Agencias de noticias, diarios, revistas especializadas y televisiones llevan semanas ocupados en una información. Víctor Erice (San Sebastián, 1940) vuelve a rodar un largometraje tras 30 años. Se titula Cerrar los ojos. Esas mismas informaciones dan algunos nombres del equipo artístico, Ana Torrent, Manolo Solo, José Coronado, Soledad Villamil, José María Pou, Juan Margallo… Señalan también que ha sido rodada en Almería, Granada, Asturias y Madrid y que participará en el próximo festival de Cannes.
Un conocido actor español desaparece durante un rodaje. La policía cree que se ha ahogado en el mar, pero nunca se llega a encontrar su cadáver. Muchos años después, durante un programa de televisión, ese misterio sin resolver vuelve al presente a través de las últimas imágenes del actor rodadas por su amigo, un director llamado Miguel Garay.
Este es el resumen de un argumento que recuerda al género de misterio. Los americanos lo llaman thriller, los franceses film noir, los italianos giallo, pero ¿la historia lo será realmente? Una película se convierte en película solo cuando existe una copia al menos. Mientras tanto es una idea, una sinopsis, un tratamiento, un guion o como se lo quiera nombrar, pero no es una película.
La historia del cine alecciona sobre este tema abundantemente. Víctor Erice lo experimentó con El embrujo de Shanghai, adaptación del libro de Juan Marsé que nunca llegó a rodar. Jean-Luc Godard decía que el “cine iba a morir joven y sin haber dado todo lo que llevaba dentro”. Erice, que considera al cineasta suizo un punto de referencia, conocerá esta frase y probablemente la comparta. El filme de Erice, acabado el rodaje, está en fase de montaje, ya existe de alguna manera.
La mayoría de las informaciones sobre Cerrar los ojos se centran en dos datos. El primero apunta a que se trata de un largometraje, y el segundo a que han pasado 30 años desde el último, El sol del membrillo, estrenado en 1992, un ensayo sobre la obra de Antonio López, que siguió a El sur (1983), su penúltima comparecencia en Cannes.
Erice no ha vivido todos estos años apartado del mundanal ruido. Ha seguido recogiendo más imágenes del mundo. Diez proyectos como poco. El último, Piedra y cielo (2019), dura diecisiete minutos. Pero, y este es el pecado, ninguno es un largometraje, y muchos no tienen eso que llamamos argumento. A Erice le sucede lo que a esos escritores que decepcionan a su público porque en vez de escribir una novela publican un libro de viajes o un ensayo. Por una vez, cine y literatura tienen algo en común: un unánime rechazo del público mayoritario.
La obra cinematográfica de Erice de estos últimos 30 años camina en varias direcciones. Breves cortometrajes, ensayos, videoinstalaciones, proyectos de series y gritos de auxilio. Con “gritos de auxilio” me refiero a uno de sus cortos de cuatro minutos de duración titulado Sea-Mail de 2006.
En el cortometraje vemos cómo unas manos enrollan un papel escrito, lo introducen en una botella y la lanzan al mar en donde permanece balanceándose a merced de las olas… Cuatro minutos, y esta es una reseña sin imágenes, solo palabras que suplantan a estas. El cine de Erice será todo lo que se quiera opinar de él menos una descripción por escrito.
Su pasado y el de otros cineastas de su edad, 82 años en su caso, está poblado por miles de imágenes. Imágenes que derivan en narraciones. Cuando Erice escribía el guion de El espíritu de la colmena (1973), sobre su mesa de trabajo había una fotografía, una imagen del Frankenstein de James Whale que sería el Frankenstein de una Ana Torrent con tres años de edad.
Y otro dato importante. Si se observan las fotografías del rodaje de Cerrar los ojos vemos que la cámara utilizada es analógica y que probablemente esté cargada con película de 16 milímetros en vez de una tarjeta digital de memoria. ¿Una extravagancia? ¿Un reflejo nostálgico? En ese caso, Steven Spielberg, Martin Scorsese y el finlandés Aki Kaurismaki, más un largo etcétera de famosas series de televisión, pasarían a engrosar la lista de gente retrógrada enemistada con la sacralizada nueva tecnología. La batalla entre cine analógico y cine digital actuaría como metáfora respecto a un pintor al que se le dijera: “A partir de ahora nada de óleo, solo acrílico”.
Erice mismo aborda la polémica al comentar las “dificultades para vivir en los límites de la industria…”. Elegante observación por su parte. Útil para denunciar la situación creativa contemporánea y sugerir que los modelos industriales viven encerrados en sí mismos. Una manera también de rechazar un conservadurismo artístico implacable y una pregunta lanzada al aire sobre la pasividad del público respecto a ello.
Los directores, Erice uno de ellos, no pretenden que la atención se centre en su obra por el hecho de utilizar el modelo analógico, es tarde para eso, pero recuerdan que existen otras formas no desdeñables de expresión en el cine. Algunos cineastas jóvenes lo confirman con sus películas en todo el mundo. Se trata de una postura de resistencia, suele señalar él mismo.
Los directores como Erice son asiduos viajeros de la historia del cine y de su progresión en el tiempo. En La morte rouge, rodada en 2006, el cineasta se dedicaba a narrar sus primeros años de infancia tras descubrir esas pantallas mágicas y cómo ese descubrimiento se convertiría en su “experiencia vital…”.
Por otro lado, lo más probable es que Erice no rechace la imagen digital, sino que simplemente analice las ocasiones adecuadas para utilizarla. No es un correoso debate sobre modernidad tecnológica, sino un muro levantado ante la libertad del criterio creativo. Por eso, el cineasta dice que ese nuevo mundo tecnológico es “…una mutación que ha dejado la idea del final del cine como forma artística…”.
Un director que Erice respeta mucho, Robert Bresson, uno de los creadores más próximos a la esencia del cine, tituló una sus películas, Un condenado a muerte se ha escapado o El viento sopla donde quiere. Sometida a un azar común, Cerrar los ojos será una nueva película movida por el viento. Ojalá que este nos acaricie suavemente y pronto.
Felipe Vega es cineasta. Director, entre otros filmes, de El mejor de los tiempos (1989) y Nubes de verano (2004)