No hay víctimas perfectas aunque con frecuencia se les exija que lo sean para ser creíbles. Un blanco fácil, dirigida por el veterano realizador galo Jean-Paul Salomé (París, 1960) cuenta la tragedia real de Maureen Kearney (Isabelle Huppert), quien en 2004 era jefa sindical en Areva, conglomerado francés ya desaparecido que gestionaba las centrales nucleares. Hablamos con director y actriz en Madrid, donde presentan el filme -que se estrena este viernes- en el Festival Francia está en pantalla.
Mujer fuerte y con coraje, su caída a los infiernos comienza cuando hay un cambio en la dirección de la empresa y denuncia un pacto secreto con China que en último término, tal y como pronosticaba, acabó con el cierre de la compañía y el despido de miles de personas. Claro que los jefazos de Areva, que se harían de oro con la operación, no iban a ponérselo nada fácil.
Un blanco fácil es una película que parece una suerte de Erin Brockovich y se convierte en otra cosa cuando la sindicalista es atacada en su propia casa. Un ataque brutal en el que los misteriosos asaltantes, además de atarla y amordazarla, le introducen un cuchillo en la vagina y le hacen marcas en el abdomen.
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El caso da un giro cuando la policía no cree a la víctima, y juega en su propia contra que hubiera sufrido una violación a los veinte años o su historial psicológico. Ante un poder brutal que no duda en usar los métodos más crueles, esta es la historia de una mujer que se enfrenta a un sistema democrático que actúa como la peor de las dictaduras.
Conocido por películas como Arsène Lupin (2004), sobre las peripecias del célebre ladrón novelesco del siglo XIX, o El camaleón (2010), sobre un niño que se hace pasar por otro desaparecido para encontrar una familia, Jean-Paul Salomé repite con Huppert después de la reciente Mamá María (2020), sobre una mujer que pasa de trabajar para la policía a vender cannabis. Huppert, por su parte como dicen los cursis, “no necesita presentación”.
Un breve repaso a su asombrosa filmografía da fe de que se trata de la actriz francesa más importante de los últimos cincuenta años: en 1978, actuando en uno de sus primeros filmes, ganó el premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes con Violette Nozière (Claude Chabrol) y desde entonces colaboró con Chabrol en varias películas como Madame Bovary (1991) o La ceremonia (1995). Con La pianista (Michael Haneke, 2001) volvió a ganar en Cannes y también ha sido musa de grandes directores como François Ozon (8 mujeres, Mi crimen) o Paul Verhoeven (Elle).
Pregunta. Un blanco fácil cuenta el calvario de una sindicalista cuando se enfrenta a la elite industrial y política. ¿Querían hablar del “poder del poder”, de su capacidad destructiva?
Huppert: Me gusta eso del “poder del poder”. Es terrible que pasara en Francia. Un aspecto de ese poder fue cómo pudo hacer que la historia se tapara y se ocultara en los medios. La prueba es que cuando le contaba a la gente que iba a hacer esta película nadie conocía esta historia, nadie, ni periodistas, ni espectadores… se banalizó de manera inmediata. Estoy orgullosa de que sea una película valiente en la que llamamos a la gente por su nombre, porque eso es muy complicado.
Salomé: La película habla del poder de los hombres y el poder de una clase social sobre esta mujer. La primera vez que leí el libro, era una investigación de la periodista de L’observateur Caroline Michel-Aguirre, me sorprendió mucho que pasara algo así en Francia, es una historia que parecía mucho más propia de un país de Europa del Este durante la época comunista. Es terrorífica. Tuve ganas de hacer precisamente esta película porque había pasado en casa, en la propia Francia.
»Esa zona de sombra que tiene esta historia queda muy clara con la actuación de la prensa. Puedo comprender la reacción de los industriales, están perdiendo contratos con grandes comisiones, incluso de los políticos. Sin embargo, la “omertá” de la prensa contra Kearney es algo que en una democracia es inaceptable. Queda claro que los dueños de grandes medios tienen profundos lazos con las élites de la industria y la empresa. Incluso durante el lanzamiento de la película hubo medios que no hablaron de ella, es algo que no he visto nunca. A pesar de todo, hemos podido hacerla, estrenarla y tener el apoyo de una televisión pública, eso demuestra que a pesar de todo es posible hacer una película de denuncia en el que se utilizan nombres reales.
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P. ¿Cómo ve Isabelle Huppert a ese personaje de Kearney, capaz de enfrentarse a todo pero también con momentos de vulnerabilidad?
Huppert: Es un personaje complejo. Por momentos muestra una cierta fragilidad pero en otros tiene una fortaleza impresionante. Incluso su marido se convirtió en sospechoso en un momento dado, algo que debió ser insoportable. Ella era una mujer muy solitaria que se armaba con sus convicciones para protestar. En este sentido, no era una víctima convencional. Cuando te enfrentas a una causa de esta magnitud cambia la forma en que te percibes a ti misma. En la lucha por restablecer su reputación se convierte en otra persona, alguien que es apartado de su vida tranquila de suburbio. Al fin y al cabo, también es una mujer que se reúne con el presidente Hollande y conoce a mucha gente de las altas esferas. Ser líder de un sindicato es una posición de poder.
P. Sorprende en la película como viejos tópicos machistas sobre la “mujer histérica” siguen vigentes en la policía francesa. ¿Las mujeres siempre lo tienen más difícil para ser creídas?
Huppert: Eso es algo que sigue pasando de una manera brutal. Tengo la sensación de que en España estáis más avanzados en la defensa de los derechos de las mujeres que en Francia. La palabra de la mujer no se cuestiona tanto. Esa es la impresión que tengo, al menos.
Salomé: La palabra de una mujer sigue siendo algo que se pone en duda de manera sistemática. Las mujeres son víctimas con más frecuencia y deben enfrentarse a cuestionamientos muy duros.
R. ¿El pecado de Kearney es no ser una “víctima perfecta”?
Huppert: La propia noción de la “buena víctima” es perversa y perniciosa. No hay una víctima “buena” o “mala”, hay una víctima y punto. Hay una voluntad muy destructiva por la que se convierta a la víctima en sospechosa.
Salomé: Es impresionante cómo la policía opina que Kearney no reacciona como se supone que debería reaccionar la buena víctima. ¿Quién sabe cómo reacciona una persona en una situación así?