Neil Jordan (Rosses Point, Irlanda, 1950) hunde las raíces de su fruición por la fantasía en el hogar donde creció. La isla esmeralda, a mediados del siglo pasado, era una tierra varada en el tiempo, donde los fantasmas y el folklore se entreveraban en los cuentos.
“Siempre sentí que vivía en un país que no se había adaptado a la modernidad. Irlanda en los años cincuenta era un lugar extraño y antiguo. Por eso hay tanta superstición en mis películas, por eso la muerte tiene un gran peso y afecta a los vivos que las protagonizan. Para mí fue algo hermoso, como también convulso y anárquico. En cierto modo, mi infancia formó mi imaginación”, compartía el realizador horas antes de ser galardonado con el premio de honor Masters of Cinema 2022 en el Atlàntida Mallorca Film Fest, programado del 24 al 31 de julio en la isla balear.
La cita sirvió para que se explayara en el que va a ser su próximo proyecto, Marlowe, una nueva trasposición al cine del oscuro universo del detective creado por Raymond Chandler cuyo estreno está previsto en 2023. El thriller adapta la novela de John Banville La rubia de ojos negros y es una de las incursiones de Neil Jordan en terrenos realistas dentro de una extensa cinematografía veteada de elementos sobrenaturales.
“Tiendo a embarcarme en historias donde el mundo real termina siendo completamente irreal y el personaje central se sorprende descubriendo dimensiones inesperadas. Así que esta película no dista mucho del resto de las que he hecho, porque revela el lado oculto de Hollywood”, avanza.
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Pregunta. A lo largo de estas últimas cuatro décadas ha mantenido una carrera literaria paralela a la audiovisual. ¿Ha sido un alivio poder contar con ese asidero durante la pandemia?
Respuesta. Durante la pandemia he escrito dos novelas, pero el mundo editorial es muchísimo más lento que el audiovisual. Es muy curioso. Si escribo un guion o quiero rodar una película, recibo una respuesta en dos o tres semanas, mientras que cuando escribes un libro, pasan meses…
P. Uno de los libros a los que se refiere es The Ballad of Lord Edward and Citizen Small, una gran novela de amistad entre un aristócrata y un esclavo liberado durante la guerra de la independencia de Estados Unidos que recorre las Indias Occidentales, Inglaterra, Irlanda y Francia. ¿Aspira a convertirla en película o en serie?
R. No pienso en adaptaciones cuando escribo libros, pero si no quieren producir mis películas, quizás empiece a hacerlo. Michael Mann ha escrito una novela de la secuela de Heat, quizás porque nadie se la ha querido financiar… Después de estrenar mi ópera prima, Angel (1982), recibí una llamada de Stanley Kubrick porque estaba intrigado por el hecho de que un novelista hubiera rodado una película. En aquella época era inusual, pero ahora hay más ejemplos, como David Cronenberg, que también ha escrito una novela recientemente.
"Kubrick me llamó porque estaba intrigado por el hecho de que un novelista hubiera rodado una película"
P. Ha nombrado a dos directores veteranos. ¿Se reitera en sus declaraciones de que Hollywood tiene prejuicios hacia las barbas blancas y solo abraza la juventud?
R. Hoy en día es difícil para todo el mundo. Steven Spielberg ha tenido suerte de poder estrenar West Side Story en las salas. Cualquier propuesta que no sea una franquicia lo tiene complicado. El único director que está produciendo material original y es bien acogido por la audiencia es Quentin Tarantino, aunque trabaja con cine de género. Hasta a Martin Scorsese le está costando. Me alegra que Netflix le apoyara en El irlandés (2019). Cuando empecé a hacer cine formaba parte de la nueva ola de cine independiente que penetraba en el cine comercial. Directores como Steven Soderbergh, Jim Sheridan y yo hacíamos películas pequeñas que eran nominadas al Oscar y alcanzaban a grandes audiencias. Esa ola ha llegado a su fin. Pero siempre hay algo nuevo sucediendo en el séptimo arte.
P. ¿Echa de menos rodar en 35 milímetros?
R. Sí, porque es muy difícil embellecer la imagen digital. No creo que el público tenga una respuesta emocional hacia el cine rodado con cámaras digitales de alta definición porque saben que puedes cambiarlo todo, la luz, el contraste… Cuando ruedas con celuloide, todas las decisiones las tomas en el momento, fotografías el aquí y ahora y no puedes echarte para atrás, mientras que en el cine actual retocas y planificas a posteriori.
P. ¿Ha apreciado su influencia en el trabajo de otros directores?
R. He reparado en muchas películas que procuran la sensación gótica y fantástica de En compañía de lobos (1984). Veo filmes de terror que podría haber rodado yo mismo hace muchos años, pero no señalaría ni reclamaría ninguno como mío.
