No es casualidad que ya la segunda película de François Ozon (París, 1967) fuera una adaptación de una obra teatral de Fassbinder como Gotas de agua sobre piedras calientes (2000), en la que ya trataba uno de los asuntos de esta Peter Von Kant al contar la relación homosexual entre un cincuentón y un joven de 19 años. Ya en su primer filme, Los amantes criminales (1998), Ozon se postulaba como el heredero francés del turbulento cineasta alemán al crear imaginarios turbios y marcados por el exceso de las pasiones y los sentimientos.
Películas como Swimming Pool (2003), Ricky (2009), En la casa (213), ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián, o las recientes El amante doble (2016) o Verano del 85 (2020) han ido cimentando la obra de un autor que disfruta jugando con los límites de la experiencia humana. Películas no solo como aquella seminal Gotas de agua…, también otras como Frantz (2016) han dejado clara su querencia por su admirada cultura alemana, idioma que aprendió en la escuela.
Peter Von Kant está protagonizada por un director cincuentón del mismo nombre al que da vida un orondo y magníficamente patético Denis Menochet. A punto de rodar una nueva película, conoce por casualidad a Amir (Khalil Ben Garbia), un joven de origen magrebí del que se enamora perdidamente. Tras un apasionado idilio, la relación se enrarece cuando lo hace protagonista de su nueva película y Amir se convierte en una estrella por sí mismo. En un solo apartamento asfixiante, en Peter Von Kant el director reflexiona sobre el instinto de dominación que surge con el amor. Un instinto que cree, eso sí, que debe ser domesticado.
Pregunta. ¿Por qué quería volver a una película como Las lágrimas de Petra Von Kant cincuenta años después?
Respuesta. No creo que sea un remake sino que le he dado otra perspectiva a un texto que ya es un clásico. En Francia se hacen montajes teatrales con frecuencia y yo he intentado darle el punto de vista de un francés como yo. Todo eso es un contexto como el actual muy distinto al de principios de los años 70 después de la aparición del movimiento #MeToo y el caso Weinstein. Es una época muy distinta en la que se ha tomado conciencia de lo que significa el abuso y de que es inadmisible. Hay ciertos comportamientos que ya no son aceptables. En Francia hay una política ahora muy clara sobre lo que se puede y no se puede hacer con los actores, cómo se manejan las escenas de sexo… Todo eso está regulado. Creo que muchos productores y realizadores han comprendido que no podemos comportarnos como antes.
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P. ¿El #MeToo lo ha cambiado todo?
R. La posición del autor, del director, del demiurgo, del artista es diferente. En los tiempos de Picasso nadie le reprochaba su comportamiento. Incluso al revés, se veía como algo propio de un genio. Hoy comprendemos que no hace falta comportarse como un tirano para hacer una obra de arte. Un rodaje también puede ser un lugar de solidaridad y empatía.
P. Vemos ese Peter Von Kant que fuma como un carretero y se mete mucha cocaína. ¿Ha desaparecido también ese mito del artista destructivo con adicciones por el modelo de tipo vegano que hace yoga?
R. El trabajo artístico requiere mucha energía. Hay gente que abusa del alcohol, de las drogas… Yo no juzgo. Es una realidad y no creo que haya cambiado tanto. La verdad es que lo del yoga lo hacen más las actrices que los directores.
P. ¿Peter Von Kant está enamorado u obsesionado con ese joven Amir al que convierte en una estrella?
R. Es una historia de pasión y la pasión es destructiva. Es la historia de una persona que se obsesiona con un actor y al fin comprende que amar no es poseer. El drama de todos los realizadores, de todos los creadores, es esa necesidad de poseer a la musa en tanto que Pygmalion. De hecho, la musa se escapa siempre. Creo que es el drama del propio Fassbinder. Las lágrimas de Petra Von Kant está inspirada en su historia de amor con Günter Kaufman, que fue su actor. Kaufman era más bien heterosexual, tenía su propia familia… y ese drama que vivió lo explicó en esa película.
El instinto del hombre es creer que la dominación es posesión
P. ¿Por qué siente esa conexión tan fuerte como Fassbinder?
R. Es un cineasta que amo y ya me impresionó mucho cuando era un joven cinéfilo y realizador. Creo que a través de sus películas he comprendido lo que amo del cine, es decir, hacer películas. La importancia de trabajar con un equipo, no tener miedo de hacer una película mala… Lo importante es rodar como quien construye una casa, habitación a habitación. Y luego al final ya verás si es un castillo o una casa pequeñita.
P. En la película, Peter Von Kant abusa de la inocencia y el deseo de éxito del joven, pero este también se aprovecha de su pasión por él. ¿Quién explota a quién?
R. Lo interesante es que la relación de dominación cambia. Después el poder se transforma porque la musa es quien gana poder. Lo que quería mostrar es ese juego de dominación del uno al otro. Al principio está claro que es Peter Von Kant quien es capaz de seducir a Amir por su posición social. Es un hombre célebre con éxito y es lógico que el joven actor esté seducido por él. Un director tiene un poder enorme, todo el mundo recibe órdenes y tiene que cumplirlas. Los actores están en la posición más vulnerable. La pregunta es cómo gestionamos ese poder.
