Reza un chiste que corre por Latinoamérica que cuando en Buenos Aires hay tormenta sus habitantes salen en tromba a las calles porque piensan que Dios les está haciendo una foto. La legendaria arrogancia argentina se solapa de manera curiosa con una visión sobre sí mismos, o quizá sería mejor decir sobre su país, más bien cáustica. Películas tan populares como Relatos Salvajes (Damián Szifrón, 2014) o El clan (Pablo Trapero, 2015) más bien son profundamente críticas con las fallas de un país en el que se suceden las crisis económicas y sociales.
Además, el cine argentino, como en general el latinoamericano y el español, es poco proclive a la construcción de ídolos. Es cosa sabida que las películas elegíacas sobre figuras históricas y patrioteras son terreno predilecto de Hollywood. Acierta pues Santiago Mitre (Buenos Aires, 1980) al poner el foco en uno de los episodios más gloriosos de la joven historia de la nación austral: la causa contra Jorge Videla, jefe de Estado durante la mayor parte de la dictadura y varios de los máximos gerifaltes.
En declaraciones a Clarín, Mitre ha dicho: "No es necesario tener una comprensión tan grande de cómo fue la historia argentina de los últimos 40 años para entender la película. Tiene algo del relato de este grupo de fiscales, de cómo se enfrentan a ese juicio y que transforman la película en un objeto bastante universal. Y mientras ves esa historia, entiendes qué fue el Juicio a las Juntas y que fue un proceso de vuelta a la democracia". Para el cineasta, Argentina 1985 es "es un hecho cívico que sirve para aglutinar a la sociedad, para sanar heridas. Y por supuesto que en la Argentina también, simboliza cierta unión después de tantos años de horror. Y me parece que eso puede tener una resonancia en cómo están funcionando las instituciones hoy".
La Transición argentina
Todos los países viven sus transiciones democráticas de manera pacífica. En nuestro país, como es sabido, se decidió perdonar a todo el mundo. Los sudafricanos, por su parte, montaron una comisión de la verdad sin consecuencias penales en la que las víctimas pudieron establecer un relato de lo acontecido durante el Apartheid. En Argentina, el gobierno democrático de Alfonsín permitió que la Fiscalía actuara contra quienes durante siete años abusaron de una manera abominable de su poder.
El régimen oficialmente conocido como "Proceso de Reorganización Nacional" hizo desaparecer a unas veinte mil personas en nombre de la lucha contra los "subversivos". El terror comenzó en 1976 con un golpe de Estado y se prolongó hasta 1983, cuando cayó muy debilitado por la derrota en las Malvinas. Todos conocemos a las célebres Madres de la Plaza de Mayo y la tragedia ha sido especialmente visible en España, donde se exiliaron muchos represaliados. Faltaba, sin embargo, una gran película sobre lo acontecido y es ésta.
Narrada con ritmo, notas de humor que aligeran un poco el peso dramático, y con dosis de épica, narra la odisea de Julio Strassera (Ricardo Darín), un fiscal del Estado que permaneció en silencio durante la dictadura y lidera la causa contra los militares. Mitre cuenta su historia a la estadounidense, con ese tono cívico y heroico que tiñe películas políticas de los años 70 como Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) o Serpico (Sidney Lumet, 1973), grandes títulos que ensalzan la capacidad del individuo para alzarse contra un sistema injusto a pesar de las muchas amenazas y sacrificios que comporta.
El héroe, en este caso, se encarna en un funcionario maduro de quien nadie hasta ese momento esperaba una actitud heroica, ni su propia mujer. Tipo escrupuloso y eficaz, como le recrimina su ayudante (Peter Lanzani), durante los tiempos duros de la represión y las torturas calló y como muchos argentinos, miró para otro lado. Ese héroe improbable tiene que soportar llamadas atemorizantes a su casa, el pánico de meterse en un coche y pensar que saldrá volando por los aires o incluso la posibilidad de que si cambian los aires políticos sufra represalias.
El fiscal heroico
Contra viento y marea, Strassera y su equipo formado por jóvenes juristas, armaron la causa en tiempo récord para que los argentinos pudieran escuchar por parte de las víctimas algunos horrores inimaginables. Mientras, Videla se dedica a leer la Biblia en el juicio y aunque la mayoría de la sociedad los repudia, también encuentra sus defensores en las más altas instancias mediáticas y políticas.
Santiago Mitre es un director que ha demostrado un enorme talento en películas de corte político como aquel brillante debut, El estudiante (2011), en el que montaba una tragedia shakespeariana alrededor de las elecciones para decano de una universidad, o la magnética y misteriosa La cordillera. Es un director meticuloso con la dirección de actores, con un gran talento para captar y reflejar los juegos de poder.
Las dos horas y media de Argentina 1985 pasan volando gracias a una dirección no solo dotada de ritmo y gracia, también casi "invisible" en el buen sentido que se pone al servicio de la importante historia que tiene que contar. Como en las mejores películas del género de juicios, el largometraje alcanza grandeza moral y cinematográfica en ese gran momento de las alocuciones finales en el que Strassera/Darín realiza un hermoso discurso en defensa de la más elemental dignidad humana. Nunca más.