Quentin Tarantino nunca suele dar gato por liebre. Sin lugar a dudas, es uno de los cineastas más transparentes y comprometidos con su universo, con su público y consigo mismo (quizá su público más preciado).
Y también es uno de los que más se preocupa en que el espectador esté perfectamente situado y entretenido en cada una de sus (ya) míticas películas.
Pues bien, se podría afirmar que en su nueva faceta de conferenciante-escritor se cumplen todas y cada una de las consignas que le han hecho famoso.
El cineasta de Knoxville apareció, en pleno puente-santo-vacacional, por el Teatro Coliseum de Barcelona, y después de pasar por ciudades como Ámsterdam, Londres y París, para presentar su último libro de no ficción Meditaciones de cine y donde fiel a su estela, no volvió a defraudar lo más mínimo.
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Como si de un rockstar en 35mm se tratase, el bueno de Quentin se presentó con vaqueros y camisa blanca ante más de 1500 entusiasmados espectadores y ningún móvil operativo (era un evento phone free) para desgranar algunas claves de su última aventura literaria: un ensayo con tintes autobiográficos que disecciona las películas que más le marcaron como espectador y cineasta cuando era un chaval que iba al cine en compañía de su permisiva madre y en pleno nacimiento del nuevo Hollywood de la década de los 70.
“Gracias, gracias por pasar el domingo de Semana Santa conmigo. Espero que realmente merezca la pena”
Y desde luego que la mereció. El público que había pagado las entradas a precios bastante poco populares, estuvo entregadísimo desde el principio y Tarantino respondió con creces mostrando su faceta más cercana como crítico de cine showman y aire didáctico.
El encuentro, que estuvo perfectamente moderado por el imprescindible crítico cultural Jordi Costa, fluyó en diferentes direcciones que abarcaban desde el terrible trauma que le supuso la proyección de Bambi -“no vi ningún trailer ni spot ni nada relacionado con la película por lo que su devastador y cruel final me pilló por sorpresa y me jodió completamente”- hasta la sensación de extrañeza incómoda que le provocó la escena sadomasoquista que presenció en Deliverance de John Boorman -"no era realmente consciente de que estaba viendo una violación, más que nada porque no sabía lo que era, pero sí que percibí ese componente grave de humillación"- o pasando por el descubrimiento de la excelente Rolling Thunder -El ex-preso de Corea (John Flynn, 1977)-, la película que comprendió sobremanera y que le hizo querer ser crítico de cine, aparte de convertirse probablemente en la película ‘venganzamática’ que más le ha influenciado.
Incluso se permitió entrevistar a Jordi Costa en un momento de la charla: “¿Has visto Rolling Thunder después de lo que he escrito en el libro? ¿Qué te ha parecido? ¿Descubriste algo nuevo?”. El público reaccionó con una gran carcajada ante el cambio de paradigma conversacional.
Aprovechó para rendir tributo a películas españolas que le han marcado también como La residencia de Chicho Ibáñez Serrador o La novia ensangrentada de Vicente Aranda, así como reivindicar a cineastas malditos como Jess Franco y Antonio Isasi -"he tenido que venir a españa para que me enseñéis de una vez cómo se pronuncia correctamente su apellido I-SA-SI!”- que forman parte de su eterna devoción por la serie B.
Y en cuanto al sempiterno tema de las Marvel Movies, Tarantino reconoció que por supuesto era una gran fan de los cómics de Stan Lee en los 70, los coleccionaba y los leía sin parar. "Pero las películas han llegado demasiado tarde para mi. También, por otra parte, es normal que a Martin Scorsese no le gusten, es un señor mayor”, afirmó el cineasta.
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Quentin además anunció que continuará con más volúmenes escritos para hablar de películas extranjeras, los 80, su adorado género blaxploitation, etc., y que le permitirán seguir contando su crónica personal sobre cómo las vivió.
Pero realmente lo que mereció la pena de toda la presentación fue la segunda parte del encuentro donde Tarantino, durante media hora, nos leyó el último capítulo del libro dedicado a Floyd, un hombre negro y amigo de la familia que tuvo una gran influencia en la vida de Quentin e indirectamente también en su manera de escribir diálogos que tan bien ha reflejado en sus personajes interpretados por afroamericanos.
Fue una autentico delicia ver declamar con total pasión y sentido del humor a uno de los cineastas que más pasión y sentido pone a todo lo que hace. Y seguro que no fue muy diferente a las sesiones de lectura de guion con los diferentes actores y actrices que organiza antes de cada rodaje.
Un lujo inolvidable.
Y una gran noche, sin duda.