De filmar a Divine comiendo excrementos de perro a caminar por las señoriales moquetas de la administración pública. Dicen que la contracultura de hoy será la ortodoxia de mañana, y ese ha sido exactamente el caso de John Waters (Baltimore, Estados Unidos, 1946). El cineasta de culto ha venido a Madrid como invitado y padrino de la décima edición de Rizoma, el festival de cine “y cultura entrelazada”, cuyo preámbulo se celebra estos días en la capital, mientras que el grueso de sus actividades, proyecciones en competición y entrega de premios tendrán lugar del 15 al 21 de noviembre.
Un ejemplo claro de esta transición del underground más irreverente a las alturas del prestigio cultural es Pink Flamingos, que acaba de cumplir 50 años. En esta película con la que Waters inició su "Trash Trilogy" (la trilogía de la basura) había cinco escenas censuradas originalmente: la mencionada ingesta de heces caninas; una felación; un ano que canta; una inseminación artificial; y la muerte real de un pollo (usado después como juguete sexual…).
Waters sabe que hoy sería automáticamente cancelado por la cultura woke por lo del ave sacrificada y reconoce que no volvería a matar a un animal para una película, pero sigue defendiendo que “le dieron una vida mejor” al pollo, ya que además de salir en una película luego el equipo de rodaje se lo comió.
Censura de ayer y de hoy
“Antes los censores eran gente idiota. Los censores de la corrección política de hoy son más difíciles de combatir porque son más listos”, admite Waters, que recuerda las presentaciones de Pink Flamingos en campus universitarios, los únicos lugares donde les dejaban proyectarlas. Para calentar el ambiente, él salía ataviado como “un proxeneta hippie” y su amigo Harris Glenn Milstead, más conocido por su personaje Divine, aparecía rompiendo guías de teléfono por la mitad y lanzando pescado al público. Entonces entraban dos falsos policías que intentaban arrestarlos y Divine los estrangulaba hasta la muerte. Entonces las luces se apagaban y comenzaba la película. Qué tiempos.
A lo largo de los años, las cinco escenas censuradas de Pink Flamingos fueron readmitidas una a una y no solo eso: el año pasado, el Registro Nacional de Cine de Estados Unidos la incluyó en la solemne lista de películas dignas de ser conservadas por la Biblioteca del Congreso, un honor por el que el propio Waters dice sentirse “impactado”.
Aquellas primeras películas de Waters, considerado el pope del cine trash, fueron especialmente transgresoras y escandalosas. “Siempre íbamos hasta el límite de probar lo que no estaba permitido hacer”. En este sentido, considera continuadores de su legado no a auténticos cineastas, sino a Johnny Knoxville y el resto de la temeraria y malograda troupe de Jackass.
Waters ha sido el reclamo principal de la presentación del festival Rizoma este martes en la Casa de la Panadería, sede de Madrid Film Office, la oficina de promoción de rodajes de la Comunidad de Madrid. El director de películas como Cosa de hembras, Hairspray o Cry-Baby está en la capital española por segunda vez; la primera fue precisamente con motivo de la primera edición del festival. Antes de eso, reconoce que solo conocía España por las películas de Almodóvar.
“Siempre me sorprende que la gente sepa quién soy en tantos países distintos. Este año estuve en Polonia y había un hombre mayor entre el público que se parecía a Jrushchov. Tenía la pinta del tipo más comunista que te puedas imaginar. Y dijo: ‘Vi Cry-Baby cuando era ilegal aquí y cuando vi a Willem Dafoe dar una palmada en el culo a Johnny Depp, supe que yo era gay’. El público se volvió loco, era la última cosa que esperábamos que dijera”. Waters ha contado la anécdota para expresar lo bien que le hace sentir que sus películas “sean disfrutadas y comprendidas en distintas culturas”.
El cineasta, escritor y artista tiene una agenda apretada en Madrid. Esta tarde estará en Fnac Callao firmando ejemplares de su último libro, Consejos de un sabelotodo, y por la noche interpretará, en una única función, su monólogo Falso negativo en el Teatro Alcázar. En él habla de su obra, de la moda, de crímenes, de películas, de sexo, del Covid y de teorías conspiranoicas. “De todo menos de deportes. Bueno, un poco sí, porque una vez hice un anuncio de Nike. Yo, que no he lanzado una pelota en mi vida”.
