Se dice el pecado pero no el pecador. El thriller español con excesiva frecuencia se convierte en un artefacto bien hilado pero falto de autenticidad en el que se mimetizan de manera excesiva los códigos impuestos por Hollywood. Es posible que esa estrategia dé resultados en taquilla pero el “cine” muchas veces brilla por su ausencia en estos productos de aspecto manufacturado.
Supone, por tanto, una muy buena noticia el estreno de esta espléndida La maniobra de la tortuga, en la que Juan Miguel del Castillo, del que ya apreciamos su debut, Techo y comida (2015), crece como director para alcanzar por momentos verdadera grandeza en esta película en la que sin apartarse de los códigos del thriller, logra extraer momentos de verdadera humanidad.
El arranque es todo un clásico del género. El “francés” (Fred Tatien) es un brillante inspector exiliado en Cádiz por mala conducta en Madrid. Los polis del cine negro, por norma, tienen que estar atormentados o no son polis. En este caso, vemos a un tipo con afición a la bebida y devastado por el asesinato de su hija adolescente. La aparición del cadáver de una joven de origen colombiano, después de haber sido violada, despierta viejos recuerdos. El jefe le tiene manía y el tipo comienza a investigar por su cuenta.
Aunque esta sea una película muy distinta a Techo y comida, Del Castillo vuelve a demostrar su buen ojo para el cine social mostrándonos no la ciudad del carnaval y la chirigota o sus aspectos más luminosos, sino una Càdiz sucia y empobrecida en la que la delincuencia es, para algunos, una forma de supervivencia, mientras otros se enriquecen para hacer ostentación banal.
La película trata en el fondo sobre el encuentro entre dos almas heridas. Ese policía borrachuzo que trata de redimirse ayudando a una familia desesperada y su vecina (Natalia de Molina), una joven enfermera que vive traumatizada por el acoso al que le somete su ex novio. Con mimbres clásicos, el detective sufriente, la joven en apuros, Del Castillo habla de temas eternos del cine negro como el sentido de culpa y la búsqueda de la redención.
El gran logro es que lo hace con una dirección excelente en la que logra crear una atmósfera turbulenta, malsana, en la que se respira verdadera humanidad. Sumen a eso las grandes interpretaciones de Molina y Tatien y el resultado es una película que posee el magnetismo y el misterio de aquellas obras que logran hablar de la parte más oscura del alma sin regodearse ni quedarse en la barrera.