No es “otra película de la guerra civil” porque nunca habíamos visto el conflicto de esta manera. El ya casi veterano realizador Javier Ruiz Caldera (Viladecans, 1976), autor de taquillazos como Promoción fantasma (2012) o 3 bodas de más (2013), se alía con el hasta la fecha montador Alberto de Toro (Barcelona, 1972) para realizar un filme que, según ellos mismos, es sobre todo “de aventuras y fantástico” en el contexto de la guerra civil. El héroe, o más bien el antihéroe, es Jan (Miki Esparbé), un oficial revoltoso del bando franquista que debe atravesar las líneas enemigas para llevar un mensaje.
Acompañado del joven (y virgen, como todos en su pueblo) Decruz (Manel Llunell), primero son retenidos por un comando republicano liderado por el “sargento” (Luis Callejo) y poco después no tendrán más remedio que colaborar con sus enemigos cuando son atacados por los zombis. Inspirándose en John Carpenter, George A. Romero o Tarantino, los directores realizan un filme de entretenimiento puro y duro en el que, también, hay un canto a la concordia más allá de las diferencias políticas.
Pregunta. Hay una gran mezcla entre géneros, y aunque sucede en un lugar horrible como la guerra civil, es una película de aventuras, una comedia, un terror movie, hay fantástico… ¿Cómo manejaron tantos registros?
De Toro (DT). Se trata de una película de aventuras y acción con toques de terror y suspense y un poco de sentido del humor. Ha sido inconsciente. La novela no tiene comedia ni referencias al wéstern, era básicamente una novela de terror. Repasamos el guión de Jaime Marques y metimos lo que teníamos en la cabeza. La película nos ha salido así, no ha sido premeditado.
Ruiz Caldera (RC). Hacer una película de género puro es complicado, es más rica cuando tocas muchos palos. No es una comedia. Marcábamos una línea muy clara de que el humor iba en los personajes y los diálogos, no hacer comedia con el terror, los zombis o la guerra civil. No es una parodia. Es un género fantástico.
P. ¿Querían dar un mensaje de concordia?
RC. Lo que nos atrajo de la novela, además de la premisa de “zombis en la guerra civil”, fue que el protagonista es muy original. No estamos acostumbrados a ver películas con un protagonista del bando nacional. Jan (Esparbé) es un tipo peculiar, cansado, desencantado de la guerra, con una moral muy clara… Usamos la guerra civil como marco, no es una película sobre la guerra civil, es una película de personajes. El espectador puede reflexionar y es verdad que lanzamos muchas cosas y damos palos a todos lados. No sé si es conciliadora o todo lo contrario, porque también puede interpretarse como “estamos todos fatal”.
DT. La base del drama es el conflicto y está muy claro. Lo usamos como en Asalto a la comisaría del distrito 13 (John Carpenter, 1976), donde se alían policías y convictos cuando son atacados por una pandilla callejera. En el Festival de Sitges la gente encontraba paralelismos con la pandemia. Más que las películas reflejan la realidad, la realidad se mira en las películas. Depende del contexto social y político tienen distintas lecturas. Tiburón (Spielberg, 1975) se entendió como una alegoría de Vietnam que luego no se ve por ningún lado. Si se genera este debate es que la película está viva. Lo que nunca perdemos de vista es que es una película de clase A por presupuesto y actores, pero con aroma de serie B, de Carpenter o Romero. Esos títulos de “programa doble” de finales de los 70 y principios de los 80.
RC. En las películas de género que nos gustan siempre nos hablan de cosas. Las películas de zombis no tratan de los muertos, hablan de los vivos. Sería redundante por nuestra parte enfatizar un “mensaje”. La película se rodó antes del coronavirus y cada uno puede entenderla como quiera.
P. ¿Son los zombis en este caso una metáfora de la deshumanización a la que conduce la guerra?
DT. El padre del género de zombis es George A. Romero y siempre se vieron sus películas como muy políticas. La primera es un paralelismo con el alzamiento del tercer mundo, la segunda es una crítica al consumismo y la tercera es una batalla de científicos contra militares en el día de los muertos. Es el padre de este cine y algo ha quedado.
RC. El zombi siempre es una excusa. En este caso son otras víctimas más.
P. ¿Los fanáticos son siempre los peores?
DT. ¡No son buenos los fanatismos! No hemos querido hacerlo explícito. Si se ha notado es porque no creemos en ellos.