En esta faceta de monologuista, que lleva cultivando bastantes años en Estados Unidos, pone en práctica la misma consigna que ha seguido en todo lo que hace: “He estado tantos años en activo porque me dedico a reírme de todo lo que amo, no de lo que odio”. Por eso ha conseguido mantener el equilibrio hasta el día de hoy en la cuerda floja de la incorrección.
Amante del cine europeo
En la presentación de Rizoma, Waters se ha mostrado muy seguidor del cine europeo. “Me gustan mucho las películas europeas que me hacen sentir mal. Son mis favoritas. Me gusta mucho Gaspar Noé y Bruno Dumont. Me llevan a mundos que no conozco, me asustan y me hacen reírme de cosas de las que nunca me había reído”. En cambio, ha entonado el mea culpa en nombre del público estadounidense. “Los americanos somos estúpidos. Solo hablamos un idioma y encima a mucha gente no le gusta leer subtítulos. Y yo me pregunto: ¿acaso no sabéis leer?”.
Aprovechando su viaje, la Filmoteca Española ha invitado a Waters para que programe uno de sus ciclos Carta Blanca. El cineasta ha hecho una selección ecléctica en la que figuran Una canción de amor (Jean Genet, 1950), Las horas y los tiempos (Christopher Münch, 1951); La ley del más fuerte (Rainer Werner Fassbinder, 1975), Heat (Paul Morrisey, 1972), Pink Narcissus (James Bidgood, 1971) y La soga (Alfred Hitchcock, 1948).
“Me propusieron hacer una lista de mis películas gays favoritas. Pero a los heteros también les gustarán”, ha señalado Waters. “Hay que programar cosas diferentes. Así es como vamos a lograr enganchar a los jóvenes para que vayan al cine”, ha afirmado en relación con el auge del consumo de cine a través de plataformas y desde casa.
Carlos Reviriego, director de programación de la Filmoteca y crítico de El Cultural, ha señalado la idoneidad de este ciclo, próximo a la celebración de la Semana del Orgullo LGTBIQ. Además, ha recordado que el año pasado por estas fechas, se recuperó el único ciclo que programó en toda su vida el cineasta Luis García Berlanga, que trató del cine homoerótico. Fue en los años 80, cuando dirigió la Filmoteca, y en la lista de películas incluyó una, precisamente, de John Waters.
"Básicamente un escritor"
Artista polifacético, además del cine John Waters practica la fotografía, la escultura y la instalación, aunque siempre desde una deliberada posición marginal en el mundo del arte, ya que “el mundillo del arte de Estados Unidos odian a la gente que se cuela en él procedente de otros ámbitos”. Además, considera que llamarse a uno mismo artista es una tontería. “Yo nunca me digo artista. Eso es algo que te dicen otros como un cumplido”.
Pero por encima de todo, John Waters se considera “básicamente un escritor”, ya sea de películas o libros. Ha publicado varios libros de no ficción y acaba de publicar su primera novela, Liarmouth: A Feel-Bad Romance. Precisamente, ha anunciado que hoy mismo en Madrid ha firmado la venta de derechos para su publicación en español. “Va a ser una traducción difícil, porque está llena de slang”, ha asegurado entre risas.
Su carácter multidisciplinar lo explica diciendo simplemente que “siempre hay que tener un plan B”. Si no puedes hacer una película, haz otra cosa. “No te quedes sin hacer nada, porque alguien está esperando para ocupar tu puesto”, ha recomendado a toda aquella persona con aspiraciones creativas.
Acerca de su filmografía, ha comentado: “Empecé haciendo películas underground y también he hecho películas para Hollywood, pero siempre he hecho lo que he querido”. Sobre su relación con Hollywood y la dicotomía entre hacer cine independiente a su aire o enrolarse en una gran maquinaria de producción donde mucha gente trata de decirte lo que deberías hacer, ha dicho que es “una cuestión de matemática simple: si te dan dinero para comprarte una casa, escuchas lo que tienen que decir. Si vas por tu cuenta, puedes hacer lo que te dé la gana”.
Aunque hoy la globalización y la fragmentación de las audiencias permiten que cada película tenga más posibilidades de encontrar a su público sea donde sea, Waters considera que “hoy es más difícil hacer películas independientes que antes, porque menos gente quiere verlas. De todas formas, Hollywood está deseando encontrar al próximo niño loco con una cámara. Cuando yo empecé no estaban tan dispuestos a ello”.