La proyección cinematográfica de Buñuel es tan alargada que ha eclipsado cualquier otra faceta o dedicación del director de películas como Un perro andaluz o Las Hurdes, tierra sin pan, por mencionar solo dos películas que realizó entre 1922 y 1935, período en el que Jordi Xifra, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra y director del Centro Buñuel de Calanda, se ha centrado para engavillar, con criterios escrupulosamente académicos, su obra literaria.
¿Son sus logros literarios parangonables con las impresionantes cotas de excelencia conseguidos en el ámbito fílmico? Xifra considera que sí, pero, matiza, “la orfebrería creativa de sus producciones fílmicas está más curtida que la de sus versos”. Difícil encrucijada porque Buñuel dialogó con ambos mundos, especialmente en sus comienzos, sin establecer fronteras insalvables ni con su prodigiosa manera de investigar en las corrientes vanguardistas de la época, especialmente en el surrealismo, ni con su búsqueda para encontrar la poesía allí donde hubiese un filón para extraerla.
Relatos como Una jirafa, uno de sus más conocidos “manifiestos” surrealistas, obras como la “antipieza” teatral Hamlet, compuesta junto al “residente” Pepín Bello en torno a 1927, cuentos como el “quijotesco” La descomunal batalla de las catedrales y las vagonetas, poemas (algunos en prosa) como Bacanal, No hay Dios o El arco iris y la cataplasma, precursores ensayos cinematográficos como Découpage o segmentación cinegráfica, Del plano fotogénico o Variaciones sobre Menjou y críticas de películas como Metrópolis, de Fritz Lang, Napoleón, de Abel Gance, y El colegial, de Buster Keaton, consiguieron, avant la lettre, hacer historia en publicaciones como La Gaceta Literaria o Cahiers d’Art.
La edición que presenta Cátedra, acotada, recordemos, al mencionado período que comprende parcialmente las décadas 20 y 30 del pasado siglo, tiene como antecedentes ineludibles la pionera compilación que ya hiciera Agustín Sánchez Vidal en 1982 en Obra literaria, trabajo que contó con la valiosísima y decisiva colaboración del autor. El catedrático de la Universidad de Zaragoza (y experto incontestable en la obra de Buñuel) volvería sobre algunos aspectos de este legado en Buñuel, Lorca, Dalí: el enigma sin fin. Manuel López Villegas daría continuidad a este proceso de investigación en Escritos de Luis Buñuel, que Páginas de Espuma editaría en el año 2000.
Con estos antecedentes, sancionados por el propio autor en el caso de Sánchez Vidal, Xifra emprende su camino haciendo un pormenorizado estudio de cada uno de los textos, contrastando en todo momento su erudito criterio personal con lo realizado por Sánchez Vidal y López Villegas pero otorgándole una estructura propia tanto en lo que respecta a la clasificación de los textos como al fondo y la forma de los mismos, desarrollando una profusa exhibición de notas a pie de página que crean un documentado y riguroso estudio paralelo en el que merece la pena zambullirse para fijar la intrahistoria de cada artefacto narrativo, primera y más firme vocación del joven Buñuel.
Pero por encima de los estudios formales de su obra literaria, perfectamente (y casi seguro definitivamente) recogidos en este estudio, podemos acceder en este volumen al placer de leer piezas como Suburbios (“la lata vacía, el can hambriento, el ratón despanzurrado o el farol de gas desempolvado y torcido”) o Por qué no uso reloj (“el Tiempo se alargaba demasiado”), donde sintonizamos con su sensibilidad hacia la realidad más descarnada y con “novísimas” teorías científicas como las de Einstein.