“¡Qué distinto hubiese sido el cine si hubiésemos perseverado en el camino de Segundo de Chomón en vez de en el de D. W. Griffith!”, comenta la directora y guionista Ángeles González-Sinde durante la presentación del nuevo número de la revista cultural Turia, que incluye un cuidado monográfico de casi 200 páginas en honor de Segundo de Chomón (Teruel, 1871-París, 1929), uno de los grandes pioneros del cine, editado con motivo del 150 aniversario de su muerte. Con textos inéditos elaborados por 22 autores, la publicación pretende fomentar el conocimiento de su vida y su obra, pero también ofrecer una nueva mirada más creativa y contemporánea a su cine desde la perspectiva de la creación literaria actual.
En un acto que se ha celebrado hoy en en la Academia de Cine, González-Sinde ha participado en un coloquio en el que intervenían también el crítico Fernando R. Lafuente y el escritor y cineasta Luis Alegre. La charla ha servido para poner en valor la carrera de este genial turolense que dejó películas de un ingenio y una creatividad inigualable y que trabajó con grandes directores de la época como el italiano Giovanni Pastrone o el francés Abel Gance gracias a sus prodigiosos trucajes. “Manuel Gutiérrez Aragón dice en su artículo de la revista que en el tiempo de Segundo de Chomón se plantea la duda en el cine entre el realismo y la ilusión pura y dura”, ha afirmado Fernando R. Lafuente. “Lo fascinante de Segundo de Chomón es que en un momento en el que no estaba muy claro hacia donde iba a ir el cine, aunque acabaría siendo hacia el realismo, intuyó las dos vías y eso me parece fascinante. Además, era un personaje poliédrico que cultivó todos los géneros, incluso el cine de animación. Era terriblemente moderno, de una manera inconsciente, un híbrido de las dos gramáticas que se iban a instalar en el cine”.
Hoy no hay dudas de la importancia de Segundo de Chomón en el desarrollo del séptimo arte, pero su nombre todavía es desconocido para gran parte del público. Eso es lo que pretende combatir la revista Turia, reuniendo en sus páginas a reconocidos especialistas en el cine como Agustín Sánchez Vidal, catedrático emérito de Historia del Cine de la Universidad de Zaragoza; Josetxo Cerdán, director de la Filmoteca Española, el escritor Luis Alberto de Cuenca o el periodista, escritor y guionista Manuel Hidalgo. Todos ellos indagan en distintas facetas de la obra del cineasta, mientras que escritores como Ana Alcolea, José María Conget y Antonio Castellote aportan ficciones literarias inéditas en torno a su figura, que como escribe otras de las invitadas al monográfico, Irene Vallejo, “aunó la fascinación del mago con el empeño tecnológico del ingeniero”.
Choque de trenes
Chomón, que trabajaba como escribiente y delineante para la Compañía Trasatlántica de Barcelona, se introdujo en el mundo del espectáculo por una mujer, la actriz teatral francesa Julienne Mathieu, a la que conoció cuando se mudó a París en 1895, año en el que los Lumière registraron la patente del cinematógrafo. Mathieu le convirtió en marido y padre, pero Chomón tuvo que abandonar a la familia para cumplir el servicio militar en la Guerra de Cuba. A su vuelta se encontró con que su mujer había cambiado el teatro por el cine, y que se ganaba la vida coloreando a mano, fotograma a fotograma, las películas de las productora Pathé y la Star Films de Méliès. No tardó Chomón en enamorarse del medio y dedicarse enteramente a él como profesión.
Montó un estudio en Barcelona para colorear fotogramas, traducir los rótulos de las películas extranjeras, distribuir películas francesas y elaborar filmes de tema español para Pathé. Con Choque de trenes (1902), un documental trucado, se estrenó como director y comenzó una andadura legendaria, tanto con películas propias como preparando secuencias con trucajes para otros directores. De hecho, Pathé llegó a contratarlo para tratar de hacerle competencia al mismísimo Méliès. En esa época realizó dos de sus mejores películas: El hotel eléctrico (1908), en la que vemos un hotel completamente automatizado en el que los objetos de la habitación trabajan por sí mismos -gracias a la técnica del paso a manivela, antecedente directo del stop-motion-, y Una excursión incoherente (1909), en la que muestra su capacidad para recrear el mundo onírico, considerada hoy un antecedente del surrealismo.
