En los años 90, ¡qué tiempos aquéllos en los que fuimos indies!, triunfaron Kurt Cobain y el grunge, la serie Sensación de vivir, el mundo lloró a Diana de Gales y John Travolta renovó su estatus de rey de la pista de baile en Pulp Fiction. Fueron también los años de gloria de Ben Affleck y Matt Damon, con cara de niños, pareja estelar del auge del cine independiente americano.
En el 97, alcanzaron la gloria cuando escribieron y protagonizaron El indomable Will Hunting, dirigida por Gus Van Sant, por la que ganaron el Óscar al mejor guion. Algunos años después, Damon sigue siendo una de las estrellas más famosas de Hollywood y Affleck también ha triunfado como cineasta con películas como aquella magnífica Adiós, pequeña, adiós (2007), fascinante retrato de los bajos fondos de Boston, o Argo (2012), Óscar a la mejor película, en la que recreaba el secuestro de rehenes americanos en Teherán de 1979.
El principal reclamo de esta Air, pues, es volver a ver a Damon y Affleck juntos en pantalla, el primero como protagonista y el segundo como director e interpretando a un personaje secundario pero jugoso. Pertenece a un subgénero peculiar del cine estadounidense que podríamos llamar "capitalista", en el que se cuenta alguna hazaña empresarial.
Hemos visto varias películas del estilo. Con tono sarcástico, El gran salto (1994) de los hermanos Coen trata sobre un ejecutivo (Tim Robbins) que se salva de la ruina cuando se inventa el hula hop; en Jerry Maguire (Cameron Crowe, 1996), Tom Cruise es un agente deportivo en horas bajas que revoluciona el mercado, y en La red social (David Fincher, 2010) vemos cómo Mark Zuckerberg triunfa con Facebook.
Redención y capitalismo
Modesta, simpática, muy bien interpretada y de manera insólita, emocionante, Air trata un asunto curioso como el insospechado éxito de las zapatillas Air Jordan en los 80, época de la que siguen siendo uno de sus mayores iconos.
Basada en una historia real, siguiendo los patrones del género, al principio el protagonista, Sonny Vaccaro (Damon), encargado en la compañía de ropa deportiva Nike de seleccionar jugadores de baloncesto a los que esponsorizar, vive horas bajas. Las cosas pintan mal para Vaccaro, Adidas se ha convertido en la marca más cool, Converse les humilla y Nike pierde cuota de mercado a marchas forzadas. Para colmo, su presencia en el mundo del basket es especialmente ruinosa ya que todo el mundo la identifica con una marca de running.
[50 años del Óscar que Luis Buñuel le ganó a España y del que se mofó con una foto paródica]
Con este panorama, la compañía prácticamente ha dado por perdido el segmento del baloncesto y el pobre Sonny tiene que remontarlo con un presupuesto exiguo. El propio CEO (Affleck) le dice claramente que lo más probable es que acabe él y todo el equipo en la calle.
Con cartas tan malas, Vaccaro tiene una corazonada con Michael Jordan, por aquel entonces un joven de 18 años que ha destacado en ligas juveniles y acaba de dar el salto a la NBA. Decide apostarlo todo a un solo caballo partiendo con otra desventaja, y es que Jordan prefiere, como todo el mundo, Adidas.
Además del placer de volver a ver a Affleck y Damon juntos en pantalla, lo suyo sigue siendo química, Air tiene una virtud incontestable y es su retrato certero del mundo del trabajo. No conocemos a la familia de Vaccaro ni sabemos si tiene novia o desea tenerla, tampoco si tiene un padre enfermo de artrosis o un hijo gay.
La película acierta al centrarse única y exclusivamente en la peripecia profesional del protagonista, que debe luchar contra todos -su jefe, el consejo de administración, sus compañeros de equipo y el propio Michael Jordan- para hacer realidad una corazonada que podría llevarlo a la ruina.
Resulta interesante ver cómo Damon prepara las reuniones, argumenta, trata de convencer al jugador (y su familia) de su proyecto y al final, triunfa. Air refleja sin grandes pretensiones y en un tono sobrio lo que significa la vida diaria de casi todo el mundo, en la que el trabajo ocupa una parte muy significativa.
Al final, son solo unos zapatos, pero unos zapatos no son nunca solo unos zapatos porque la moda siempre nos habla de mucho más, de cómo vivimos y de nuestro propio sentido de la belleza. Solo hay que salir a la calle y ver a los niños ricos vestidos en chándal para darse cuenta de que las Air Jordan no solo reflotaron a Nike e hicieron muy ricos a la leyenda del baloncesto y al propio Vaccaro, también cómo cambiaron nuestra forma de entender el propio concepto de cómo debemos vestirnos y el propio mundo en el que vivimos.