Juan Diego Botto bromeaba, en el encuentro con los medios españoles, acerca de la caída que Luis Tosar protagonizó este lunes en un canal veneciano. Por lo que cuenta el mismo Tosar, fue su mujer (la actriz española Luisa Mayol, la primera en caer y él se mojó una pierna al tratar de ayudarla). Sea como fuere, lo toman como signo de buena suerte: "Dicen aquí que si pillas canal, pillas premio".
Les deseamos toda la fortuna a ellos, quienes junto a Penélope Cruz (actriz y productora) presentan En los márgenes como candidata a la Mejor Película de la sección paralela Orizzonti. Dirige el mismo Juan Diego Botto, en la silla de director por primera vez en una larga carrera como actor.
La crisis de los desahucios
Botto dirige un drama social de temas graves, pero con empaque de thriller. La película radiografía las 24 horas en un día de tres personajes de realidades sociales distintas, todas sometidas al estrés de la crisis económica de 2008. Penélope Cruz da vida a una mujer, madre y empleada precariamente, quien ha acudido a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) para tratar de detener el inminente desahucio de su vivienda. Torpe de lengua aunque aguda en sus comentarios, siempre con los ojos algo llorosos pero constantemente en marcha, su personaje encarna la vulnerabilidad que se resiste, aquello que solemos llamar "madre coraje".
Luis Tosar también da un giro a la faceta de villano al que lo ha relegado el imaginario popular: aquí viste la piel de un "héroe cotidiano", un abogado que se desvive para ayudar a quienes están en situación de riesgo… Aunque por la nula cancha que da el guion de la película, cualquiera diría que no queda nadie que no esté (un poco) en riesgo.
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Botto tiene un papel secundario, con algún episodio más que memorable, dentro de un entramado narrativo que apunta bien claro sus ideas. Es en este espíritu divulgativo, en que todo tiene que ser comprensible, donde radica la flaqueza generalizada del film. Nos quedamos con el buen trabajo de la película sobre la sensación, arraigada al fondo de la vida adulta, de que nunca podrá llegarse a tiempo a todo.
Una de fantasmas
Joanna Hogg sigue escribiendo la historia de vida de Julie Hart, la protagonista de las dos partes de The Souvenir. A Julie (Honor Swinton Byrne en las dos anteriores) hoy la interpreta la misma Tilda Swinton, madre de Honor en la vida real… El gesto es precioso: Swinton hereda el papel que ocupó su propia hija, y asimismo se desdobla para encarnar a la madre anciana de esta en la película. Madre e hija se retiran para descansar unos días en la antigua mansión de la familia, hoy convertida en un hotel.
Casoplón gótico en la sombra, prácticamente desierto y con ventanas, puertas, neveras, ramas y viento constantemente gimiendo (especie de segundo Manderley), The Eternal Daughter va a organizarse como réplica detallada y amplificada de la inquietud que podemos sentir cuando, de noche, tenemos la certeza absoluta de que no estamos a solas en nuestra habitación. La casa de noche se siente extraña, igual que los espacios se vuelven raros con el tiempo.
Entra en juego la cuestión de la memoria, que nos convierte en una suerte de fantasmas en un mundo que ya no es nuestro. La forma gótica, en el fondo, esconde una reflexión acerca de la pertenencia, el linaje y nuestra adhesión al pasado. Hogg, mano maestra, la dibuja sin caer nunca en obviedades ni subrayados innecesarios. Abre la puerta a que revisitemos su película una y otra vez, con el mismo desenfoque con que volvemos a los espacios que nos acogieron de criaturas y que abandonamos tanto tiempo atrás.
Duelo entre Waltz y Dafoe
Llega otra de las películas de serie Z de Walter Hill, productor de la saga Alien y director de algunos de los mayores éxitos de acción de los años 80 (Límite: 48 horas, Calles de fuego). Fuera de concurso, Venecia ha dado la bienvenida a Dead for a Dollar ("muerto por un dólar"), un homenaje a los tropos clásicos de las películas del Oeste, una celebración visiblemente falta de presupuesto pero con unos protagonistas que habrán venido a pasarlo bien.
Christoph Waltz, el excéntrico Hans Landa de Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009), hoy descoloca como un héroe dedicado en cuerpo y alma al bien. Sin embargo, Waltz aprieta los labios y se contiene: será lo más parecido a un villano vestido de vaquero que veamos jamás. Christoph Waltz, por el contrario, lo pasa en grande explotando sus grandes burbujas de caos, cual segundo Duende Verde. Una historia bien resuelta, acerca de un cowboy que persigue la mujer secuestrada de un poderoso terrateniente, acaba de ligar una película que nunca se avergüenza de ser una auténtica fiesta de disfraces.