Según la célebre cita de un ilustrísimo francés como el filósofo Pascal, cuando uno vive como no piensa, acabará pensando como vive. También es posible plantearlo de otra manera, ¿es posible convivir con el demonio sin contagiarse? El caso Villa Caprice se inspira en el caso del famoso abogado penalista Olivier Metzner, quien se suicidó en su isla privada después de haberse pasado toda una vida defendiendo a grandes personajes de la elite francesa como Liliane Bettencourt, Dominique de Villepin o el dictador Manuel Noriega.
Dirigida por Bernard Stora (Marsella, 1942), la película trata sobre la relación entre un sosias de Merzner, Luc Germon (el siempre fabuloso Niels Arestrup) con un riquísimo empresario, Gilles Fontaine (el cantante Patrick Bruel), acusado de corrupción. En el centro de la disputa, la Villa Caprice del título, una mansión espectacular a orillas del Mediterráneo que el capitoste adquirió por la mitad de su precio, corrupción mediante, al Ayuntamiento. 'Víctima' de la venganza de la ex esposa del alcalde, pillado en la cama con una jovencita, el empresario recurrirá a los eficaces, y muy caros, servicios de Germon.
El abogado siente atracción y repulsión por el corrupto empresario, un tipo inteligente pero poco de fiar que mantiene una tensa relación con su esposa, una mujer deprimida. Desde su primer encuentro, ambos hombres, el astuto penalista y el triunfador, establecen una relación de necesidad mutua y cierto odio en la que, hasta el final, nunca está muy claro quién lleva las riendas en un juego de constante manipulación.
Pregunta. ¿Es posible tratar con el diablo sin contagiarse?
Respuesta. No se puede frecuentar al demonio sin adoptar alguna de sus facetas. Por supuesto, siempre pensamos que podemos mantener la distancia. A final, la película trata la cuestión sobre quién tiene el poder. En todos los países existen abogados como Metzner, personajes que aparentan ser muy influyentes y que frecuentan las elites económicas, políticas y culturales. Son personas que conocen a todo el mundo y que acaban teniendo una ilusión de poder porque creen que maniobran con esas personas tan importantes. Pero al final es un poder falso porque no son ellos quienes realmente manejan los hilos.
P. ¿Las personas con mucho poder nos resultan siempre atractivas aunque hayan cometido delitos?
R. En el caso de este abogado, es excitante tener a un hombre de poder a tu merced. Un hombre de negocios, alguien que es muy importante, de golpe se puede ver en una situación de gran fragilidad cuando se enfrenta a la justicia. Esto es lo primero que dirá cualquier abogado a un cliente de este perfil. Están tan acostumbrados a la dominación y a decidir que, cuando les acusan, pierden la brújula. En la primera escena vemos cómo Fontaine se siente desvalido y el abogado cree que lo tiene en la palma de la mano y que puede manipularlo como una marioneta. Durante gran parte del filme intenta aprovecharse de esa posición de fortaleza. Al final, por supuesto, no tendrá más remedio que darse cuenta de que ha sido él a quien han manipulado desde el principio hasta el final.
P. ¿Hasta qué punto es fiel a la historia real de Metzner?
R. Fue mi coguionista, Pascale Robert-Diard, un gran periodista que trabaja en Le Monde en Francia y se dedica a la información judicial, quien me propuso hacer una película inspirándose en Metzner. Conocía bien al personaje y le impresionó mucho su muerte. La idea me interesaba pero no quería hacer un documental como proponía porque es un formato que adoro pero no es donde mejor me manejo. Lo que sí se me da bien es inventar historias. Así que intenté abstraerme de la realidad, lo cual no fue fácil, para crear un verdadero personaje de ficción. Fue un proceso extraño porque normalmente en una historia tienes un arranque y luego tienes que inventar la continuación, pero en este caso lo que teníamos era el final, el suicidio, y había que inventar un principio.
P. ¿Es imposible ganarle la partida a un millonario?
R. Los hombres que tienen ese nivel de poder no están allí por casualidad, son personas que tienen una gran intuición. En el caso de este abogado, el empresario ve claro que su homosexualidad no es un rumor. Eso lo detecta y cuando le conviene, lo utiliza. Es algo que se queda en la reserva para que le sirva como arma llegado el momento. Este tipo de personajes lo ven todo en términos de posesión y de poder. Cuando su mujer le dice que quiere abandonarlo, recuerda que se conocen desde los 17 años. Desde su punto de vista, le pertenece desde entonces. Es alguien que en ningún caso puede permitir que algo que es suyo deje de serlo.
P. ¿Quería denunciar la corrupción en las altas esferas?
R. Mi idea no era hacer un retrato sombrío de la sociedad francesa ni denunciar cosas que todo el mundo sabe. Por supuesto, en la esfera de poder todo el mundo se conoce y se intercambian favores entre ellos, es un toma y daca constante. Esta forma de juego de manipulación perverso está tan integrado en ese sistema que ya no se dan ni cuenta. No creo que el cine, como las novelas, esté hecho para denunciar, creo que su misión es mostrar las sutilidades y complejidades de las relaciones humanas. Lo que quiero mostrar son las formas brutales pero al mismo tiempo difíciles de detectar con las que el poder se ejerce, al final uno acaba convertido en una marioneta sin darse cuenta.
P. En el ejercicio efectivo de la justicia, ¿siempre habrá una tensión entre lo legal y lo justo?
R. Creo que ahora estamos peor que antes. Hace un tiempo, cuando a alguien le pillaban tenía vergüenza y lo negaba. Ahora dicen "yo miento", pero la mentira es una herramienta de poder legítima y puedo utilizarla.