Junto a Pablo Larraín, Sebastián Lelio (Mendoza, Argentina, 1974) simboliza el éxito de un cine chileno que se codea con las mejores cinematografías del mundo. Su salto a la fama se produjo con Gloria (2012), en la que realizaba una poderosa metáfora sobre la sociedad actual de la permanente juventud con esa abuela juerguista. El Oscar llegó con Una mujer fantástica (2017), la historia de una mujer transexual que después de perder a su pareja debe enfrentarse a la antigua familia de ésta para preservar su dignidad.

En El prodigio el director viaja a la Irlanda de mediados del siglo XIX, tiempos de hambruna y pobreza. En un lugar apartado e inhóspito, surge una "niña santa" (Kíla Lord Cassidy), una preadolescente que según su familia y los lugareños lleva cuatro meses sin comer ni morir por ello. Para comprobar la veracidad de la historia, los notables del lugar convocan a dos enfermeras, una monja y otra laica, inglesa, llamada Lib (Florence Pugh), quien será la heroína de esta historia.

En tiempos de fake news y ascenso de los radicalismos, The Wonder cuenta la lucha encarnizada contra la superstición de una mujer racionalista que, como explica Sebastián Lelio, tendrá que hacer algo "irracional" para poder salvar a la niña y de paso a ella misma. Lelio considera el filme totalmente contemporáneo: "Hoy en la era de las noticias falsas, el control de la narrativa es masivo, se sigue al líder de manera irracional".

Pregunta. ¿Por qué quiso hacer una adaptación de esta novela de Emma Donoghue?

Respuesta. Fueron los productores quienes pensaron que yo podía por alguna razón adaptarla y dirigirla. La novela me atrapó por razones que no logré entender en un principio. Luego, me fascinó ese mundo cerrado, casi oscurantista de control, con una narrativa tan controlada donde cualquier forma distinta de operar es asfixiada inmediatamente. Un lugar donde el imperio del fervor religioso está en todas partes. Me influye haber crecido en la dictadura de Pinochet de los 80 en Chile, un país ultra católico donde todo sucedía a puerta de entrada. De ahí quizás viene mi interés.



P. ¿Quién salva a quién, la enfermera a la "niña santa" o al revés?

R. Tuve una conexión con las dos mujeres, con Lib, el personaje de Florence Pugh, y con el de la niña que está en el centro de la historia. Esa relación entre las dos me pareció muy única y original e interesante de explorar. El viaje de Lib es narrativa de alta ley. La racionalista indeseada que llega al peor lugar posible como en un wéstern. En este lugar de fanatismo religioso, cree que va a desenmascarar el engaño en diez minutos, no lo logra y en el proceso se va empantanando y obsesionando pero también fascinando con la niña. Surge esa sororidad que empieza a operar. Hay un enamoramiento casi maternal.

Después, cuando entiende la mecánica por la cual la niña se mantiene viva, es revelada la razón por la cual está siendo sometida a un sacrificio. La razón es tan devastadora que entonces ya lo único real es el dolor de esa niña. Para salvarse a ella misma tiene que salvar a la niña. Ese viaje de Lib es un trayecto intelectual, moral, y espiritual digno de contarse.

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P. ¿El choque entre Lib y la gente del pueblo supone el choque entre lo racional y lo supersticioso?

R. Hay un sistema de creencias científico que choca con un sistema de creencias religioso, que es otra forma de ver la realidad. La realidad está allí fuera y nuestra única forma de leerla es a través de un sistema de creencias. Y la salvación en este caso tiene que ver con el hecho de que Lib tiene una sensibilidad científica y el método científico alberga en su interior la pregunta, la duda. La ciencia está en su máxima gloria cuando es corregida, está pidiendo ser corregida, pidiendo cambiar…



P. ¿Quería hacer una crítica de la religión?

R. No es una película antirreligión sino que le pregunta al espectador en qué cree. Las posesiones fanáticas en este caso se encarnan en una problemática religiosa pero podría ser ideológica, política racista…. Al final, son personas que creen haber encontrado la verdad y no están dispuestas a moverse de esa posición y actuarán de acuerdo con ella en adelante. Torcerán los hechos y a quien sea para que esa creencia que ellos tienen se imponga sobre los otros, y eso es indignante. Una creencia es un pensamiento en el que se insiste, pero también puede ser adaptado y moldeable. Lib para salvarse a sí misma es capaz por su propia flexibilidad intelectual de operar más allá de su propio sistema de creencias y cometer un acto irracional para salvarse a ella misma y a la niña, en este sentido, es lo opuesto a una fanática.

