Contar con silencios, imágenes cargadas de belleza poética y los movimientos de los cuerpos de un matrimonio adulto que termina sin gritos ni dramas es la apuesta de Dúo, película en la que Meritxell Colell (Barcelona, 1983) nos sumerge en una experiencia sensorial. Formada en el campo del documental experimental, la directora continúa su idilio con Argentina tras proyectos como la correspondencia audiovisual entre la catalana y la bonaerense Lucía Vassallo, TransOceánicas (2020).

En Con el viento (2018), Mónica García interpretaba a una bailarina instalada en Buenos Aires que regresa a su Burgos natal para recoser la relación con su madre ante la inminente muerte del padre. En Dúo, García también es una bailarina española instalada en la capital argentina. Forma pareja artística con su marido, Gonzalo Cunill. Al principio del filme, vemos una de sus representaciones, la tensión entre ambos cuerpos es evidente. Acto seguido, emprenden una gira por los Andes en el que la extinción de su relación es evidente aunque ambos, de alguna manera, se resisten a dejarlo ir.



Pregunta. ¿Ve esos dos cuerpos, de Mónica y Gonzalo, como dos polos que a veces se magnetizan y otras se desmagnetizan?

Respuesta. Sí, desde luego, es como un imán que a veces se desimanta, Hay un hilo que los une, a veces se tensa y otras se destensa. Así sucede este ir y venir. Quiero construir ese vacío entre los cuerpos, esa química, en una película en la que cine y danza van de la mano. Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954) también es una coreografía, me gusta mucho trabajar desde allí.

P. ¿Ve la película como una road movie emocional?

R. Es un viaje emocional a ningún lado en concreto, hay una deriva que permite eso. Es una película como en espiral, la veo como una antirroad movie en la que los protagonistas navegan entre espacios tanto geográficos como emocionales.

P. ¿Siempre se produce un duelo cuando se rompe una pareja por mucho que sea inevitable e incluso deseable?

R. Más que duelo me gusta hablar de perdida. El título señala "Dúo", pero lo que vemos es cómo esa pareja ya no es más un "nosotros" sino "un uno más uno". El silencio y la distancia es insalvable pero siempre queda algo en los cuerpos y eso es difícil de soltar. Me interesaba situar a esta pareja en esas comunidades locales de los Andes porque son lugares donde el "nosotros" tiene un sentido pleno ya que funcionan de una manera muy solidaria.

P. Da la impresión de que él quiere seguir y ella, no. ¿Lo ve así?

R. Se aferra a una idea, lo que comparten, pero no se da cuenta de que es mucho más lo que ya han compartido. El problema es que ella no puede retomar la relación como la dejó después de esa transformación que sufre con el viento, no se siente en el mismo lugar. Hay un desequilibrio en la relación de pareja, y hay un movimiento hacia dentro, también hacia fuera con las mujeres de los Andes. Ella se cuestiona muchas cosas, la pareja, el quehacer artístico, la pérdida del pueblo y la pasión por la que se ha dedicado toda la vida.

P. No ofrece un "motivo claro" a esa ruptura como los celos o unos cuernos. ¿Simplemente cambiamos?

R. Es una gran falacia que la gente no cambia. La vida es movimiento: ese espacio, esos movimientos que hay entre las personas. Si eres lo suficientemente permeable cambia todo, la relación con tu pareja, con tus padres… En esta película, todo viaje es transformador, es un desplazamiento externo e interno como lugar para cuestionarse.

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P. ¿Cuál es el sentido de esas imágenes rodadas en Super Ocho con aliento poético con la narración en off de la protagonista?

R. Desde el principio del proyecto concebimos ese otro espacio tiempo, las imágenes en Super Ocho, como un testamento desde el futuro en el que Mónica escribe sobre el fin de la relación, para decir con palabras "adiós". Después, en el montaje, por cuestiones varias, hubo un cambio en el guion importante y surgió esta idea de que el Super Ocho es un espacio interior de Mónica. Hay un viaje paralelo, como si la inmensidad del paisaje abriera un espacio de silencio en ella; no es tanto recordar, es memoria, es sueño, es casi un diálogo consigo misma a través de ese silencio. No es un silencio vacío, abre la posibilidad de recorrerlo.

P. ¿Qué cineastas le inspiran?

R. Todo el retrato de esta crisis de relación, hay un elemento como el silencio que me gusta mucho explorar. Los referentes que más me han marcado son Rossellini, por cómo narra las relaciones a través de miradas y gestos, Antonioni y Ozu me gustan mucho, construyen las relaciones desde otro lugar. Godard, Bergman, el gran cineasta de las relaciones sentimentales: eclosiones, violencia, tanta violencia del conflicto.

Fotograma de 'Dúo'.

P. ¿Qué sentido le da al silencio es la película?

R. En el Altiplano el silencio es tan insalvable que evidencia la distancia. En las relaciones de pareja largas, hay mucho silencio, y es muy claro, puedes entender cuándo significa una cosa u otra. También puede ser muy exasperante porque no sabes que le pasa a la otra persona. Mas en un personaje como Mónica, le cuesta verbalizar con palabras. Permite no fijar lo que está pasando en unas determinadas palabras, no ha pasado una cosa, han pasado muchas, hay una forma de explorar ese mundo con algo más que palabras.

P. Hay varias secuencias de la pareja interaccionando con esas comunidades indígenas de los Andes. ¿Son improvisadas o espontáneas?

R. Me gusta más hablar de "comunidades originarias" o "lugareños". La palabra indígena está muy connotada despectivamente y no son "indios". Son muy distintas: los atacameños, los coya… Dicho esto, depende de la secuencia, algunas están más improvisadas que otras. Yo diría que es más una "puesta en situación" que una "puesta en escena". Fue más jugar con los movimientos de los actores, los desplazaba un poco o les daba alguna indicación.