Productor y director de más de un centenar de trabajos, el cineasta colombiano Sergio Dow, que obtuvo un gran éxito en 1986 con El día que me quieras, regresa este viernes a las salas con La piel del tambor, adaptación de la novela homónima de Arturo Pérez-Reverte publicada en 1995.
Richard Armitage, conocido por sus trabajos en las series Robin Hood y Strike Back o en la película El Hobbit (Peter Jackson, 2012), se pone en la piel del padre Quart, un agente de los servicios secretos del Vaticano que tendrá que investigar dos misteriosas muertes ocurridas en la Iglesia de Nuestra Señora de las Lágrimas de Sevilla. En su camino se cruzará la aristócrata Macarena Bruner (Amaia Salamanca), dueña de la parcela en donde se alza el templo, con la que iniciará una ambigua relación.
El proyecto cuenta con un elenco internacional en el que encontramos también a Rodolfo Sancho, Paul Guilfoyle, Fionnula Flanagan, Alicia Borrachero, Franco Nero o Jorge Sanz y se ha rodado entre Italia y España. Un filme que navega entre el thriller y la historia de amor para indagar en el tema de la fe: lo que significa tenerla, cómo se pone a prueba, se pierde y se renueva.
Pregunta. ¿De quién fue la idea de poner en marcha esta adaptación de La piel del tambor?
Respuesta. Fue una idea mía. Encontré el libro hace ya bastante años en un viaje de regreso de Kenia, donde estaba viviendo en ese momento, y lo leí en el aeropuerto. Inmediatamente descubrí lo evidente, la ocasión cinematográfica que proporcionaba el relato. La historia, los lugares donde está ambientada, los personajes… Todo me sedujo.
P. ¿Intimida adaptar una novela de un autor como Perez-Reverte?
R. Cualquier adaptación tiene sus complejidades propias, pero naturalmente trabajar en un libro de Arturo es además una responsabilidad. Para empezar, reducir una novela de 600 páginas a una película de dos horas con una estructura de tres actos no deja de ser un reto. Fue necesario definir el tono, el género y desglosar mucho. Y representó un sacrificio. Me hubiese gustado que La piel del tambor durara ocho horas, pero no era práctico.
P. En una entrevista en El Cultural con motivo de la publicación de la novela Revolución, Pérez-Reverte aseguraba que el cine le ha enseñado muchos trucos para solucionar problemas narrativos. ¿Cree que una novela como La piel del tambor se presta más a la adaptación por ello?
R. Es evidente. Hace pocos días estaba con Arturo tratando precisamente ese tema en relación a este nuevo libro, Revolución. Desde luego, él tiene recursos narrativos muy eficaces, ya que conoce muy bien la técnica. Además, es un cinéfilo, tiene en su casa una enorme colección de películas. Se lo dije en Sevilla hace poco: escribes películas y las escondes en libros.
P. Parece que a Perez-Reverte le ha gustado la película. ¿Ha podido hablar con él?
R. Está muy complacido. Arturo ha sido muy generoso con sus comentarios, cosa que le agradezco. Dice que es una de las adaptaciones de sus novelas que reflejan más el material original y para mí es una gran satisfacción oírlo.
P. ¿Por qué decidieron rodar la mayor parte del filme en inglés?
R. En algún sentido se rodó en los dos idiomas, porque muchos de los actores eran bilingües, y esto hizo la tarea más compleja. Pero optar por el inglés estuvo motivado por las dificultades que tiene el cine en español para alcanzar ciertos mercados.
P. En el centro del relato se sitúa el padre Quart. ¿Cómo definiría a este personaje?
R. Es un personaje muy singular. El padre Quart ha descubierto que una vida disciplinada le proporciona seguridad. A cambio, él tiene que ofrecer sus servicios como agente secreto, pero es mucho más que un agente secreto. Es un hombre que ha estudiado teología, con cierta profundidad intelectual, pero aún así se siente cómodo con las tareas que cumple. Los servicios secretos del Vaticano se caracterizan por ser de gran eficacia, y el padre Quart da la talla. Es un personaje complejo, de muchas dimensiones y contradicciones, y espero que se vea en la película.
P. ¿Qué cree que le ha aportado Richard Armitage a este personaje?
R. Muchísimo. Richard es un actor formidable, de gran oficio, que ha elaborado mucho al padre Quart. Lo ha construido a partir de detalles como la voz o los gestos. Se sumergió en la novela y se familiarizó con la narrativa de Arturo. Creo que hubiese sido imposible encontrar a un actor más adecuado para el papel.
P. En el filme vemos todo lo que se mueve en las entretelas del Vaticano, con su agencia de inteligencia, sus luchas de poder, sus negocios dudosos…
R. El Vaticano es un estado y, como en todos los estados, tiene complejidades y matices. Pero no por eso voy a dejar de tener un inmenso respeto por la Iglesia, y espero que se perciba en la película.
P. ¿Se inspiró en algún filme en concreto?
R. Uno siempre se inspira en las películas que ha visto, que en mi caso son innumerables porque veo una diariamente. Y hay detalles cuando estás escribiendo el guión que de repente te recuerdan a algo. Vi películas como Yo confieso (1953), de Hitchcock, y todas estás que se encuadran en el cine del Vaticano, como las de El código Da Vinci (2006) de Ron Howard, El cardenal (1963) de Otto Preminger o Las sandalias del pescador (1968) de Michael Anderson. En todas ellas descubres alguna clave.
P. ¿Cúal era su relación con Sevilla antes del rodaje?
R. Sevilla es una de mis ciudades favoritas, si no es la que más me gusta. Cada vez que tengo oportunidad, si estoy en Madrid, me monto en el Ave y me bajo en Santa Justa. Me encanta Sevilla, tengo con la ciudad una relación visceral, especial. Su gente, su historia, el paisaje, el clima… Sevilla es la ciudad donde mejor respiro. Y el rodaje fue perfecto.