"El único director que está produciendo material original y es bien acogido por la audiencia es Quentin Tarantino"
P. Ha nombrado una de las 11 películas para las que ha contado con el actor Stephen Rea. ¿A qué responde esta larga y fructífera colaboración?
R. Stephen Rea es un actor para el que he escrito papeles y he podido comentarlos con él a medida que los iba desarrollando. Con el tiempo se convirtió casi en una voz en mis películas. Fue dirigido por Samuel Beckett y ha mantenido la misma relación conmigo que con Harold Pinter. Es un actor único. Le pedí que interpretara un papel en Marlowe, pero se negó porque era demasiado pequeño. Cuando la vea se va a arrepentir… Voy a escribirle una película, pero ha de ser un papel que lo merezca.
P. En Marlowe repite con otro de sus actores fetiche, Liam Neeson, con el que ya trabajó en Michael Collins (1996) y Desayuno en Plutón (2005). ¿No le intimidaba medirse con las sombras alargadas de Humphrey Bogart, Robert Mitchum y Elliott Gould?
R. No, es un rol perfecto para él. Personalmente pienso que la mayor parte de las adaptaciones al cine de Marlowe son malas películas. Adoro El sueño eterno (Howard Hawks, 1946) y el mejor Marlowe es el interpretado por Elliott Gould en Un largo adiós (Robert Altman, 1973); pero de Historia de un detective (Edward Dmytryk, 1944) no estoy tan seguro, y las dos que protagonizó Robert Mitchum: Adiós, muñeca (Dick Richards, 1977) y Detective privado (Michael Winner, 1978), me parecen demasiado literarias. No siento que haya una gran tradición cinematográfica en torno al personaje. El referente cinematográfico cuando uno piensa en el cine negro en Los Ángeles es Chinatown (Roman Polanski, 1974), que no tiene nada que ver con Raymond Chandler.
“He trabajado con actores de Hollywood porque son actores, no porque sean estrellas”
P. La película retrata la sordidez de Hollywood. ¿Es una sensación que experimentó cuando trabajó allí?
R. Hollywood siempre ha sido sórdido. En Marlowe he estructurado la historia en torno a un oligarca, en cierto modo inspirado en Joseph Kennedy, que compró los estudios RKO porque estaba teniendo un romance con Gloria Swanson. Así que plasmo la sensación de que Hollywood se utiliza para todo tipo de execrables propósitos sexuales.
P. Hablando de Hollywood y de su propia experiencia, ¿le interesa la adaptación seriada de Entrevista con el vampiro a cargo de AMC?
R. Por supuesto. Estoy seguro de que hay un camino fascinante que recorrer, pero no quiero ser yo el que lo transite, porque adoro lo que ya hice. Anne Rice era un universo en sí misma. Cuando me dijeron que dirigiera la adaptación al cine de su libro, su propio guion no hacía justicia a su novela. Así que le dije a Warner Bros y al productor, David Geffen, que aceptaba el proyecto pero solo si podía reescribir el guion para acercarlo al original, de forma que pude incorporar todos esos elementos que ella había eliminado, como la culpa. La película es el mejor reflejo de la novela. Es un poco larga, pero también lo es el libro, porque abarca largos lapsos de tiempo y relata una gran cantidad de eventos distintos que le suceden al protagonista, Lestat. Me gustaría que la serie arrancara con sus orígenes. En su momento me pidieron hacer una precuela que rastrease la Francia del siglo XV, pero Tom Cruise no accedió.
“Me encantaría hacer películas sobre la tranquilidad y la aceptación, pero no dan juego para un buen drama”
P. Sus películas están engrosadas por las grandes estrellas de Hollywood. ¿Participa en los procesos de casting?
R. Sí, por supuesto. No obstante, he trabajado con actores de Hollywood porque son actores, no porque sean estrellas. Y creo que cuanto mayor es la estrella, más insegura es, porque están más expuestos como artistas. Fue delicioso rodar Marlowe y explorar los arquetipos del género negro con Liam, Diane Kruger y Jessica Lange. Me encantaría hacer una película con Lange e Isabelle Huppert. Sería genial. La cultura solo adora a los rostros jóvenes, pero hay un enorme talento en estas dos actrices que además tienen unos rostros fascinantes.
P. Estos días también está en el festival Atlàntida la artista de la performance Marina Abramovic, que afirma que nada bueno puede surgir de la felicidad. ¿Coincide con ella en que la creación solo puede nutrirse del drama?
R. Por supuesto que se puede escribir desde la felicidad. Envejecer es interesante, porque te das cuenta de que muchos de los problemas que te preocupaban o atormentaban cuando eras joven no son tan importantes, pero también son el impulso que te llevó a desarrollar tus obras. Hay un enorme desasosiego y cierta ira en los artistas jóvenes. Me encantaría hacer películas sobre la tranquilidad y la aceptación, pero no dan demasiado juego para un buen drama. La mejor materia prima son el caos, la confusión, la rabia, la guerra y el desengaño, pero encontraré la forma.