Conocido como el cineasta del lado oscuro del ser humano, explorador de las tinieblas del espíritu, Agustí Villaronga (Palma, 1953-Barcelona, 2023) estrena dos meses después de su muerte su última película, Loli Tormenta, una fábula sobre unos niños huérfanos que deben aprender a cuidar a su abuela cuando cae enferma.
Ambientada en un barrio obrero de la periferia barcelonesa, la película cuenta cómo Edgar (Mor Ngom) y Robert (Joel Gálvez), dos preadolescentes, lidian con la demencia progresiva de Loli (Susi Sánchez), una mujer mayor que destacó como atleta en su juventud y que se ha hecho siempre cargo de ellos.
Mario Torrecillas, autor de la idea original y escritor del guión con el propio Villaronga, explica así la génesis del proyecto: “Es la segunda parte de una serie de cómics que van sobre el tema de la infancia. El primero fue Dream Team, publicado por Literatura Random House y convertido en una película francesa de 2019 por Julien Rappeneau, Una pequeña mentira. Siempre es el mismo tema, chicos que son expulsados de la infancia y tienen que hacerse mayores antes de tiempo”.
En Dream Team veíamos la odisea de un joven futbolista que miente y le dice a su padre que ha sido aceptado en un gran equipo profesional para ilusionarlo y ayudarlo a dejar la bebida. Aquí, Edgar y Robert, atemorizados ante la idea de acabar en un orfanato, como cuenta Torrecillas, “cambian el rol que habían tenido hasta entonces cuando son ellos los que tienen que comenzar a cuidar su abuela. Cosa que hacen, claro, desde las posibilidades que tiene un crío”.
Un proceso compartido
Compañero de piso de Villaronga durante diez años, Torrecillas concibió originalmente Loli Tormenta para publicarse como cómic, cosa que también sucederá el mismo día del estreno de la película con ilustraciones de Núria Farré con el sello de Bruguera. “Agustí me traía todos los días folletos de publicidad que encontraba en el buzón. En los reversos en blanco, yo iba escribiendo la historia. Tenía todos esos papeles colgados de manera cronológica en la pared de mi habitación y también comencé a dibujarlos. Poco a poco, esos pasquines iban tomando la forma de un cómic. No puedo escribir en Word porque soy disléxico, necesito tenerlo todo a la vista. Agustí miraba la pared y se partía de risa”.
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La posibilidad de una colaboración cinematográfica entre los compañeros de piso ya había surgido incluso antes, cuando el director de El mar (2000) quiso adaptar al cine Dream Team. Tras una cruenta guerra de derechos con los franceses, fue Rappeneau quien acabó llevando la historia a la pantalla. Con Loli Tormenta, la colaboración surgió ya casi desde el principio: “La película nace de una convivencia, compartíamos piso y nos llevábamos muy bien. Cuando vio la historia montada en esos papeles colgados en mi habitación me dijo que esta iba a hacer él. ¡Menudo lujo!”.
Tras un primer borrador del guión de Torrecillas, el director hizo algunos cambios para llevarla a su terreno: “Lo que le interesaba mucho de la película era ese contraste entre cómo ves la vida de crío y de mayor. En Loli Tormenta los niños se tienen que enfrentar a cosas de adulto que no les toca por la edad. Lo hacen con inocencia y el mucho amor que sienten por esa señora mayor, no tienen a nadie más. Son cosas que vemos muchas veces en los barrios, estas historias que no salen en las noticias, abuelos que tienen que hacerse cargo de sus nietos. Cuando vino la crisis del 2008, muchos tuvieron que mantener a la familia con su pensión”.
En esa reescritura, Villaronga incorporó muchos elementos que tienen que ver con la experiencia que había tenido con su madre, enferma de Alzheimer. "Ella murió un año antes de él", explica Torrecillas. "El tema de la demencia le tocaba muy profundo, llamaba a la madre y no le reconocía la voz, pensaba que era propaganda. En la historia original mía tenían casi todo el protagonismo los niños y sus esfuerzos por ocultar la enfermedad de la abuela a los servicios sociales. Agustí dio más entidad al personaje de Loli. También ordenó mejor la película porque yo soy un caos”.
