Aunque en su autobiografía, Linterna mágica (Tusquets, 2015), Ingmar Bergman proclamó que “ninguna forma de arte va más allá de la consciencia ordinaria como el cine, directo a nuestras emociones, profundo en el cuarto crepuscular del alma”, el cineasta fue también un espléndido narrador que descubrió en sus diarios, novelas y relatos escondidos secretos de familia. Se dice incluso que la escritura fue su primera vocación, pues estudió Literatura e Historia del Arte en la Universidad de Estocolmo y debutó en el cine como ayudante de dirección y guionista de Tortura (1944), un texto que tendría origen en un relato escolar.
Autor de un centenar de obras, entre sus novelas destacan Las mejores intenciones (Tusquets, 1992), que hace unos meses recuperó la editorial Fulgencio Pimentel con su título original, La buena voluntad, y que es el primer título de su “trilogía familiar”. En él, a partir de fotografías, recuerdos, especulaciones y “frases escuchadas a media voz”, el cineasta reconstruye los primeros años de la turbulenta relación de sus padres. El segundo volumen es Niños de domingo (Tusquets, 1994, Fulgencio Pimentel, 2022), protagonizada por el intransigente padre de Bergman un fin de semana de verano, mientras que la heroína de Conversaciones íntimas (Tusquets, 1998) es la madre del joven soñador que es Ingmar, y esposa del reverendo Bergman, con sus frustraciones y secreta infelicidad, acentuada por el peso de las convenciones y por el sentimiento de culpa.
De la ajetreada vida sentimental del director de cine dan cuenta no solo sus cuatro matrimonios o sus múltiples relaciones con muchas de sus actrices, sino un volumen como Secretos de un matrimonio y Saraband (Tusquets, 2007). El primero reúne seis diálogos sobre el amor, el abandono, la incomunicación y el fracaso escritos en 1972 y que acabaron convirtiéndose en una miniserie de televisión y en un filme. De su carácter autobiográfico nada oculto dio cuenta el propio Bergman al reconocer que tardó “dos meses en escribir estas escenas y toda una vida en experimentarlas”. Quizá por eso, treinta años después reunió a los protagonistas, Marianne y Johan, en la película Saraband.
El lector más interesado en profundizar en el trabajo del director sueco que en su intimidad puede disfrutar de Imágenes (Tusquets, 2022), en el que reúne apuntes de trabajo y anotaciones de sus diarios, en los que no faltan los recuerdos, las imágenes o las intuiciones que más tarde dieron lugar a sus películas. Y si le interesan más sus grandes filmes, de El séptimo sello (1957) a El manantial de la doncella (1960) pasando por Escenas de un matrimonio (1973), nada como su Cuaderno de trabajo (1955-1974) (Nórdica, 2018), en el que leemos confesiones como esta: “Estoy crispado e inseguro, y muy indeciso. [...] Hace tiempo que está decidido que me pondría con El juego falso pero cuanto más ha pasado el tiempo tanto más me desagrada ese proyecto”.
Además del guion de Persona (Nórdica, 2018) y de un clásico volumen de entrevistas, Conversaciones con Ingmar Bergman, de varios autores (Cult Books, 2022), para completar el retrato del genio sueco resulta casi imprescindible leer Los inquietos, de Linn Ullman (Gatopardo, 2021), una novela que es al tiempo memoria, hagiografía, fábula y confesión. En este emocionante relato, la hija de Bergman y de la actriz Liv Ullman revive los veranos de su infancia en la isla de Hammars, el lugar que mejor encajaba con la idea del director “de las formas, las proporciones, los colores, la luz y los horizontes”. Y allí es donde Linn irá descubriendo algunos de los secretos de ese padre admirado y terrible, puntual y esquivo mientras trabaja. Fascinada, la niña le hará mil preguntas sobre Dios, su abuelo, la alegría o la luna, mientras él no duda en ir mostrándole, poco a poco, la entrada secreta a su mundo.