El mordaz Ricky Gervais creó un personaje icónico en The Office, ese jefe cretino y mediocre convencido de ser muy gracioso. Su versión estadounidense, más conocida, es menos brutal que la británica y tiene a Steve Carell como protagonista. La vida de oficina es la rutina para cientos de millones de personas en todo el mundo y aunque la pandemia y el teletrabajo parecen ponerla en amenaza, se mantiene robusta en el corazón de la vida productiva. En nuestro país, el Arturo Valls de la serie televisiva, breves episodios grabados desde la máquina de café, es un trasunto de ese “jefe gilipollas” que barruntó Gervais como crítica a las perversas relaciones de poder que pueden establecerse. Ya lo dice nuestro refranero, “si quieres conocer a menganito, dale un carguito”.
Divertida, disparatada, inspirada en sus mejores momentos, Camera Café es una muy digna adaptación al cine de la serie. Protagonizada por Valls en la piel de Quesada, lo vemos primero tocando fondo y luego redivivo cuando por carambola acaba convirtiéndose en el jefe. Al tono mordaz propio de The Office, en el que también se pone de relieve una cierta grisura de la cultura occidental, acomodada y falta de nervio, se unen los tópicos patrios. A saber, el protagonista se pasa la jornada en el bar de caña en caña disfrutando tapas de gambas. En Sólo para hombres, dirigida por Fernán Gómez en 1955, ya veíamos reflejado ese tópico, con mucho de cierto claro, del oficinista español vago y poco productivo que forma parte del imaginario patrio. “Vuelva usted mañana”, decía Larra en su famoso artículo.
Comedia sin pretensiones de ser nada más que divertida, cosa que consigue, la película también enlaza con una cierta tradición surrealista patria al introducir elementos como una urna con cenizas parlante que sirve como voz de la conciencia de una secretaria (Esperanza Cañizares), un contable que también trabaja como mago (Javier Botet) o un globo mágico que Valls guarda como una reliquia. Con un buen plantel de secundarios como Joaquín Reyes (el “informático virgen”) o Carlos Chamarro como el colega del jefe, Camera Café cuenta una historia muy hollywoodiense de caída y ascensión con toques de drama familiar y acaba divirtiendo sobre todo por la gracia de sus gags y un permanente sentido de pitorreo muy saludable.