En los últimos tiempos, el mito de la maternidad “perfecta” ha sido sometido a una profunda revisión. Frente a la imposición ancestral de una madre entregada en cuerpo y alma a su hijo, las mujeres expresan cada vez con mayor claridad sus miedos, frustraciones y dilemas ante un fenómeno que también coarta su libertad y en muchos casos sus expectativas laborales o sentimentales. Adaptación de una exitosa novela de Elena Ferrante, La hija oscura, nominada a tres Oscar incluyendo el de mejor actriz para la protagonista, la distinguida Olivia Colman, reflexiona sobre esa zona gris en una especie de “thriller de lo cotidiano”.
Narra el viaje a una isla griega de una estadounidense de 48 años (Colman) y su extraño comportamiento. Por una parte, observa con una mezcla de fascinación y terror a una familia que pasa el verano en el mismo lugar, unos tipos de Queens (Nueva York) con pinta de macarras y aspecto peligroso mientras se hace amiga de un chaval veinteañero que le tira los tejos. El giro inquietante llega cuando, de manera aparentemente inexplicable, roba la muñeca de la hija de los “intrusos”, lo cual provoca una crisis familiar mayúscula ya que la niña está desesperada ante la pérdida.
Actriz con talento, Maggie Gyllenhaal (Nueva York 1977) ha brillado en películas indies como Donnie Darko (2001) o Secretary (2002). En su debut como directora, partiendo de una trama mínima poco a poco nos va contando el pasado de la protagonista, marcado por una maternidad dolorosa y una decisión traumática. El gran mérito del filme es mantener la tensión con unos mimbres mínimos y crear al mismo tiempo un personaje perturbador pero no excesivo ni “friki” sino dolorosamente cercano. Habla el sociólogo francés Gilles Lipovetsky en De la ligereza del fenómeno del “arte interesante” y hay mucho de eso en esta película mucho más “interesante” que lograda. Al final, después de tanto misterio, uno tiene la sensación de que apunta mejor que dispara.