Florence Pough en 'The Wonder', de Sebastián Leilo

R. Me parecía importante empezar la película de esa manera para situarla. Decimos, esto puede que sea un cuento pero usted será sometido a los mecanismos de la ficción. Con ese arranque, estamos invitando al espectador a creer en esta historia que trata de cómo los personajes creen en su propia historia y están atrapados en ellas porque son heredadas. O quizá encuentren nuevas historias para sí mismos que los lleven a nuevos lugares de libertad, pero no hay forma de operar fuera de las historias, de los sistemas de creencias, eso sería el nirvana. necesitamos las historias para poder relacionarnos con nosotros mismos y los demás. El dinero es una historia, la política, la economía la propia idea del yo que marca lo contemporáneo… su función es vital pero albergan un peligro gigante.



P. ¿Seguimos creyendo lo que se ajusta a nuestros prejuicios desdeñando los hechos que lo contradicen?

R. Hoy en la era de las noticias falsas, el control de la narrativa es masivo, se sigue al líder de manera irracional y la pregunta es: ¿En qué estamos creyendo? ¿En qué pensamientos estamos insistiendo? ¿A qué lideres estamos siguiendo? Creer es un acto político. La película es un constructo y ojo porque la forma en que vamos a creer en la película es la misma en que creemos como seres humanos. Por eso al principio traigo al frente su condición de ficción, de constructo. Quiero que el espectador piense más allá de los personajes y reflexione sobre el poder de la ficción y los relatos. Se trata de convertir la propia película en parte del problema.

Una creencia es un pensamiento en el que se insiste, pero también puede ser adaptado y moldeable





P. ¿Se ha acentuado esta deriva a lo irracional en la época del ascenso de los "hombres fuertes" en el poder?

R. Hay conciencia del peligro del advenimiento del fascismo independientemente de su signo político, en cualquier extremo. Hay fascismos de extrema derecha y de extrema izquierda. La simplificación de los gestos, la repetición de los eslóganes, todo eso son señales espeluznantes de que un abrir y cerrar de ojos podemos retroceder cincuenta años. Mire lo que ha pasado en Estados Unidos con el aborto.



P. ¿El éxito que aún tienen el horóscopo o el tarot demuestran que nuestra sociedad hipertecnológica no ha abandonado el pensamiento mágico?

R. La película no está en contra del pensamiento mágico pero sí de lo que pasa cuando se convierte en lo que guía nuestras vidas. Y sobre todo creo que se sitúa en contra de la imposición de las creencias personales a los otros. Vemos por ejemplo lo que ha sucedido en Estados Unidos con la prohibición del aborto por el Tribunal Supremo, una creencia religiosa se impone sobre la libertad individual de la mujer y le dicta lo que puede hacer con su cuerpo. Hay un límite ético que no podemos pasarlo.

Sin embargo, hay mucha gente dispuesta a eso producto de sus creencias, sus fabulaciones. Tengo mucho respeto por las fabulaciones ajenas pero no por su imposición, si quieren creer que la tierra es plana no lo impongan en los colegios o no quiten la enseñanza de los derechos de la comunidad LGTB. En este tiempo, el storytelling es más político que nunca, no solo es entretenimiento. Por eso creo que la película es contemporánea, lo que cuenta del siglo XIX sigue pasando.

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P. En la narrativa que estamos acostumbrando, los ingleses son los malos, los opresores, y los irlandeses los oprimidos. Aquí la heroína es británica. ¿Existía también un desequilibrio entre una sociedad con un nivel educativo superior frente a otra más atrasada?

R. Posiblemente por ser chileno no cargo con esa mochila, hay una cuota de irresponsabilidad por mi parte al hacer una película sobre una cultura ajena en la que encuentro una conexión con lo universal. También eso me aporta una mirada más fresca, supone al mismo tiempo mayor libertad y una responsabilidad. Respecto a los ingleses, ellos también tienen una gran historia que ha triunfado, muy exitosa, como la monarquía. Lo hemos visto con la muerte de la reina, es storytelling de manual, en el centro hay algo vacío, un enigma, una neutralidad, como la propia Isabel II. Allí hay un relato porque más allá de toda la racionalidad del pueblo inglés, lo siguen necesitando.



P. Como chileno, ¿qué impresiones le causa el proceso constituyente que está viviendo el país tras el fracaso en el referéndum de la reforma?

R. En Chile estamos en un proceso de crear una nueva constitución. Se trata de cocrear un relato que nos convoque, nos convenza y nos cohesione. Fracasó el primer intento pero no pararemos hasta que encontremos una nueva historia que nos permita cruzar los próximos 50 años. Se trata de construir un país más justo, más moderno, ecológico, feminista y socialdemócrata.