Con Un nuevo mundo, Stéphane Brizé (Rennes, 1966) concluye una “trilogía del trabajo” en la que muestra la cara más perversa del capitalismo neoliberal, siempre con Vincent Lindon al frente del reparto. En la primera, La ley del mercado (2016), el actor interpreta a un hombre en paro que comienza a trabajar en un supermercado controlando que los empleados, con sueldos de miseria, no roben. La segunda, aún inédita en España, En guerre, trata sobre los trabajadores de una fábrica que deciden bajarse el sueldo para evitar su cierre, pero aun así la dirección apuesta por mandarlos a la calle. Dice Brizé que el protagonista de Un nuevo mundo, el director de una fábrica de componentes para electrodomésticos americana, enlaza con el guarda de seguridad de la primera, un hombre sometido a un dilema moral insoportable.
A pesar de los buenos resultados económicos, la dirección de Estados Unidos (un tal señor Cooper) decide recortar empleos para mejorar los beneficios. Philippe Lemesle (Lindon) se enfrenta a lo que su jefe de personal y la propia experiencia le dice que es imposible, mantener la producción sin comprometer la salud y la seguridad de los trabajadores con un recorte injustificado. Cuenta el director que la película trata sobre "el camino" del protagonista hasta llegar a ese discurso final, que ha sido recibido con aplausos en las salas de Francia. Fábula, o no, el director considera que es el neoliberalismo a ultranza el que está favoreciendo el auge de los extremismos en Francia y en todo el mundo.
Pregunta. ¿La película muestra el fin del modelo europeo basado en el Estado del bienestar?
Respuesta. La película plantea cuestiones muy humanas y éticas. Son asuntos que nos afectan a todos. En Japón o en China sientes que existe una forma distinta de percibir la realidad. Mi película precedente, En guerre, trata sobre una fábrica que va a cerrar dejando a 1100 personas sin trabajo. Estos aceptan bajarse el sueldo para evitarlo pero los patrones la quieren cerrar igualmente, entonces empiezan a luchar. En Estados Unidos constaté que no entendían la película, no entendían que los trabajadores no aceptaran un cheque de 30 mil euros porque tienen totalmente integrado que la empresa no les debe nada. Esto te indica hasta qué punto el hecho de que en Amazon se haya creado un sindicato significa una revolución colosal en ese país. Cuando exhibí esa película me di cuenta de hasta qué punto Europa y Estados Unidos son dos planetas distintos. Allí ha triunfado el liberalismo absoluto y eso es la normalidad. Es una victoria total de esa ideología. Es muy difícil incluso hacerles entender que es necesario que haya una red social para los pobres. Es el triunfo total del capitalismo. En Europa se está debilitando, pero aún existe una conciencia.
P. En muchasç películas se soluciona con una secuencia el trabajo del protagonista, ¿la ficción ha desdeñado la actividad a la que dedicamos tantas horas al día?
R. Por supuesto todos pasamos muchas horas al día trabajando. El problema es cómo las pasamos. En el caso del protagonista, vemos en primer lugar que trabaja demasiadas y que la mayor parte de ella son dolorosas y estresantes. La clave es la forma en que desarrollamos el trabajo. Trata de encontrar soluciones a problemas que en realidad no tienen solución. Muy poca gente tenemos la suerte de tener un trabajo que nos enriquezca y nos guste. Como director de cine tengo mucha suerte pero soy consciente de que mucha gente no la tiene.
P. ¿Los ricos también lloran en este capitalismo a ultranza?
R. No es una cuestión de dinero ni de riqueza. Ciertas personas podrían considerar que el protagonista es lo suficientemente rico como para negarse a acatar unas órdenes que son injustas. La riqueza en realidad es una cuestión relativa. Hay gente que vive de manera muy modesta y se niega a hacer cosas que van contra sus valores. Lo que plantea la película es un conflicto ético. En La ley del mercado el protagonista es un hombre sencillo pero se plantean las mismas cuestiones que en Un nuevo mundo. Es un problema del sistema al que se enfrenta todo el mundo, ricos y pobres. Todos nos hemos visto en la situación de poder escoger entre ser la persona que queremos ser y la que quieren que seamos.
P. La jefa del protagonista le dice todo el rato que no sabe “enfrentarse al reto” o que “no está a la altura”. ¿Quería poner en valor la manipulación del lenguaje corporativo?
R. La victoria del capitalismo es una victoria de cifras, por supuesto, pero también de palabras. Una palabra que se utiliza mucho en la empresa contemporánea es la idea del “coraje”. Se dice a los empleados que tengan “coraje” cuando lo que de verdad se les está pidiendo es que hagan cosas que no quieren y no deben hacer. Vivimos en la ley del mercado y los patrones americanos le dan a esa palabra un sentido contrario al real. ¿No es el verdadero coraje huir de lo que nos está causando sufrimiento? El protagonista toma una decisión que da miedo, que produce un gran vértigo en su vida, pero que al mismo tiempo acaba siendo inevitable porque si no se hunde. El camino del personaje trata sobre el camino que sigue hasta superar ese miedo para ser capaz de tomar una decisión que no habría sido capaz de tomar al principio de la película. Al principio él piensa que la culpa es suya, que no está a la altura de lo que le están pidiendo. Este es un hombre de buena voluntad que siempre ha encontrado soluciones, de golpe se encuentra con que no sabe cómo hacerlo y se culpa a sí mismo. Hasta que se da cuenta de que es la empresa la que le está pidiendo algo imposible, cree esa dialéctica tan manipuladora. La jefa le dice eso de “usted no está a la altura” de este reto y él lo cree.
P. ¿El capitalismo impone una justicia del “triunfador”?
R. Hay una nueva superchería que es “no eres capaz de ser feliz en la empresa”. Siempre te va a culpabilizar. Es una dialéctica muy denigrante sobre nuestra capacidad. Hay otro concepto que está muy de moda, la “resiliencia”. Eso se lo inventó un investigador francés, Boris Cyrulnik, y se está explotando al máximo. Ahora todo el mundo, desde el director hasta los cuadros bajos, tiene que ser “resiliente”. ¿Qué significa eso en realidad? Que es responsabilidad de los asalariados sobrellevar las dificultades que el propio sistema le pone.
P. ¿Es este sistema el que pone las bases de ese “malestar” en Francia del que tanto se habla y se vio con los chalecos amarillos o el ascenso de Le Pen?
R. Marine Le Pen es la consecuencia del liberalismo. Cuando Macron dice que va a luchar “cotidianamente contra Reagrupamiento Nacional”, no lo hará contra las consecuencias sociales de su propia política. Sin duda Macron no es racista ni xenófobo, no podemos decir que sea un hombre que esté en contra de los extranjeros, pero son sus políticas las que están creando ese auge extremista.