Glorificado primero por los medios en su condición de héroe literario de las banlieues. Vapuleado después cuando salen a la luz unos tuits antisemitas y homófobos. Por un lado, Karim D. (Rabah Nait Oufella), el joven que ha hecho llorar a Francia con una novela en la que explica la lucha sin cuartel de su madre magrebí por sacar a la familia adelante limpiando casas. Por el otra, Arthur Rambo, su alias, el tuitero furibundo que confunde el humor con la ofensa más vulgar y que incluso jalea la masacre terrorista de Charlie Hebdo.
Cineasta siempre atento a las problemáticas sociales, el francés Laurent Cantet (Melle, 1961) alcanzó celebridad mundial con Recursos humanos (1999), en la que abordaba las relaciones de poder en la empresa en tiempos de precariedad laboral, tema que volvió a tratar en El empleo del tiempo (2001). Las dificultades de la integración racial ya aparecían en la magistral La clase (2008), película sobre un grupo de adolescentes de origen diverso que ganó la Palma de Oro en Cannes. En tiempo de elecciones presidenciales en Francia, Arthur Rambo, que se estrena el 22 de abril, une dos asuntos de máxima actualidad: la situación de los franceses de origen magrebí y la forma en que las redes sociales retuercen el debate.
Rompiendo fronteras
“Una de las dificultades de la escritura de esta película era encontrar la distancia justa con el personaje”, explica Cantet a El Cultural. “Karim D. es alguien que podría representar algo muy positivo. Vivimos en un mundo muy compartimentado y él consigue salir de las banlieues y romper las fronteras yendo a ese mundo de la cultura y los medios de comunicación. Esas personas están estigmatizadas por el simple hecho de vivir en esos barrios. Muchos son de segunda, tercera e incluso cuarta generación y se les sigue considerando extranjeros. Por eso sentimos empatía por el protagonista, a pesar de lo que ha escrito y el rechazo que esto produce. No quería que fuera alguien tan detestable que nadie quisiera seguirle, pero tampoco protegerlo tanto que se convirtiera en un mártir. Ese equilibrio entre el monstruo y la víctima fue lo más difícil durante todo el proceso”.
El precio del éxito es alto para Karim D. Admirado por el establishment cultural y la izquierda “bienpensante”, como la llama el propio Cantet, después de una brillante intervención televisiva, su caída es estrepitosa. Según el director: “Karim no sabe resolver ese dilema entre integrarse sin traicionar a sus orígenes. Lo que me interesaba era ver cómo pasa por distintos tribunales. Hay un juicio mediático muy claro. Luego está la editorial, que estaba orgullosa de haberlo lanzado y de su éxito, pero a partir del escándalo resulta que para ellos es peligroso seguir con él. No solo es una cuestión de dinero aunque también importa. Hay un mercado al que no pueden descuidar. Al final, Karim es el escalón más débil porque no tiene una red de protección social. Una vez es expulsado regresa incluso peor al lugar del que partió. Allí le censuran también sus amigos del barrio desde una perspectiva muy distinta. Y luego está el juicio íntimo de su familia”.
Arthur Rambo plantea preguntas complejas que van más allá de los consabidos cantos a la “concordia entre razas y culturas”. ¿Debemos ser tolerantes con el machismo o la homofobia en nombre de la tolerancia? “Hay un equilibrio que es complejo. Yo creo que algunos valores deberían ser compartidos y no específicos de una cultura. No creo en esa idea de la superioridad de nuestra civilización occidental que tenga que ser defendida contra los otros y deba ser omnipresente. No se trata de poner en un altar nuestra cultura por encima de otra, cualquiera que sea nuestro grado de humanismo. Por otra parte, es evidente que tampoco debemos renunciar a algunos principios en nombre de la integración”.
Cuando salen a la luz los tuits (cuyo contenido es indiscutiblemente ofensivo y vulgar), el propio Karim D. se defiende diciendo que es una broma. “Los tuits han sido difíciles de escribir”, añade Cantet. “Debíamos ir con mucho cuidado porque había una línea a partir de la cual hubiera sido imposible para el espectador sentir alguna simpatía por él. Hay una cólera enorme en este chico. Lo que yo comparto con él es esa cólera, la puedo entender. Hemos marginado y apartado de los núcleos de poder e influencia a un segmento de la población. Forzosamente esa ridiculización y humillación tienen consecuencias. Se necesita mucha fuerza para estar por encima de eso”.
Sin filtro
En este caso, el medio también es el mensaje. “El mecanismo de las redes sociales favorece la agresividad y el radicalismo porque todo se mete en el mismo nivel y todo va muy rápido. Creo que Karim D. no es consciente de la violencia de lo que escribe, lo hace en un instante sin reflexionar y es sincero cuando dice que se lo tomaba como una broma. Ha tratado de ocultar esa ira para integrarse, pero al final sale a la luz porque está allí. No soy un gran usuario de esas redes pero creo que cuando estás en ese flow no existe filtro y podemos llegar a decir cualquier cosa. Son un terreno fértil para la cólera porque las reglas son muy débiles, puede existir anonimato y eso provoca que surjan los insultos”.
En pleno ascenso en Francia de Marine Le Pen y del aún más radical Éric Zemmour, Cantet arremete contra todos: “El argumento biempensante de la gente de izquierdas se acaba pareciendo al argumento de la extrema derecha. En Francia existe una islamofobia muy fuerte y se habla de estas personas con desprecio. Falta una mirada humanista sobre el islam. Hay un vínculo muy fuerte entre las diferencias culturales y las diferencias de clase que agrava esa estigmatización. En realidad, no tengo muy claro si el verdadero problema de fondo es ese clasismo”.