"Soy el rey del mundo", exclamó James Cameron al conquistar el premio Óscar a la mejor película por Titanic (1997), el undécimo y último que recibió el filme aquella noche. Hoy, con más razón que nunca, podría proclamar desde el mascarón de su barco (con esa tendencia que tiene en su cine a lo acuático es bastante plausible que tenga uno, y bastante grande) que es el único e inconfundible rey de la taquilla.
Avatar: el sentido del agua ha rebasado ya los 2.000 millones de dólares de recaudación en todo el mundo y acaba de desbancar a Vengadores: Infinity Wars (2.048.359.754 dolares) como la quinta película más taquillera de la historia, y no es descabellado pensar que vaya también a superar a Star Wars: El despertar de la fuerza (2.069.521.700 dólares), que ahora ostenta el cuarto puesto. En España, ya es la tercera película que más ha recaudado.
De producirse esta escalada en la lista de las películas que más dinero han amasado en la historia del cine, el logro sería mayúsculo, ya que el cineasta ocuparía tres de las cuatro primeras posiciones. El podio, que sí que parece inalcanzable para la segunda entrega de los Na’vi, es el siguiente: Avatar (2.922.917.914 dolares), Vengadores: Endgame (2.797.501.328) y Titanic (2.201.657.264).
Pero, ¿cuál es el secreto del auténtico Rey Midas de Hollywood (el otro, Spielberg, no aparece hasta el puesto 33 de la lista, con Jurassic Park)? Esto nos comentaba hace unos meses uno de sus más estrechos colaboradores, el productor Jon Landau: "Jim hace sus películas para el público, y eso siempre lo tiene en mente. Además, él mismo escribe los guiones, y sigue trabajando en la escritura una vez que comienza el rodaje".
"Cuando trabaja con un actor, siempre intenta descifrar qué le puede aportar al personaje y se adapta, aunque nunca pierde de vista el sentido de cada escena", continúa Landau. "Y lo mismo ocurre durante la posproducción. Si algo no funciona como esperaba, está dispuesto a desecharlo o a ajustarlo. Su mayor fortaleza es saber identificar la meta, por muy lejos que se encuentre, y nunca perderla de vista".
Quizá la clave del éxito del director de Aliens (1986) se encuentre en la primera parte de la respuesta de Landau, ya que ese capacidad de adaptación no resulta demasiado convincente como factor diferencial. James Cameron piensa en el público, pero en todas y en cada una de las personas que lo componen, al menos desde Titanic. Su target es el mismo que el de Farmacia de guardia, Médico de familia y Los Serrano, esas series que pretendían entretener tanto a la abuela como al nieto frente al televisor de casa. Cameron quiere lo mismo, pero cobrando entrando.
Poco tiene que ver esta estrategia con la de las sagas como Star Wars o los filmes de superhéroes que dominan la oferta de Hollywood, que se dirigen en gran medida a un espectador varón, heterosexual, adolescente o eterno adolescente y un poco friki, que desde los origenes del blockbuster en los años 70 ha sido quién han marcado los tendencias en el cine.
Cameron, en cambio, parece haber encontrado (o, más bien, recuperado del cine clásico) la fórmula perfecta para entretener a la masa, así en bruto, una mezcla entre melodrama romántico o familiar y cine de aventuras, en la que no falta un poquito de sexo por aquí y un pizca de acción violenta por allá, como para saciar algo las bajas pasiones de la gente. Y nunca viene mal introducir un mensaje que no moleste demasiado, como por ejemplo la defensa del ecologismo de la que hace gala Avatar.
La más cara de la historia
Otro de los aspectos que sirven de gancho en la obra de James Cameron es el de la épica, pero no en cuanto a las historias, que también tienen lo suyo en este aspecto, sino en torno a la producción. Sus tres últimas películas han sido vendidas como las más caras de la historia, y sus metrajes se prolongan más allá de lo que puede soportar cualquier vejiga.
Además, sus películas son siempre técnicamente revolucionarias, y generan avances que suelen marcar el camino del cine inmediatemente posterior, aunque a veces esas sendas acaben truncadas. Hay que recordar que la moda del 3D (una técnica que ya gozó de cierto éxito en los años 40 del siglo pasado y que había regresado unas cuantas veces en décadas posteriores), no duró mas de un lustro tras el estreno de Avatar y parece complicado que se reedite con El sentido del agua.
"Jim siempre trata de ensanchar los límites del medio en cada proyecto que afronta", nos decía también Landau. "Es una tarea muy complicada que requiere de profesionales que estén dispuestos a arriesgarse. Con Terminator 2 puso el listón muy alto, y hemos seguido subiéndolo con Titanic, con Avatar… Jim siempre encuentra la manera de conseguir cosas de las personas que ni ellos mismos saben que pueden hacer. Y lo logra a través del liderazgo y dando ejemplo".
Para que se hagan una idea de la clase de liderazgo que ofrece James Cameron en un rodaje, aquí unas palabras del actor Tom Arnold durante la promoción de Mentiras arriesgadas (1994), una de sus películas mas infravaloradas: "Jim Cameron es un maromo canadiense de 1,80 m que está listo para todo. Si le dice a Schwarzenegger que quiere que baje por unas escaleras mecánicas y que dé un salto y que hago esto y lo otro, y Schwarzenegger no lo ve claro, el mismo lo hace. No hay nada que no pueda hacer. Y eso te inspira".
Lo que está claro es que Cameron convence al público de que no solo hay que acudir al cine a ver sus películas, sino que hay que verlas en la pantalla más grande posible y con la última tecnología disponible, aunque esto haga aumentar el precio de la entrada considerablemente. Y, de alguna manera, no solo seduce a los que están habituados a ir a las salas, sino que aquellos que rara vez lo hacen se ven propulsados por una fuerza desconocida a acercarse a ver su último filme-evento.
Así que, sí, James Cameron es el rey de la taquilla, aunque quizá habría que preguntarse por qué nadie (o muy pocos) recordaban la trama y los personajes de Avatar cuando se enfrentó a la secuela, o porque no se ven tazas, camisetas o muñecos Na’vi. ¿Alguien espera con ansia la llegada de otras tres secuelas más? Da igual, seguro que cuando lleguen volveremos a picar el anzuelo, por mucho que Avatar sea incapaz de dejar una huella real en la cultura global. Y lograr eso, como bien sabe George Lucas, también es dinero para la industria.