de Paz (Barcelona, 1995) cita como referente a otra ilustre de esa escuela, Belén Funes, aclamada por La hija de un ladrón (2019), con quien comparte la voluntad de aportar una mirada nueva y fresca al cine social. Debuta con Ama, enérgica película en la que narra la caída a los abismos de una mujer con treintaypocos, Pepa (Tamara Casellas), que malvive con una hija de unos seis años a cuestas.

El drama comienza cuando Pepa y su hija son expulsadas del apartamento que comparten con una amiga, que está cansada de tener que ocuparse de la niña por las constantes juergas de la madre. Así que la benefactora las deja en la calle. La acción se sitúa en un pueblo turístico de costa en el que la protagonista malvive vendiendo flyers de una discoteca a gente en la playa. Para colmo de desgracias, el jefe la despacha por trabajar con una menor a cuestas. “Para el corto que rodé a final de carrera estuve reflexionando con la guionista, Nuria Dunjó, y había dos temas sobre lo que nos apetecía reflexionar: el abandono y el arrepentimiento. Comenzamos el proceso de escribir la historia y nos dimos cuenta de que son dos sentimientos que están presentes en la maternidad”.

Sin duda, esa “mala madre” que es Pepa no es la habitual. En un punto límite de su vida, la protagonista se ve obligada a confrontarse con su estilo de vida y su propia maternidad. “Si el espectador acaba pensando que es mala madre debería plantearse la película. Si las mujeres no somos normales, ya estamos “locas” y por tanto somos criticables. A quienes dicen eso les propongo que qué pensarían de la película si estuviera protagonizada por un padre con su hijo. Existe ese mito de que las madres no pueden equivocarse nunca. Aquí vemos a una mujer que es madre y no tiene recursos ni apoyo. Al no cumplir con la normatividad, tendemos a tacharla de mala madre pero la maternidad es una relación humana con sus partes luminosas y oscuras”.

Antes de la película hubo un corto homónimo rodado dos años atrás en el que introducían el drama de Pepa. Un largo proceso hasta el largo en el que la actriz, Casellas, ha participado de manera activa y donde guionista y directora también han trabajado para adaptar la historia a ella. “Ese es el motivo por el que Pepa es andaluza, porque la actriz lo es. Tamara no es Pepa pero todas hemos aportado cosas de nuestra vida personal. A la hora de crear te tienes que agarrar a algo que tú conozcas y este ha sido un trabajo colectivo. También ha habido un proceso de investigación con educadoras sociales y hemos hablado con muchas madres que han pasado dificultades”.

Toda la película desemboca en una poderosa final en la que Pepa deberá enfrentarse a sus demonios familiares, simbolizados por una madre con la que está enfrentada. “Las actrices conocían la base del conflicto pero no creemos que sea necesario que se haga explícito", explica De Paz. "El problema cuando lo verbalizas es que como espectador te pones en la situación de juzgar, empiezas a valorar si cada personaje lo está haciendo bien o mal. Por eso damos información mínima. En ese momento ya estás con Pepa, has vivido con ella todo lo que ha pasado y puedes entender lo que pasa”.

La película comienza con un tono más cercano al cine social de los Dardenne o Ken Loach, a quienes la directora cita como indiscutibles referentes, para irse acercando a un mundo más poético y sensorial. Ahí surgen nombres de cineastas vanguardistas que están transformando la experiencia cinematográfica como Andrea Arnold, Lucrecia Martel o Anahí Bernerí sin olvidar la citada Funes, a quien admira. “Yo veo más películas rodadas por mujeres porque me suelen resultar más interesantes, nadie me lo ha enseñado. Me pone nerviosa la etiqueta “cine de mujeres” porque somos personas haciendo cine y la calidad de una película es independiente del género de la persona detrás de la cámara. Lo que sí es distinto es lo que contamos porque nuestra perspectiva social, histórica y cultural es otra y tenemos historias distintas a las de los hombres. El discurso es diferente porque como mujer no tengo la misma experiencia”.

@juansarda