Como ya hiciera con su debut, Girl (2018), el relato iniciático sobre una bailarina transexual, el director belga Lukas Dhont (Gante, 1991) ha vuelto a optar por el género coming-of-age para explorar en Close los desalientos que la presión social imprime en la naturaleza humana en la infancia. La película, que se alzó con el Premio del Jurado de Cannes ex aequo, llega a los cines este 25 de noviembre.
Pregunta. ¿En qué medida la trama de Close es autobiográfica?
Respuesta. Todo empezó con la lectura de una investigación de la psicóloga Niobe Way. Una cuerda se tensó en mí, porque alrededor de esa edad aparté a varios de mis amigos varones. Temí que si los mantenía próximos, la gente a mi alrededor me iba a etiquetar. Con 13 años no me sentía preparado para enfrentarme con coraje al mundo. Así que cuando leí el libro, sentí que hablar de los amigos que dejas atrás era una forma de abordar algo tan personal como universal. Sentía el deseo de tratar la masculinidad y de poner en pantalla imágenes de una gran ternura, así como de plasmar lo que la pérdida de esa ternura puede provocar en los más jóvenes.
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P. ¿Por qué decidió incorporar un elemento de tragedia? ¿Llegó a plantearse momentos menos traumáticos?
R. En todas mis películas trato de embarcar a la audiencia en un viaje de emociones muy profundas. En el caso de Close quería tratar la amistad, pero también su memoria. Cuando empecé a tomar mis primeras notas, escribí que quería hablar de la fragilidad y de la brutalidad, de la fina línea entre ambas. A veces, de repente, alguien a quien teníamos en gran estima desaparece. También quería explorar la responsabilidad, porque raramente la he visto expresada en los ojos de un niño.
P. En esta película, la mirada tiene un enorme peso, más incluso que la palabra dicha.
R. Para mí la responsabilidad es una experiencia muy física, tiene un enorme peso y efecto en el cuerpo, porque muchas veces no puedes expresarla verbalmente. Pero más allá de este elemento concreto, lo cierto es cuando escribo lo hago más como un coreógrafo que como un guionista. Detallo movimientos, miradas... rara vez escribo texto, así que cuando comento las escenas con los actores, no suelo facilitarles diálogos, siempre les dejo expresarse con sus propias palabras y sentimientos.
P. ¿Cuánta improvisación hay en Close?
R. Los diálogos de los adultos y algunas frases fundamentales estaban escritas en la estructura, pero te voy a dar un ejemplo de un caso en el que no. Al principio de la película, los dos protagonistas comparten un cuento en la cama antes de dormir. Tenía uno escrito en el guion, pero cuando llegó el momento, Eden Dambrine propuso la historia de un pato y un lagarto y le animé a contarla, porque busco la autenticidad, que es algo que no se puede forzar, y ha de brotar del elenco.
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P. Tengo entendido que la incorporación de Eden al reparto fue fruto del azar: reparó en él en un tren. ¿Cómo intuyó al verlo que tendría esa capacidad para actuar de una manera tan naturalista?
R. Lo bueno de ir en tren es que puedes observar a alguien largo tiempo sin tener que dar explicaciones, así que un día me fijé en una persona joven que expresaba sus emociones con mucha gestualidad y abundante expresión facial. Era Eden. Close es en gran medida una película sobre lo que nos pasa por dentro, así que buscaba a un actor capaz de plasmar sus sentimientos con la cara y con el cuerpo.
P. La cámara recoge la mirada de Eden mientras juega, su reacción ante los comentarios de otros. ¿Cómo llegó a esa cualidad documental?
R. Trabajamos a dos niveles. Por un lado utilizábamos la cámara para recoger las acciones de varios niños, así que sabíamos que teníamos que dejarnos llevar, y por otro, utilizábamos una más estática, con una mayor puesta en escena, como cuando corren entre los campos. Quisimos combinar un estilo observacional con uno más estéticamente elevado para revelar el contexto.
Símbolos de masculinidad
P. ¿Ha llegado a alguna conclusión respecto al origen de la presión social sobre preadolescentes y adolescentes para ocultar sus emociones?
R. Es un asunto muy difícil y sensible. Tengo la sensación de que el paso del tiempo nos marca la personalidad, dividimos la sociedad entre hombres y mujeres y luego les decimos a cada uno cómo comportarse, pero conozco a muchos de ambos géneros que no quieren seguir esas pautas de conducta. Soy muy consciente de que es poco común asistir a escenas tiernas protagonizadas por dos chavales en una cama; estamos más acostumbrados a ver a hombres peleando o no asumiendo la responsabilidad de sus actos. Hay ciertos elementos que se han convertido en símbolos de masculinidad: especialmente, ser inexpresivo. Quería crear imágenes de fragilidad y hablar del éxtasis, de la presión del comportamiento masculino marcado por la educación. Poco a poco asistimos a nuevos ejemplos de feminidad y masculinidad y mi deseo es mostrar tanto el impacto de la presión social como salidas que pasan por asumir la fragilidad y la vulnerabilidad.