P. ¿El instinto de dominación forma parte del amor o solo es un mito tóxico?
R. Por supuesto puede haber amor sin dominación. El instinto del hombre es creer que la dominación es posesión. Yo creo que el amor es un trabajo, para amar, para sentir el verdadero amor, hay que trabajarlo, no es instintivo. Amar es sobreponerse a ese instinto porque deseamos poseer del mismo modo que tenemos ganas de comer.
P. A pesar de sus errores, su mirada hacia Von Kant rezuma compasión. ¿Siente simpatía por sus debilidades?
R. Por supuesto, me siento conmovido. Yo soy director de cine como él. Conozco la sensación de enamorarte de un actor y luego el dolor de ver cómo se marcha. Al final hay esta escena que me parece muy conmovedora en la que es consciente de que no puede poseer a Amir pero tiene las imágenes que ha rodado con él. Ese es el consuelo del realizador. Rodar películas es también una lucha contra la desesperación. De Fassbinder se dice que murió muy joven en parte porque hizo tantas películas y yo creo que lo que lo mató fue que al final no era capaz de creer en el amor. Al revés, yo creo que hacer películas fue lo que le ayudó a vivir.
P. Fassbinder tuvo aventuras con mujeres y con hombres. ¿Cree que en nuestra sociedad actual de mucha mayor tolerancia con la homosexualidad se hubiera casado con una mujer o era realmente bisexual?
R. Se casó con dos mujeres. Tuvo una vida sexual muy abierta, tuvo aventuras con sus actrices, con sus actores, sus asistentes… No estaba en esa idea de lo masculino/femenino. En su película La ley del más fuerte (2013) vemos que las relaciones de dominación son exactamente igual de horribles en el mundo homosexual como en el mundo heterosexual. No cambia nada porque la homosexualidad sea más minoritaria.
P. ¿No hay entonces ninguna diferencia entre las relaciones amorosas entre dos hombres y entre un hombre y una mujer?
R. No. Es la sociedad la que impone esas diferencias. En la realidad las relaciones son iguales salvo que la procreación obviamente no es posible. El texto de Las lágrimas de Petra Von Kant funciona igual en cualquier tipo de relación.
P. Respecto a la puesta en escena, la película sucede todo el rato en un apartamento. ¿Cómo lo ha hecho para que se sienta cinematográfico?
R. La película original sucede todo el rato dentro de una habitación. Yo quería tener un poco más de espacio y para construir la casa de Peter Von Kant me inspiré en la Factory de Andy Warhol, un lugar en el que duerme y habita pero que también sirve como lugar de creación. Un sitio en el que se puede trabajar, amar, beber…
El instinto del hombre es creer que la dominación es posesión
P. ¿Los verdaderos artistas como Peter Von Kant están "condenados" de alguna manera a serlo todo el rato, a vivir la realidad a través del filtro de la creación?
R. Hay algo obsesivo en el hecho de hacer una película, todo te recuerda o te lleva a ella. Von Kant conoce a Amir en un momento en el que está preparando una película con una actriz y cambia de opinión cuando conoce a Amir para que sea la estrella. De alguna manera sí, los artistas somos vampiros todo el rato.
P. Vuelve a trabajar con Denis Memochet para un papel tan complicado como el de Von Kant. ¿Qué le gusta de este actor?
R. Efectivamente ya hicimos juntos En la casa y Gracias Dios. Me gusta mucho el contraste entre su energía, su virilidad y ese lado "ogro" y su sensibilidad, su fragilidad. Cuando le propuse el personaje tenía miedo porque era un registro nuevo para él. Está fantástico en As Bestas de Rodrigo Sorogoyen.
P. Rueda casi una película por año. ¿Se considera un director hiperactivo?
R. No es tanto tiempo, también puedo hacer vacaciones. Una película son un mes de rodaje, dos meses de montaje… Soy una persona que está cerca de la producción y conozco el precio de las cosas. Mi escuela es la escuela de los cortometrajes y entonces comprendí que si quieres hacer películas regularmente debes ajustarte a los presupuestos. Luego hay directores que quieren que sus películas sean como las han imaginado. No es mi caso, no hago story boards. Lo que quiero es que la película me atrape. Quiero que los actores tengan poder y que si llueve y tenía planeado que hacía sol, se cambia. Creo que un director debe ser pragmático. Hay cosas que no debemos ceder pero a veces debemos ceder.
P. Acaba de morir Godard. ¿Godard o Truffaut?
R. Rohmer. Y Chabrol. Admiro a ambos pero me gustan esos dos.
P. ¿Y qué es lo que más le gusta de rodar películas?
R. El rodaje y el montaje porque son los momentos más creativos. Lo que menos me gusta es la promoción.