Las sesiones del proyecto Let it Be (1970), que nacieron bajo la conciencia de convertirse en un álbum, un directo y una película, vendrían a representar cierto epicentro en la ruptura de los Beatles. Así lo retrató hasta donde pudo (o le dejaron) el director Michael Lindsay-Hogg: como el relato del intento del grupo que, tras las experimentaciones sonoras de The White Album (1968) y Yellow Submarine (1969), quería recuperar su antiguo espíritu de grabar música en directo, de la forma más simple, sin capas ni trucajes.
Pero aquello acabó por alejar aún más a Paul, John, George y Ringo. Volverían a reunirse para Abbey Road (1969), si bien el álbum Let it Be, editado con posterioridad, sería su verdadero epitafio. El filme de Lindsay-Hogg había permanecido como una pieza semioculta, no del todo apreciada, seguramente porque en sus imágenes hay más promesas que resultados de lo que aconteció en aquel mes de enero de 1969. La expansiva miniserie de Peter Jackson The Beatles: Get Back (2021), producida por Disney, nos ha permitido hace unos meses ser testigos de lujo de ese proceso, comprenderlo desde su cadencia, su rutina, incluso su epopeya.
El arranque del segundo capítulo se ofrece acaso como la pieza hasta ahora escondida de un rompecabezas que encierra uno de los grandes agujeros negros de la historia de la música popular. Un micrófono oculto en la cafetería de los estudios Apple de Savile Road –donde se creían a salvo de las cámaras que los capturaban sin interrupción en la sala de grabación– registró la conversación entre Paul y John que explica tantas cosas. Si ese momento hurtado a las omnipresentes cámaras en las vidas de los Beatles emerge como nudo gordiano del final de una era (y ya podemos dejar de especular con que fue Yoko Ono la responsable), las ocho horas de la serie documental del neozelandés, donde vuelve a contarnos de otro modo la odisea de cuatro hobbits enfrentados a todo tipo de obstáculos para destruir el anillo de poder, actúa ahora como epicentro de los dos largometrajes que se estrenan en salas: el documental The Beatles y la India, de Ajoy Bose y Peter Compton, y la remasterización del concierto filmado por Richard Lester, Paul McCartney’s Get Back (1991).
Abierta la veda de derechos y permisos de reproducción –ahora que las viudas de John y George han desbloqueado material inédito–, estas películas no suman grandeza, sino más información, a la ingente producción audiovisual generada por la banda de pop más famosa del mundo. De hecho, Paul Saltzman regresó hace pocos años al ashram de Rishikesh donde compartió retiro espiritual con sus otrora amigos los Beatles y el Maharishi Mahesh Yogi, como puede verse en el documental titulado The Beatles Meeting The India (2020).
Aquella escapada de 1968 fue la segunda de las largas visitas del grupo al país asiático, donde experimentaron un verano de amor espiritual y compusieron gran parte del White Album. El rango de tiempo que recorre The Beatles y la India es mayor, pues da fe de la primera visita con imágenes en blanco y negro que contrastan con el colorido de su regreso cuatro años después. El documental de Bose y Compton que llega ahora a las pantallas recuenta la historia entre la banda británica y la música india, especialmente a través de Harrison, pero también la decepción del grupo con el manipulador Maharishi, quien tras la muerte del manager Brian Epstein se autoproclamó como el nuevo gurú de los Fab Four.
Adiós desde Savile Row
El vacío dejado por Epstein siempre se reveló como el punto cero de la disolución del grupo, que daría su último concierto en el tejado de Savile Row con el que terminaba la grabación de Let it Be y por tanto la miniserie de Jackson. Fue la gloriosa culminación a varias semanas de tensiones pero sobre todo de una febril creatividad. Después de aquello, en su carrera en solitario junto a la banda The Wings, McCartney tampoco se dejó ver mucho en los escenarios, acaso por su falta de magnetismo en directo, como se aprecia en el concierto filmado por Lester de su gira de 1989-1990.
De hecho, en doce de los veinte temas de este concierto recogido en Paul McCartney’s Get Back –remasterizado en su 30 aniversario–, Lester introduce abusivamente planos del público, fragmentos de Qué noche la de aquel día (1965) y material de archivo de la imaginería de los años sesenta. El filme por tanto no es en rigor un concierto filmado ni tampoco un relato de reminiscencias, sino un video promocional que legítimamente quiere aprovecharse de la perpetua corriente de la ‘beatlemania’ para acabar naufragando entre dos aguas.