El año pasado el Festival de Sevilla entregaba el Gran Premio del Jurado a El año del descubrimiento, filme de Luis López Carrasco que fue elegido por los críticos de El Cultural como lo mejor del cine español de 2020 y que se haría posteriormente con los Goya a mejor documental y mejor montaje. La película, más allá de los valiosos testimonios que presentaba de personas anónimas –entretejidos en torno a temas como la precariedad laboral o la pérdida de influencia de los sindicatos–, nos mostraba hasta dónde puede llegar la creatividad en un género como el documental cinematográfico, siempre precario pero cada día más libre y estimulante. Y lo hacía con inesperadas decisiones de puesta en escena (desde el formato hasta el diseño de vestuario) que hacían converger dos tiempos (el año 1992 y el presente) en el lugar de convivencia social de los españoles por antonomasia: el bar.

“Hago documentales, pero partiendo de la base de que todo es manipulación o representación”, Miguel Ángel Blanca

No es extraño que Sevilla premiara este monumento fílmico, no en vano el festival apuesta decididamente por el género en su sección competitiva Nuevas Olas - No Ficción desde hace años, en donde se percibe cómo el cine apegado a la realidad es cada día más variado, libre y experimental, y cómo sus fronteras se desdibujan sin solución de continuidad. Algo que es fácilmente rastreable si atendemos a los tres filmes de directores españoles en liza en esta categoría dentro del certamen: Canto Cósmico. Niño de Elche, de Marc Sempere y Leire Apellaniz; Magaluf Ghost Town, de Miguel Ángel Blanca, y Wan Xia, de Silvia Rey Canudo.

En pleno 2021 ha llegado un momento en el que todo está mezclado y la idea de lo híbrido es casi preponderante”, explica a El Cultural Miguel Ángel Blanca (Sabadell, 1982) que cuenta ya con una importante trayectoria en el documental con títulos como La extranjera (2015) o Quiero lo eterno (2017). “Yo defiendo que hago documentales, pero partiendo de la base de que todo es manipulación o representación, no hay una verdad a la que puedas llegar”.

“Siempre hay un relato, en nuestras obras necesitamos un principio y un final y tenemos que decir algo de unos personajes, pero eso no significa que estemos mintiendo”, añade Silvia Rey Canudo (Lorca, 1977), nominada al Goya al mejor cortometraje documental por Wan Xia, la última luz del atardecer (2018), en cuyo universo profundiza en su nuevo filme. “El registro de la realidad no es cine si no hay un artista detrás dándole valor conceptualmente”.

Cualquier documental es ficción porque no existe la objetividad”, asegura el artista multidisciplinar Marc Sempere (Cocentaina, 1978), que se lanza al documental con Canto Cósmico. Niño de Elche después de filmes de sabor valenciano como El Ball del Velatori (2014). “La ficción que se cree objetiva es puro fascismo, porque trata de imponer una manera de ver las cosas. Sin embargo, hay otras que son conscientes de su parcialidad que resultan más poéticas y honestas”.

Realidades subversivas

Aunque coinciden en su heterodoxia respecto al concepto clásico del documental y a la hora de colocar en su foco distintas realidades subversivas de nuestra sociedad, estos tres directores presentan filmes muy diferentes entre sí. Canto Cósmico. Niño de Elche podría calificarse como un antibiopic, una obra que se acerca al controvertido cantautor ilicitano desde una perspectiva caleidoscópica para tratar de capturar su personalidad estética, dejando de lado su biografía u opiniones. “Parafraseando a Val del Omar, apostamos por una opción poética que pretende ir a la raíz de las cosas, antes que a su documentación puramente externa”, explica Sempere. “La película tiene poca narrativa, no hay una voz en offRealmente es un collage de escenas que a cada persona le provoca un significado”.

Canto Cósmico. Niño de Elche, de Leire Apellaniz y Marc Sempere

Magaluf Ghost Town surge de la intención de retratar la cara B del “Sodoma y Gomorra guiri” de Mallorca, esos vecinos que conviven con el balconing, el sexo callejero y los comas etílicos. Para ello, el director deja fuera de campo todo el desbarre de los turistas y se centra en la peripecia de varios lugareños que encontró tras realizar un casting y a partir de cuyas historias elaboró un guion. “La película empieza siendo más documental, pero llega un momento en el que el espectador no sabe qué está viendo”, comenta el director. “La construcción del tono fue un reto porque se mueve entre el misterio y el terror, con los turistas como si fueran vampiros que salen de noche, y la comedia costumbrista. Que ese baile funcione es algo de lo que estamos muy orgullosos”.

“Nadie hace documentales para ganar dinero y quizá sea mejor así porque el anonimato nos va bien”, Silvia Rey Canudo

Por su parte, Wan Xia hace una radiografía del Club de Mayores Chinos de Usera para indagar con destellos de humor absurdo en una comunidad que sigue siendo un misterio para la mayoría de españoles, y acaba traslandándonos a la ciudad de Qingtian en el país asiático. “Siempre utilizo el lenguaje de la ficción”, explica Rey Canudo. “Durante el rodaje sí que intentamos algunas puestas en situación, siempre leves y expuestas a que ocurra cualquier cosa. Luego ya en la posproducción introduzco voces en off, por ejemplo la de un fantasma que me inventé. No tengo problemas a la hora de mezclar códigos. Al final estoy enseñando un mundo desde mi punto de vista, así queme siento con total libertad para hacer esas mezclas”.

Si la crítica especializada y el circuito de festivales tiene claro que el cine documental es, en gran medida, lo más estimulante de nuestra cinematografía, quizá es el público quién más se resiste a estas propuestas. “No tenemos un aparato comercial y de distribución que apoye el documental”, denuncia Rey Canudo. “Tampoco existe una tradición como la de Francia, en donde el género mueve a mucho público”. “Sí, y es cierto que existe un boom en las plataformas con esos true crimes morbosos y sensacionalistas”, expone Blanca. “Pero a mí me interesa ver hasta dónde podemos expandir el lenguaje y cómo podemos desdibujar sus márgenes, aunque haya puristas que se enfaden”.

Paellas populares

En cualquier caso, eso no significa que haya que renunciar al público. “Yo vengo del underground profundo, donde hay una tendencia a quedarse en el gueto”, opina Sempere. “Pero es muy importante, aunque tengas un lenguaje experimental, intentar llegar al mayor número de espectadores posible”.

Magaluf Ghost Town, de Miguel Ángel Blanca

Para estos realizadores es complicado ganarse la vida con sus filmes. Por ejemplo, Sempere comenzó financiando los rodajes a través de paellas populares en las que actuaban el propio Niño de Elche o artistas como Maria Arnal. Posteriormente entró Leire Apellaniz en la codirección y el proyecto dio un salto, logrando subvenciones y ayudas. “En mi caso”, comenta Blanca, “es la primera de mis películas que ha contado con una financiación más potente. Pero eso no ha cambiado nuestro método de trabajo. Seguimos siendo cinco personas, y eso nos da una capacidad de improvisación importante. Al final estamos jugando, buscando la película”.

"En realidad, nadie hace documentales para ganar dinero”, sentencia Rey Canudo. “Y quizá sea mejor así porque el anonimato nos va bien para mezclarnos con la vida cotidiana de la gente”.

@JavierYusteTosi