Actor de comedia muy popular en Francia, Franck Dubosc (Normandía, 1963) ha participado en más de ochenta películas del país vecino, algunas tan populares como la saga Camping, una parodia de humor blanco sobre el “francesito medio”, o Astérix en los juegos olímpicos (2008). Se tomó su tiempo para dirigir su debut, Sobre ruedas (2018), escrita y protagonizada también por él mismo, una comedia romántica que tuvo un gran éxito de público en el país vecino y se estrenó en España.
De nuevo como director, guionista y protagonista, Dubosc presenta Rumba terapia, en la que interpreta a un hombre maduro que después de sufrir un ataque al corazón se empeña en conocer a una hija veinteañera a la que abandonó siendo un bebé. Cuando se entera de que es profesora de rumba en una escuela de baile, el protagonista, un tipo severo y chapado a la antigua, se libera de sus prejuicios y se apunta a sus clases.
Fábula sobre la redención de un hombre que ha vivido siempre de espaldas a sus emociones, Rumba terapia nos cuenta el proceso por el cual el protagonista logra conectar con la hija perdida, pero también consigo mismo y la propia vida. Con tono sentimental pero sin apretar demasiado las tuercas, se trata asimismo de un homenaje de Dubosc a la cultura de nuestro país ya que los personajes son de origen español y, como el propio título indica, se “curan” a base de rumba.
Pregunta. ¿Cómo llega a dirigir pasados los 50 años?
Respuesta. Siempre fue mi pasión, pero lo dejé de lado por miedo. Cuando era un niño tenía una cámara de vídeo e hice pequeños filmes con mis compañeros. Yo sentía que ser jefe no era para mí, no quería dirigir. Muchos años después escribí el guión de Sobre ruedas (2018) y un amigo me dijo que debía ser yo quien la rodara porque nadie podía adaptar mejor mi propia historia. Entonces me dije que era lo suficientemente maduro como para comprender que dirigir una película no es hacer de jefe, algo que me desagrada, sino marcar un rumbo, una dirección.
P. ¿Cómo ve a ese Tony Quentin, el adusto protagonista de la película al que da vida usted mismo?
R. Es un personaje que está cerca de mi padre, incluso físicamente, por eso lleva bigote. Quería que el público que tiene unos cincuenta años como yo lo identificara con su padre. Era una generación más cerrada, más obtusa… en la que los hombres tienen dificultades para expresar con palabras sus sentimientos. Está bloqueado en un tiempo antiguo, es un hombre vintage, no tiene móvil, lleva botas y vaqueros holgados y conduce un bus anticuado.
[Colm Bairéad estrena 'The Quiet Girl': "El silencio también sirve para expresar amor"]
P. El protagonista se pone a buscar a su hija perdida cuando le da un ataque al corazón. ¿La presencia cercana de la muerte nos transforma?
R. Cuando sentimos la presencia de la muerte siempre miramos atrás. Es un momento en el que solemos arrepentirnos de lo que hemos hecho mal, de alguna manera nos volvemos más sabios. Surge ese balance vital y pensamos en las personas con las que hemos discutido y nos damos cuenta de que no valió la pena, la vida debería ser más sencilla que eso.
P. ¿Quién baila su mal espanta?
R. El baile significa el contacto con el otro, es realmente algo muy intenso. Es más fácil hablar con alguien que bailar porque significa un verdadero contacto con el otro, es algo físico que hacemos con el cuerpo, agarramos por los brazos… Yo digo que expresamos más bailando que con las palabras. Por eso nos suele causar pudor bailar delante de los demás es algo muy personal, muy íntimo y sensual. También quería mostrar que las personas que nos van a ayudar no suelen ser aquellas que esperamos. Vemos que Tony, por una parte, comienza a comunicarse con su hija pero también que empieza a relacionarse con la gente y hace amistades. Esas clases de baile forman parte de un mismo proceso por el cual el personaje se abre al mundo.
P. ¿Todo el mundo merece una segunda oportunidad?
R. Desde luego, así lo creo. Es muy difícil perdonar a una persona que ha abandonado a un hijo, cuando escribía el guion me sentía como un abogado que busca excusas para perdonar al protagonista. De alguna manera, estaba defendiendo incluso lo contrario de lo que yo mismo pensaba, o sea, que es imperdonable. Fue difícil al hacer la película que el público hiciera ese viaje y acabara perdonándolo y dándole una segunda oportunidad como yo tuve que hacer.
P. ¿Por qué también protagoniza las películas que dirige?
R. ¡Por el dinero! (Se ríe) Mientras pueda seguir interpretando el personaje que he escrito, lo seguiré haciendo. Soy consciente de que dentro de poco ya no podré. El bigote me sirve para parecerme a mi padre pero también para esconderme. Interpretar es algo que también me produce placer.
P. Los personajes tienen origen español, hay guitarras andaluzas y rumba. ¿Tiene alguna conexión con nuestro país?
R. No sé por qué, amo a España. Es algo que está en mi interior. Me siento muy próximo a la cultura española, por la música… por todo. En los países latinos es donde me siento más a gusto. Los franceses nos solemos dividir entre los que tienen devoción por Italia y los que la sentimos por España, en mi caso sin duda es España. No tengo mayor explicación, quizá es que tengo sangre ibérica por alguna parte sin saberlo.
P. ¿Qué ha aprendido sobre dirigir trabajando como actor en más de ochenta películas?
R. Quizá aprendí sobre todo lo que no hay que hacer y dirigiendo he aprendido lo que hay que hacer. Cuando actúas ves muy rápidamente lo que no funciona. Sin embargo, cuando las cosas salen bien no sabes muy bien por qué, parece que fluya solo. Esto es como una relación amorosa, cuando termina sabes muy bien lo que has hecho mal pero nunca tienes muy claro qué hiciste bien.
['Irati', una leyenda vasca ecologista, neopagana, progresista y vagamente nacionalista]
P. ¿Le resulta más cercano dirigir actores después de haberlo sido tanto tiempo?
R. Lo que he aprendido al respecto es que cada actor es diferente y no puedes dirigirlos a todos de la misma manera. En lo único que se parecen es que nunca hay que decirles que lo han hecho mal, siempre hay que decirles que lo han hecho bien pero lo pueden hacer mejor. La historia es lo más importante pero lo que me gusta es contar historias de personajes. Amo a los actores. Sobre todo a las actrices porque son algo que yo no seré jamás y me resultan más desconocidas. Dirigirlas me da un enorme placer porque puedo desarrollar con ellas el personaje y llegar hasta nuevos lugares que no había previsto.
P. Se ha dedicado toda la vida a la comedia. ¿Es donde se siente más a gusto?
R. A los actores de comedia no nos dan premios pero somos más caros. En un momento de mi carrera me di cuenta de que haciendo reír era como podía llamar la atención. Y es muy agradable porque a la gente le gusta reírse. Todos lloramos por lo mismo, pero nos reímos de cosas distintas. Y cuando lo consigues, provoca placer. En mi vida cotidiana no soy una persona especialmente divertida. Es una manera de esconder mi sensibilidad detrás de una broma. Con frecuencia, los actores de comedia son personas tristes. Es un tópico, pero es cierto porque es una máscara.