El 5 de octubre de 1962 tuvo lugar la premier de Agente 007 contra el Dr. No, primera entrega de una saga legendaria del cine que cumple hoy 60 años y cuenta con 25 películas oficiales (más otras dos independientes) y un futuro incierto.
Dirigida por Terence Young y protagonizada por Sean Connery, Agente 007 contra el Dr. No llevaba a la pantalla al agente secreto creado para la literatura por Ian Fleming en 1953 a partir de su propia autobiografía y elementos de sus clásicos favoritos: Maugham, Chandler, Rohmer… A pesar de su discreto presupuesto, el filme se convirtió en un éxito imparable en taquilla, convirtiendo a ese espía elegante, mujeriego y patriota en todo un icono británico.
Mucho tuvo que ver la interpretación de un carismático Connery, pero también esa icónica aparición entre las aguas de Ursula Andrews, primera de una interminable lista de Chicas Bond. El actor escocés mantuvo la licencia para matar en otras cinco ocasiones, de 1962 a 1971, y doce años después volvería a interpretar al personaje en Nunca digas nunca jamás (Irving Kershner, 1983), uno de los filmes no oficiales de la saga, rodado sin el consentimiento de Eon, la compañía que detenta el control del personaje.
['Sin tiempo para morir': James Bond como personaje trágico]
En Agente 007 contra el Dr. No, James Bond era enviado a Jamaica para investigar la desaparición de otro agente británico y allí descubría la base subterránea del Dr. Julius No, quien estaba conspirando para chafar al gobierno estadounidense un lanzamiento espacial tripulado. Aquí ya aparecen algunos de los clásicos elementos de la saga, como la introducción del personaje a través de la vista del cañón de una pistola o los estilizados títulos de crédito.
Con los años, las películas fueron perdiendo la seriedad que caracterizaba al Bond literario para entregarse a un tratamiento más pop, a veces recargado de exotismo o con elementos de ciencia ficción, convirtiéndose en el punto de partida del cine de acción moderno. El Bond de Roger Moore sería un buen ejemplo de esto en Moonraker (Lewis Gilbert, 1979) o Octopussy (John Glenn, 1983), filmes con buenas dosis de humor. Timothy Dalton, que protagonizó dos capítulos de la saga, trataría de devolver al personaje a sus orígenes a finales de los 80, aunque sin demasiado éxito.
Los 90 fueron para un Pierce Brosnan que protagonizó cuatro películas de Bond y cuyo físico daba perfectamente la talla de 007. Con la Guerra Fría terminada, y enfrentándose a estrellas del género de acción como Schwazenneger, Stallone o Bruce Willis, los productores no supieron encontrar las tramas adecuadas (tampoco a los directores) para que Brosnan brillara y acabaron por hacer con él películas de acción bastante genéricas (y un poco ridículas desde el punto de vista de la relación del agente con las mujeres).
El último Bond hasta la fecha, un Daniel Craig que no casaba exactamente con el físico esperado para el agente, regresó a la seriedad y la violencia, aunque por el camino se perdió cualquier atisbo de la gozosa ligereza de otras épocas. Ya saben, primaban por entonces las visiones oscuras de la cultura pop en filmes como Batman Begins (2005), de Christopher Nolan.
[Adiós a Sean Connery, mucho más que el perfecto 007]
También fue el Bond de la corrección política y el que mantuvo una cierta linealidad narrativa entre cada una de sus películas, todas con una factura visual impresionante pero sin elementos realmente memorables, rodadas por cineastas de prestigio con Sam Mendes o Cary Joji Fukunaga (que se atrevió -¡alerta spoiler!- a matar al personaje en Sin tiempo para morir, 2021).
Viendo que cada época cuenta con su Bond, ¿qué nos deparará el futuro? ¿Quizá los productores decidan concederle la licencia para matar a una mujer? ¿O quizá es el momento para que sea un actor negro el que trasiegue martinis, mezclados pero no agitados? La incógnita no ha sido despejada, ni siquiera en el día en el que el Bond cinematográfico cumple 60 años.