"Cada hombre mata lo que ama", rezan las famosas palabras de Oscar Wilde que escribió desde la cárcel de Reading. Se le podría dar la vuelta a la frase y decir que lo que amamos también nos mata. Le pasó a Timoty Treadwell, el tipo que retrató Herzog en el célebre documental Grizzly Man (2005), quien perdió la vida cuando fue atacado por uno de esos osos a los que tanto quería.
Y la pasión mató también a la pareja de científicos vulcanólogos franceses Katia y Maurice Krafft, quienes dedicaron toda su vida con una pasión obsesiva a estudiar y filmar esas peculiares montañas en erupción. A medida que los conocían mejor, fueron también asumiendo cada vez más riesgos para estar más cerca de la acción, hasta que encontraron la muerte en Japón estudiando el Monte Unzen, que acababa de explotar después de doscientos años en silencio.
Fire of Love, documental dirigido por Sara Dosa, premiado en Sundance, nos cuenta la historia de amor de estos dos científicos, pero también divulgadores que a la manera de unos Jacques Cousteau de la geología grabaron cientos de horas de la actividad volcánica.
Dice la directora: "Podría hablar durante horas sobre la importancia de los volcanes. Nos enseñan cómo se formó el propio mundo, la Tierra. La atmósfera existe por las explosiones de los volcanes y es un resultado de procesos químicos que están relacionados con ellos. También nos habla del poder de la naturaleza y la vitalidad incesante en nuestro planeta. Podemos ver las fuerzas de creación y destrucción al mismo tiempo y eso nos ayuda a comprender los ciclos de nacimiento y muerte. Hay algo muy significativo en el misterio que encierran".
Ciencia ficción sin efectos especiales
Aprovechando esa cantidad ingente de material filmado, la película nos muestra algunas imágenes de una belleza casi espiritual o extraterrestre. Explica Dosa: "Carl Sagan, el gran astrónomo y filósofo, hablaba del misterio de nuestra insignificancia en el cosmos, lo diminutos que somos comparados con el espacio y la galaxia. En los volcanes también hay un misterio enorme que va más allá del tiempo biológico y no podemos comprender completamente como seres humanos. Los Krafft los veían como una fuente inagotable de misterios y de conocimiento, algo sobre lo que siempre quedaba muchísimo por saber precisamente porque nos habla de ese origen de la propia tierra".
Los Krafft vivían por y para los volcanes. Gracias al éxito de sus películas, que ellos veían como científicas y le quitaban cualquier pretensión artística, podían permitirse viajar de manera constante de un lugar a otro del mundo en cuanto se enteraban de que uno entraba en erupción. Esas brutales explosiones, como pudimos comprobar hace poco con el volcán de La Palma, brindan un espectáculo al mismo tiempo hermoso y terrible.
Lo vemos, por ejemplo, cuando en Colombia entró en erupción el volcán Nevado del Ruiz y mató a más de veinte mil personas en 1985. Aquel desastre, que pudo evitarse ya que los propios Krafft avisaron en repetidas ocasiones a las autoridades, los marcó a fuego. "No creo que antes de que ellos comenzaran esa labor de divulgación sobre los volcanes los gobiernos no supieran lo peligrosos que eran, pero sí que había otras prioridades", explica Sosa. "Sabían que el volcán estaba en un estado de actividad que predecía una erupción y les estuvieron advirtiendo durante un año pero el gobierno creyó que era más importante la economía que escuchar a la ciencia. Decían que era muy caro, demasiado complicado, que no había donde llevar a tanta gente… Katia y Maurice cambiaron a partir de allí porque eso les hizo trabajar aún con más fuerza, fue muy traumático para ellos".
Un triángulo amoroso
En la finalmente trágica peripecia de los Krafft se confunde lo autodestructivo o incluso suicida con la excelencia profesional y una entrega admirable a su causa. "Sin duda ese existe ese paralelismo entre Treadwell y los Krafft", dice la directora refiriéndose al amante de los osos de Herzog.
"Son personajes muy distintos, pero tienen esa amor por esta fuerza de la naturaleza que les quitó la vida. En el caso de los Krafft esa obsesión se produce porque existe una pasión enorme y una percepción muy clara de lo que consideras que llena tu vida. Hay una intensidad que te puede matar, como esos periodistas que cubren guerras. Estuvieron muchas veces en situaciones de peligro y nunca dejaron de hacerlo, creo que para ellos la muerte de alguna manera tiene sentido, se produce también una reconciliación con lo que para ellos le ha dado sentido a su vida".
No tuvieron hijos, no se marchaban de vacaciones y apenas les daba un segundo la vida para nada más que no fuera dedicarse obsesivamente a los volcanes: "Nunca hubieran estado juntos si no fuera por su pasión conjunta por los volcanes, ese fue el vínculo que les unía y creo que hizo su relación más profunda porque en esas zonas de peligro era muy importante conocerse bien el uno al otro y confiar. Veíamos esa relación como un triángulo amoroso. Maurice dice en un momento de la película que Katia y los volcanes son las pasiones de su vida. De hecho, fue así como estructuramos la película visualmente, hay tres vértices en esta historia de amor. La relación del matrimonio se ve siempre afectada por su relación con los volcanes, es algo sobre lo que reflexionamos mucho".
Porque además de ser un matrimonio y un equipo de investigadores, que más bien destacaron como divulgadores que por grandes descubrimientos, los Krafft también eran socios en su aventura audiovisual que les daba de comer.
Cuenta Dosa: "Cuando había conflicto sabían que tenían que reconciliarse porque por separado no podían mantener el tipo de vida que hacían con los constantes viajes. A los dos les gustaba mucho Antoine de Saint-Exupéry, el escritor de El principito, y lo citaban con frecuencia en sus escritos. Hay una cita que ellos no usaron pero que para mí representa bien lo que fue su relación, que es 'el amor no es necesariamente dos personas mirándose de manera profunda a los ojos sino que pueden ser dos personas mirando fijamente el mismo objeto' y creo que esa frase resume muy bien lo que fue su historia de amor".