El consenso es total. 2022 ha sido un año triunfal para el cine español, y no solo por la gesta que protagonizó Alcarràs a principios de año. La segunda película de Carla Simón tras Verano 1993 (2017) conquistaba el 16 de febrero el Oso de Oro de Berlín, un premio que se le resistía a nuestros cineastas desde que Mario Camus lo recibiera por La colmena en 1983. Simón se convirtió en la primera mujer española que lograba tal galardón y en la creadora de la primera película en catalán que se colgaba esta medalla.
Y todo ello, con un filme humilde, sensible y veraz sobre la última recogida de melocotón de una familia de agricultores que se ve obligada a abandonar las tierras que llevan décadas cultivando. El presidente del jurado, M. Night Shyamalan, destacaba la "extraordinaria capacidad" interpretativa de los actores —que no son profesionales— y la capacidad de la directora y guionista para introducir "ternura y comedia" en la historia. Para los críticos de El Cultural, Alcarràs es la mejor película del año.
La ovación a Albert Serra
No fue Carla Simón la única que dejó huella en el panorama de festivales internacionales. Aunque finalmente no logró ninguna distinción, a pesar de los halagos de la prensa internacional, difícil será olvidar la larga y sentida ovación que recibió Albert Serra el día del estreno en Cannes de Pacifiction. La película compitió en la sección oficial, algo que en el siglo XXI solo habían conseguido Pedro Almodóvar e Isabel Coixet.
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Además, Pacifiction se ha encaramado a la primera posición de la lista de lo mejor del año de la prestigiosa revista francesa Cahiers du Cinema (por delante de Licorice Pizza, de Paul Thomas Anderson, y de Nop, de Jordan Peele), siendo la primera película española que lo logra. Pero, como dice el refrán, parece que nadie es profeta en su tierra: los académicos han considerado que no merecía ni una sola nominación a los Goya.
Por otro lado, una serie de talentosos directores de todavía corto currículum han explotado en pantalla con sus mejores películas. Es el caso de Carlos Vermut y su turbia Mantícora (incomprensible que no haya estado en alguno de los grandes festivales europeos), de Pilar Palomero y su vivaz y profunda La maternal, de Fernando Franco con la ambigua e incómoda La consagración de la primavera…
También han convencido las nuevas propuestas de cineastas más consolidados como Jonás Trueba (Tenéis que venir a verla), Isaki Lacuesta (Un año, una noche) y Jaime Rosales (Girasoles silvestres), estos dos últimos con sus películas más accesibles para el gran público.
Irrumpe una nueva ola
En el cine más industrial, de vocación más comercial (lejos de cualquier sentido peyorativo del término), destacan As bestas (Rodrigo Sorogoyen) y Modelo 77 (Alberto Rodríguez), los filmes más nominados a los Goya (17 y 16 menciones, respectivamente), lo que pone en valor el gran acabado técnico de ambos trabajos. La primera, dirigida por Rodrigo Sorogoyen, incide en el tema estrella de este año: las tensiones en el medio rural, que también aparecen en Alcarràs, en Tenéis que venir a verla y en las óperas primas Suro, de Mikel Gurrea, y Cerdita, de Carlota Pereda.
Tanto Gurrea, que compitió en la sección oficial de San Sebastián, como Pereda, que estrenó en Sundance, forman parte de esa nueva ola de debutantes del cine español que ha irrumpido con tremenda fuerza en las salas en 2022. Destaca Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa, que arrancó su trayectoria con grandes halagos en la Berlinale, arrasó en el Festival de Málaga —con la Biznaga de Oro, el premio al mejor guion y el premio a la mejor interpretación femenina ex aequo para Susi Sánchez y Laia Costa— y ha logrado la nominación a la mejor película en los Goya.
Pero también habría que destacar en este sentido filmes como El agua (Elena López Riera), que convenció en Cannes; Ramona (Andrea Bagney), que pasó por Karlovy Vary; En los márgenes (Juan Diego Botto), que estuvo en Venecia; Vasil (Avelina Prat), premiada en Seminci, o Unicorn Wars (Alberto Vazquez), el filme de animación español más desasosegante de los últimos años, que compitió en el festival más prestigioso del género: Annecy.
¿Qué pasa en taquilla?
Pero si podemos celebrar el talento de todos estos cineastas, más cautos debemos ser con el alcance de las películas dentro de nuestras fronteras. Bien es cierto que la taquilla lograda por el cine español ha remontado en 2022: va camino de doblar la recaudación del año anterior (a 11 de diciembre, según datos del ICAA, está al borde de los 80 millones de euros, por los 42 de 2021), pero todavía anda lejos de los 94 millones de 2019, el año previo a la Covid.
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Dos películas han logrado rebasar los 10 millones de euros, la comedia Padre no hay más que uno 3 (Santiago Segura) y el filme de animación infantil Tadeo Jones 3. La tabla esmeralda (Enrique Gato). Pero más allá de las propuestas de humor y thrillers que siempre copan el top ten, tan solo Alcarràs y As bestas, estrenada primero en Francia con bastante éxito y ahora con mucho camino por recorrer tras su estreno en noviembre, parecen haber rendido bien en las salas.
Las demás películas mencionadas, por muy buenas que sean, no han logrado convencer a un número significativo de espectadores para que compren una entrada. Parece que la crítica, exultante pero inane, está perdiendo su capacidad de convocar al público al cine, pero también la industria fracasa al vender sus productos de manera adecuada. Aquí hay mucho sobre lo que reflexionar.
La mirada femenina
Hay que remarcar la cada vez más notoria presencia de mujeres en el ecosistema cinematográfico, como demuestra que en los Goya haya paridad en las dos categorías de dirección. Parece que las medidas adoptadas por el ICAA para facilitar la presencia de miradas femeninas está funcionando a todos los niveles, puesto que no solo se trata de cumplir cuotas sino que son ellas las que están aportando más frescura y calidad a nuestra cinematografía.
Por contra, los más veteranos, aquellos que trabajaban ya antes de los años 90, o bien no han comparecido en 2022 o no han conseguido que sus filmes brillen. Ahí ha estado Imanol Uribe (Llegaron de noche), sin demasiado éxito. Puede que sea uno de los efectos colaterales de la pandemía, pero también es cierto que suelen quejarse de la dificultad que tienen para financiar sus películas "de clase media" (que no son grandes producciones ni filmes de autor) y quizá tienen razón. Pero el cine parece ya mirar al futuro sin atender demasiado al pasado.