Francia quizá no siente mucho aprecio por sus banlieues, esas periferias de las ciudades donde viven los más desfavorecidos, pero su cine sí las tiene como escenario predilecto. En solo tres meses se han estrenado títulos valiosos sobre los arrabales: el drama romántico París, Distrito 13 (Jacques Audiard), la fábula social Gagarine (Fanny Liatard, Jérémy Trouilh) y el cuento moral Karim D. (Laurent Cantet).
Thomas Kruithof (París, 1976) se acerca a estos lugares desde el poder. Protagonizada por Isabelle Huppert, Promesas en París aborda los desvelos de una alcaldesa de los suburbios de la capital que se enfrenta a todos para “salvar” Les Bernardins, un edificio semirruinoso en el que malviven decenas de personas. Por una parte, los vecinos no pagan el alquiler y arrastran una deuda creciente mientras los especuladores subarriendan los apartamentos para convertirlos en “pisos patera”. Por la otra, Huppert descubre en sí misma una vanidad insospechada cuando se entera de que puede convertirse en ministra y sus ambiciones personales pueden colisionar con los intereses de la ciudad que dirige.
“El personaje de Huppert le dice a su sucesora que la política sacará lo mejor y lo peor de ella”, dice Kruithof a El Cultural en su visita a Madrid para presentar la película en el Festival Francia está en Pantalla. Prosigue el director de títulos como Testigo (2016): “En todos los personajes está esa parte luminosa del compromiso político pero también ese lado más oscuro que tiene que ver con la dificultad de ponerse de acuerdo para tomar decisiones. Quería un retrato de la política que no fuera ni cínico ni tampoco angelical. Los personajes pueden comportarse de manera cínica pero la película no lo es, busco la zona gris”.
Destino: los electores
Huppert es la protagonista absoluta del filme, una mujer contradictoria que no tiene más remedio que acabarse interrogando sobre su esencia: “El título se refiere a las promesas que los políticos hacen a los electores pero también a sí mismos –añade Kruithof –. Hay una esfera pública pero también otra íntima. La política hace que revises tu concepto de integridad. Y luego están tus defectos, tu fragilidad, tu pasado… Todo eso entra en el caos de la política. Al final, no se trata de quién tiene razón sino de quién lucha más, la voluntad es más poderosa que la inteligencia”.
Frente al esplendor palaciego de los centros de gobierno franceses, la miseria de algunos de esos edificios de la banlieue. “El problema de la vivienda apenas está presente en el debate político pero es crucial. Algunos de esos edificios están en ruinas pero investigando me sorprendió hasta qué punto sus habitantes defienden su derecho a vivir con dignidad”.
En año electoral en Francia, primero con las elecciones presidenciales y casi acto seguido con las legislativas, la impresión es que la situación de los inmigrantes está en el centro del debate. Dice Kruithof: “Las personas de origen extranjero quizá son los más vulnerables pero también hay franceses blancos en estos inmuebles. Originalmente, estaban pensados para la clase media y poco a poco se fueron degradando. Por eso, hay una desconfianza muy extendida hacia la clase política”.