Hace no mucho, se estrenaba En un lugar salvaje, sólido debut como directora de Robin Wright en el que narraba el doloroso duelo de una mujer que ha perdido a su familia en un lugar apartado de las montañas. Con un tono similar, en La cima, Ibon Cormenzana (Bilbao, 1972) narra el encuentro entre dos desconocidos en un lugar insólito como el Annapurna en el Himalaya.
Allí va a parar Mateo (Javier Rey), un treintañero aficionado al alpinismo y obsesionado con alcanzar esa “cima” del título como símbolo de su capacidad de superación de una tragedia personal. Tras sufrir un accidente, será protegido por Ione (Patricia López Arnáiz), una montañera de fama mundial que atraviesa también una crisis, ya que después de haber concluido la escalada de los 14 “ochomiles” no encuentra un aliciente a la vida.
“Es mucho más existencialista que deportiva”, explica Cormenzana. “Quería hacer una película que le pudiera llegar a mi madre, no a los montañeros. Yo soy aficionado, pero muy amateur, no he subido a ningún “ochomil”, lo mío son los Pirineos”. Aderezada con algunas imágenes espectaculares de los paisajes del Himalaya (rodados en los mismos Pirineos) y secuencias de acción, gran parte de la película transcurre en la cabaña en la que vive escondida del mundo la célebre alpinista. “Creo que en nuestro mundo urbano es muy frecuente pasar por esas épocas en las que sientes que tienes un trabajo aburrido y monótono, no tienes ilusión por la vida y estás perdido”.
Una historia metafórica
La “cima” del título se corresponde con la del Annapurna, que el protagonista está obsesionado con escalar pero también, o sobre todo, es una metáfora de su propia superación de una trágica pérdida. “De niño cuando me enfrentaba a un problema lo que hacía era ponerme un reto casi imposible. En plan: si consigo esto, le doy un beso a esa niña, y me he inspirado en eso”, dice el director. “Al final no es tanto alcanzar esa cima como el viaje lo que hace que Mateo pueda superar esa situación, un viaje en el que aparece Ione. Mientras estás vivo, nunca sabes en qué momento puede abrirse una puerta y cambiar todo. La historia está contada como una metáfora. La realidad es que a todos nos cuesta mucho cambiar y no solemos hacerlo hasta que nos metemos una buena hostia”.
Mateo irrumpe en la soledad de esa alpinista desolada como una molestia que acaba siendo el huracán renovador. “Creo que es importante saber estar solo, tienes que pasar por un camino de soledad para contactar con más gente. Primero te tienes que cuidar tú, porque sino no te va a cuidar nadie. Y luego quizá puedes cuidar a otros”. Ese camino de sanación no será fácil y además de por la soledad también pasa por reconectar con las esencias de la vida. "La naturaleza es el tercer personaje. Dentro de ese existencialismo, creo que nos pasamos la vida dándole vueltas a las cosas cuando lo más importante en realidad es mucho más sencillo. La montaña eso te lo da, es un lugar en el que aprendes a apreciar el momento y donde una lata de conservas te sabe mejor que un restaurante de cinco estrellas. Yo me aficioné cuando quise superar una situación personal complicada", explica el director.
Productor de películas tan exitosas como Blancanieves (Pablo Berger, 2012) o Madre (Rodrigo Sorogoyen, 2019), Cormenzana comenzó su andadura como director con el drama Jaizkibel (2001) y también ha dirigido la película de aventuras juvenil Los Totenwackers (2007) y el drama Alegría, tristeza (2018). “Cuando entré en el mundo del cine me interesaba más dirigir que producir. No tuve otra manera de arrancar que producirme a mí mismo y vi que me gustaba hacerlo. He tenido la suerte de trabajar con grandes directores y aprender de su talento. Ahora vuelve a interesarme más dirigir que producir”. Pronto veremos Culpa, su nueva película, protagonizada y coescrita por Manuela Vellés.