Sin embargo, también profundizó Chomón en la aproximación más narrativa al cine, elaborando películas cómicas, melodramáticas, históricas, adaptando sainetes y zarzuelas, introduciendo entre otras cosas el concepto de la planificación. En 1912 lo fichó ya como un reconocido maestro la Italo Films de Giovanni Pastrone para que participara en una de las más grandes superproducciones de la época, Cabiria -a la que copiaría posteriormente Griffith para Intolerancia (1916)-, haciendo grandes avances en técnicas como el travelling o la iluminación. Con los años llegó a desarrollar experiencias audaces con el color que le llevaron a trabajar en Napoleón (1927) de Abel Gance. El último filme en el que participó fue El negro que tenía el alma blanca (1927), de Benito Perojo, donde se encargó de los trucajes y los efectos especiales.
"Un tal Chomón"
“En 1925 se publicó Las películas españolas, uno de los primeros libros donde se hablaba de la historia del cine español y en él el autor se refería a Segundo de Chomón como un 'un tal Chomón'”, ha recordado Luis Alegre esta mañana en la Academia de Cine. “Me parece muy revelador porque eso indica que Chomón en su tiempo era muy conocido por los cineastas y tenía un gran prestigio en el mundo del cine, pero no era conocido ni siquiera para los historiadores. Ese olvido le acompañó durante muchas décadas y realmente hasta el centenario de su nacimiento, en 1971, era alguien completamente maldito. Desde entonces se ha reivindicado y celebrado su figura, pero el público no lo ha tenido fácil nunca para conocerlo”.
Ángeles González-Sinde lo descubrió investigando para un proyecto de película sobre el cine mudo. “El cine mudo tiene algo de pureza y un componente de libertad, de quien explora un territorio ignoto, y belleza y misterio. Y creo que Chomón es un descubrimiento que queda para siempre. Lo curioso es que su trayectoria se puede ver también como un reflejo del cine de hoy, ya que el cine de entonces ya estaba muy constreñido por los presupuestos y por el éxito de público. Él tuvo que resurgir de las cenizas en muchas ocasiones y se vio obligado a hacer de todo en la profesión”.
Durante años, la manera en la que muchos se han referido a Chomón es como “el Méliès español”, ya que se inició bajo su tutela y más tardé compitió con él y compartieron muchas cosas. “Sin embargo, la gran diferencia entre Segundo de Chomón y Méliés es que Méliés era más teatrero y Chomón esencialmente cinematográfico, en cuanto a la voluntad de narración”, asegura Lafuente. “En este sentido, El hotel eléctrico es una obra maestra y hay que seguir diciéndolo”.
De Aragón al cine
También se debatía esta mañana sobre el hecho de que tantos grandes cineastas españoles procedan de Aragón, desde Luis Buñuel a Carlos Saura, pasando por José Luis Borau o el compositor Antón García Abril. “Aragón te da una determinación y hay que tener mucha perseverancia para conseguir objetivos, pero más importante que ser testarudo es ser libre, sobre todo para un cineasta”, explica González-Sinde. “Y quizá sí que hay algo de eso en la tradición o en la cultura de la clase media o la pequeña burguesía de Aragón. Ese permiso para ser libre, para pensar de otra manera. Eso está ahí, en Buñuel y en Chomón. Y quizá estar en una zona física que tenía un tejido industrial pero que no era epicentro cultural como Madrid o Barcelona, sino que estaba al margen, genera un caldo de cultivo para que uno pueda dejar fluir su imaginación. El trabajo de Chomón y el trabajo de Buñuel, que para mí están muy relacionados, tienen mucho que ver con la imaginación”.
Sin duda, con este homenaje colectivo en torno a Segundo de Chomón, se cumple adecuadamente con la necesidad de redescubrir a un gran nombre propio del cine universal. Un creador cuya obra cinematográfica puede y debe difundirse entre el público actual por su trascendencia y singularidad. “El cine es todavía muy deudor de la literatura, todavía no ha encontrado su ser interior”, apunta Lafuente. “El cine todavía se plantea qué es estrictamente la narración. Y ahora, en una época en la que el cine estéticamente es muy conservador, todavía es más fácil admirar el atrevimiento y la modernidad de personas como Chomón. Por ejemplo, Una excursión incoherente es de una fascinación en cuanto a la imagen memorable”.