La gala de los Goya, la supuesta fiesta del cine español, volvió a ser un espectáculo tedioso, con un cierto aire tristón, lo que es especialmente grave en una edición dedicada a Berlanga. ¿Dónde estaba el humor, el follón y el alboroto? La propuesta de la Academia para homenajear al director fue, cuanto menos, discreta y ninguno de los galardonados hizo en su discurso de agradecimiento mención al cineasta, ni siquiera un José Sacristán que trabajó con él en dos ocasiones. Tampoco tuvo mayor protagonismo Berlanga en el discurso del presidente de la Academia, Mariano Barroso. Eso sí, León de Aranoa se acordó de Borau y Cate Blanchett, de Buñuel.
Precisamente el Premio Goya Internacional propició uno de los momentos bizarros de la noche, con Almodóvar haciendo un gesto con la mano para que los amodorrados asistentes se levantaran a ovacionar a la actriz. Todo ha parecido improvisado con este galardón, anunciado hace apenas diez días. La actriz se encontraba en Madrid ensayando para la nueva película de Almodóvar, la adaptación de Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin, y la Academia debió pensar que era un buen guiño al director, al que habían dejado sin competir con Madres paralelas en unos Óscar en los que ha rascado por su cuenta dos nominaciones: actriz para Penélope Cruz y banda sonora para Alberto Iglesias. Sin embargo, en los Goya se fue de vacío. El premio a Blanchett pareció una compensación, y también tuvo un cierto aire de promoción del nuevo filme del manchego, del que se ha hablado mucho estos días. En cualquier caso, y pese a sus virtudes, Madres paralelas tampoco ha convencido al público, ya que la película tan solo ha convocado al cine a 426 mil espectadores, uno de los peores resultados en taquilla para el cineasta.
La triunfadora de la noche fue El buen patrón, que se llevó seis galardones, entre ellos el de mejor película. Fernando León de Aranoa consiguió el de mejor director y el de mejor guion original y Javier Bardem se llevó el cabezón al mejor actor. Las 20 nominaciones, récord absoluto -aunque uno se pregunta qué hacía la película nominada a mejores efectos especiales- le habían otorgado la condición de favorita y no hubo sorpresas. El buen patrón, que sí ha contado con el favor del público, consigue que sintamos empatía por su protagonista, un empresario magistralmente interpretado por Bardem capaz de todas las maldades posibles, y quizá ahí radique su mayor logro. Además, esta oscura sátira sobre el mundo laboral era sin duda el filme más berlanguiano de todos los nominados, por lo que su victoria redime algo el descafeinado homenaje al director valenciano.
Por su parte, Blanca Portillo dio la sorpresa imponiéndose a las favoritas Penélope Cruz y Petra Martínez como mejor actriz. Las tres intérpretes brillaban como nunca en sus papeles, por lo que cualquier decisión hubiese sido aceptable. Sin embargo, el reconocimiento a Portillo, unidos a los premios a mejor actor de reparto a Urko Olazabal y a mejor actriz revelación para María Cerezuela, otorgaban un justo reconocimiento a Maixabel, la película de Icíar Bollaín, que consigue con el tono adecuado acercarse a un tema de alto voltaje como la reconciliación de verdugos y víctimas del terrorismo vasco. Una película valiente y honesta.
La leyes de la frontera, de Daniel Monzón, tuvo un protagonismo imprevisto con cinco premios, tres técnicos, actor revelación para Chechu Salgado y mejor guion adaptado -parte de una novela de Javier Cercas-, aunque su propuesta palidece ante el atrevido acercamiento de Agustí Villaronga a un texto de Baricco en El vientre del mar. Las leyes de la frontera, que no era tan quinqui como la pintaban, sí es un entretenimiento solvente con buenos valores de producción y quizá ahora pueda recibir una segunda oportunidad en una cartelera en la que no tuvo mucha suerte: apenas 106 mil espectadores.
Clara Roquet conquistó el premio a mejor dirección novel por Libertad y puso de manifiesto el interés que despiertan en la Academia de Cine el talento y la mirada femenina de las nuevas generaciones, ya que es el quinto galardón seguido en esta categoría que conquista una mujer tras las muy talentosas Carla Simón, Arantxa Echevarría, Belén Funes y Pilar Palomero. La película de Roquet, con ecos a Saura, Erice o Lucrecia Martel, era la más redonda de todas las nominadas, con fondo y forma perfectamente engranadas, pero la liviandad de su argumento, esa historia de iniciación a la vida de la pequeña Nora, quizá le restó posibilidades antes los grandes temas que abordaban sus competidoras (mercado laboral, inmigración, terrorismo, memoria histórica...). Una pena. Como también lo fue que Quién lo impide, de Jonás Trueba, su magistral acercamiento a la adolescencia, solo encontrara acomodo en la categoría de mejor documental, donde ganó.
Ambos filmes, Libertad y Quién lo impide, eran los representantes de ese otro cine independiente, hecho más en los márgenes, del que la Academia suele olvidarse. Este año la omisión de algunos títulos rozaba la negligencia, pues filmes como Espíritu sagrado (Chema García Ibarra), Seis días corrientes (Neus Ballús), Destello bravío (Ainhoa Rodríguez) y Karen (María Pérez Sanz) eran sin duda las propuestas más atrevidas y radicalmente contemporáneas de toda la cosecha de 2021.
Por último, resulta desconcertante que un título de 2020 como Otra ronda, de Thomas Vinterberg, reciba un Goya en 2022, por merecido o inmerecido que sea. Quizá fuera lo más berlanguiano de la noche, junto a los fuegos artificiales.