RC. Esta película es antibélica total. Hay un abanico de personajes, como ese Decruz (Llunell), que por una cuestión geográfica tuvo que estar en el bando nacional. Mucha gente estuvo en uno u otro lado porque le tocó estar allí. Lo que nos interesan son los personajes.
P. Esas escenas en las que todos apuntan a todos recuerdan a Tarantino. ¿Fue un referente?
DT. Yo no veo tanto la comparación, hay alguna cosa de Malditos bastardos (2008). En parte me da vergüenza porque me parece un genio real. Es mi director vivo favorito. Él hace un cine más elaborado, es una reconstrucción de los géneros. Lo comparo con Kubrick cuando hace terror y comedia, se adscribía a los géneros para explicar otras cosas. Nosotros hemos querido hacer una película de género puro y duro. El “mexican stand up”, esas secuencias donde todos se apuntan, sí son muy de Tarantino y son fantásticas. No se lo inventó él, lo vio en City of Fire (Ringo Lam, 1987), todo son vasos comunicantes.
RC. Eso lo hemos llevado al paroxismo, se apuntan, se desapuntan y luego se vuelven a apuntar. A Tarantino lo hemos usado como referencia en algunos detalles del vestuario, o al utilizar el escenario bélico saltándote el rigor histórico en favor de la estética de lo que quieres contar en ese momento. Eso no significa que queramos hacer una película “tarantiniana”. Buscamos algo más pulp, y nos inspira el cómic, hay un coctel referencial para comunicarnos con el equipo, pero no es una película referencial. Si algo somos es el hermanito pequeño de Carpenter. Nos gusta mucho.
DT. Si hay algún paralelismo claro es con Carpenter. Él ha compuesto una canción de la película. Nos gustan mucho sus antihéroes, tipos como el Napoleon Wilson de Asalto a la comisaría del distrito 13 o el Jack Burton de Golpe en la pequeña China (1986). Es un héroe, resuelve las cosas, pero también es un payaso, es sarcástico y funciona como antihéroe a la vez. Como presentamos al personaje en la película ya vemos qué tipo de persona es.
P. ¿Lo bueno de los nazis es que pueden encarnar el Mal sin matices y todos lo entendemos?
DT. Marca mucho las intenciones de la película, el segundo o tercer plano cuando aparece el nazi. Ya sé en qué tipo de película estoy. Puede parecer algo costumbrista, histórico… pero al tercer plano te desactiva todo eso.
RC. Qué nazi. Es casi Darth Vader. En los primeros minutos Malnazidos parece de época, con la guerra civil, la boda… se rompe con la entrada de un personaje de cómic pulp, con esa estética. Nos gusta generar esa sensación, el espectador puede pensar “es una película de la guerra civil”, pero te vamos a romper esa idea con una estética como no has visto antes.
P. El final es apoteósico, ¿no hay película de zombis sin desmadre?
DT. Todas las películas de zombis, o las que más nos gustan, tienen una especie de explosión final donde hay una invasión. En la trilogía de Romero siempre hay ese código que queremos mantener. Los personajes pueden ir luchando contra los zombis uno a uno, pero tiene que acabar con una invasión.
RC. Costó, pensábamos que no íbamos a encontrar esa localización con trenes antiguos. Nos negamos a ceder. La película se merecía un final así de grande. Los personajes se merecían eso. Hubo un esfuerzo brutal de producción, localizaciones, arte… Ese es el final que deseábamos y el espectador se lo tiene que pasar muy bien.
P. ¿Cómo ha sido su colaboración como directores?
DT. Muy fluida. Íbamos a hacer una reunión para repartir las tareas, pero no se dio. Llego el día del rodaje y la cosa funcionaba y continuamos para adelante. La premisa era no discutir nunca delante del equipo. Habernos peleado habría sido patético, porque el director tiene que mantener una autoridad para manejar a cien personas. Ojalá tuviéramos una anécdota sobre que nos tuvimos que gritar en privado, pero no hubo ni discusiones. Lo preparamos todo mucho.
RC. Dirigir es muy solitario. Estás rodeado de mucha gente, pero estás tratando todo el rato de comunicar que es lo que tienes en la cabeza. Al tener a un cómplice por primera vez en mi filmografía se multiplicaba la fuerza, Dos cabezas piensan más que una si van en la misma dirección, es mejor. Pactamos que si nos peleábamos sería en privado como un matrimonio, pero no sucedió. Quizá más era lo que no queríamos que lo que queríamos.