Surge como eje primordial esa Loli avanzada en años que es pura fuerza. “Estas mujeres están hechas de otra pasta", apunta el guionista. "De repente, en muchas familias tienen que volver a criar a los nietos cuando ya han terminado su ciclo, me parece bastante increíble. Es una abuela activa, atleta, una tía fuerte que enseña valores a los críos, les enseña a saltar obstáculos porque ella ha sido atleta. Surge esa metáfora de que los obstáculos del deporte son los obstáculos de la vida, me gusta la idea de transmisión de un legado. El deporte se acaba convirtiendo en una metáfora de la vida y ella es la transmisora de eso”.
Una historia de coraje
La familia de Loli Tormenta no solo debe enfrentarse al Alzheimer, también a la especulación inmobiliaria ya que el propio hermano de Loli (interpretado por Fernando Esteso) quiere arrebatarle su casita para tirarla abajo y construir un edificio de apartamentos en el solar. “Es un solarcito muy mono, recuerda un poco a lo que le pasa a los abuelos de Up (Pete Docter, Bob Peterson, 2009), hay una casita en un terreno que de repente cobra cierto valor”, explica Torrecillas.
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En medio de una sucesión de desgracias, los niños deben mostrar todo su coraje. “La sociedad está montada de una manera en la que interesa que se hagan adultos rápido, la propia vida está acabando con la infancia, a los propios críos les caen muchas cosas encima que no deberían de caerles. En este caso me gustaba como una enfermedad de la vejez la ven con sus ojos, ellos piensan que la abuela va a volver del planeta donde está, tienen la ilusión y la inocencia, no son conscientes de la muerte en cierta manera”.
Una historia de coraje con forma de cuento que da fe de la propia fortaleza casi inhumana de Villaronga. “Ante la inmensa tristeza de su ausencia, me parece muy emocionante que se despida con una película tan luminosa, distinta a otras de su filmografía", asegura Torrecillas. "Agustí era muy buena persona, tenía un sentido del humor fantástico, y es una parte de su personalidad que no habíamos visto ahora, Con esta película quería acercarse a un cine más popular, más próximo a la gente”.
Un proceso de “camino a la luz” en lo fílmico que vivió con la guadaña del cáncer amenazándole desde el primer momento. “Ya sabía que tenía cáncer cuando rodó El vientre del mar (2021) pero comenzó a ser mucho más grave cuando empezó con Loli Tormenta, la rodó cuando ya le habían quitado el esófago y el estómago, tenía un estomago de plástico y estaba en plena metástasis. Para poder hacerla, tuvo que dejar la quimioterapia. Los médicos le dijeron que no se responsabilizaban de esa decisión. Fue una verdadera locura. No se podía sostener ni en pie pero fue al rodaje durante cinco semanas y por las noches cambiaba el guión porque se cortaron escenas. Solo una persona con una gran maestría podría haber hecho algo así”.
Un homenaje a la belleza del barrio
Loli Tormenta cuenta una historia de trasfondo trágico, unos niños huérfanos que van a perder a la persona que les ha cuidado y su casa, con un tono optimista y vital. Su protagonista (Sánchez) es una mujer que antes de comenzar a perder la cabeza es una verdadera fuerza de la naturaleza. Explica Torrecillas: “Empieza con una voz en off como de cuento y termina como un cuento, tienes que entrar dentro de una convención. No es realista como las películas de los hermanos Dardenne”.
El barrio en el que se desarrolla la película, en la periferia de Barcelona, un lugar con mucha inmigración, adquiere también protagonismo. “Queríamos reflejar el mundo de los barrios y su propia idiosincrasia. Cuando se muestran en el cine son siempre tristes pero el azul claro del día también brilla en ellos. Hay dureza pero también alegría, se tiende a dar una visión muy marginal poniendo siempre el acento en las drogas y la miseria. Hay drama, pero hay también mucha alegría”.