Un amigo que cae por una azotea y se “rompe” es el apoteósico punto de partida de El fantástico caso del Golem, la nueva película de Burnin' Percebes, el dúo formado por Nando Martínez y Juan González, dos cineastas de Barcelona que ya rompieron esquemas recientemente con aquella no menos original La reina de los lagartos (2019).
En su nuevo artefacto, el humor absurdo y el “realismo mágico”, que no surrealismo, vuelve a ser el medio para contar la historia de un “joven no tan joven”, Juan (Brays Efe, en un registro radicalmente distinto al de Paquita Salas) que después de la “rotura” de su mejor amigo se entera de que es un “golem” fabricado para hacerle compañía y darle consuelo. En ese momento, por fin, despierta al mundo.
Cuentan Martínez y González que el famoso coming of age suele suceder cuando el protagonista, entrado en la adolescencia, descubre los picores de la sexualidad, pero en tiempos actuales de juventud eterna en realidad se produce mucho más tarde, cuando los veinte dan el canto del cisne. En El fantástico caso del Golem veremos como el protagonista, un vago redomado con mueble de diseño pero sin un duro en el bolsillo, sale del huevo y no tiene más remedio que encontrar su lugar en el mundo.
Creando un mundo estético tan atractivo como reconocible, en la película veremos una empresa que fabrica siniestros humanoides, un rico magnate que es el padre del protagonista y lo tiene por tonto (Luis Tosar) o una serie de muertes inexplicables que suceden cuando a los personajes les cae un piano encima. Divertida y cuidada hasta el mínimo detalle para que cada secuencia sea original y significativa, El fantástico caso del Golem ofrece una apasionante metáfora del mundo moderno marcado por la soledad, las apariencias en redes sociales y la búsqueda de la identidad.
Pregunta. ¿El fondo de El fantástico caso del Golem es el tránsito a la madurez de su desnortado protagonista?
Nando Martínez. Tiene mucho que ver con ese momento en el que nos damos cuenta de que estamos solos frente al mundo aunque estés acompañado. Te das cuenta de que tú eres tu propio dueño. Existe el coming of age de chavales de 14 años que descubren la sexualidad y para mí tiene mucho más que ver con tener casi 30 años, haber acabado una carrera y estar en ese momento en el que ya no están tus padres para protegerte. Eso le pasa a Brays cuando se rompe su “ángel de la guarda” y ya no ve a la gente como diferente sino como iguales. Por un lado te sientes solo, pero por otro estás muy igualado a otras personas.
Juan González. Es una sociedad en la que verte solo es extraño y es normal. A través de las aplicaciones estás escogiendo a gente. De repente el personaje de nuestra película tiene que aprender a vivir la vida desde cero. Es un momento un poco triste en el que te das cuenta de que eres un adulto y dependes de ti mismo para todo. El personaje está estancado y casi que esa muerte del amigo le hace un favor aunque pierda esa inocencia en la que se sentía cómodo. Tiene que empezar una nueva vida o incluso una vida por fin.
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N.M. Hay una metáfora, que se produce cuando se rompe algo y cuando comienzas a ver la realidad tal cual es. Ese cristal que protegía al protagonista en la película, esa pecera, se rompe y ya no vuelves a ver la realidad del mismo modo. Salvando las distancias es como el Nota en El gran Lebowski. Es un personaje que hemos utilizado mucho. Se trata de un tipo de protagonista que casi es el que tiene menos peso en la trama porque son los secundarios los que hacen que avance la película. Tiene mucho que ver con nosotros, con el hecho de sentirnos que no tomamos las decisiones por nosotros mismos, te vienen dadas y tú las asimilas.
J.G. También es un personaje muy ignorante. No se habla de su pasado, pero podemos intuir que nunca ha tenido una relación larga, se le rompe un preservativo y no sabe cómo reaccionar… Es un personaje que sale a la luz, de repente, y se da cuenta de que es tener un amigo, una relación… Lo exageramos, pero es el detonante de este cambio en el personaje.
P. Vemos una aparente paradoja, el protagonista viene de una familia con dinero y tiene un apartamento bonito pero está siempre sin un duro…
N.M. Ni siquiera tiene dinero y es una de las representaciones de hasta qué punto llega a ser un pelele. Vive con todo lo que le han dado porque es un niño bien, pero dinero propio no tiene. O sea, no le falta de nada pero no tiene un duro. Esto es una cosa que pasa mucho, gente con familia de dinero que no ha encontrado su lugar en el mundo y no tiene nada. Además nos gustaba mucho esta cosa de Almodóvar de que hasta los pobres viven en una casa de diseño.
P. Con frecuencia, las secuencias toman un derrotero completamente insospechado. Por ejemplo, esa rueda de prensa final en la que se hacen asombrosas revelaciones, pero los periodistas se quedan igual. ¿Quieren romper con las expectativas del espectador?
J.G. Pertenece a este mundo muy fantástico y asombroso, también un poco vacío, que creamos. Lo vemos también con esa empresa que está escribiendo las muertes de todo el mundo pero luego es una oficina que es casi como la de John Malkovich.
N.M. Responde al patrón por el que construimos las historias, de intentar romper con lo canónico, y eso es a muchos niveles, empieza con la propuesta formal y abarca hasta la elección de los actores. También queremos romper con el molde del personaje masculino y escogemos a alguien como Brays. Eso también se traslada a la propia historia, a este realismo mágico que en el mundo real sería ciencia ficción. Para nosotros son herramientas para lo que queremos explicar.
P. Todos los personajes secundarios parecen tener algún as en la manga oculto. ¿Vivimos en un mundo despiadado de intereses?
J.G. En la vida de Juan, el personaje del golem era el que hacía que se mantuviera toda esa apariencia. A la que falta esta pieza se da cuenta que le rodea gente que ya tiene la vida hecha. No son gente mala ni interesada. El problema es que Brays es muy inocente. Lo vemos por ejemplo con el personaje de Ana Castillo con la que tiene una cita. El espera que le solucione la vida, pero le deja muy claro que iba a follar. Con todos los personajes pasa lo mismo. Su propio padre es lo mismo, necesita a alguien que cuide del legado familiar. Todo eso sume a Brays en el desconcierto porque ha vivido al margen del mundo real.
N.M. No creo que sean tanto secundarios muy interesados como que ellos saben de qué va la vida y Brays no. Lo mismo pasa con la chica que trabaja en la empresa de golems, lleva muchos años trabajando allí y no quiere que le fastidien. Y el personaje de Javier Botet tenía muy claro lo que estaba haciendo y no quiere que se lo cambien, necesita un socio. Todos tienen sus razones legítimas. Y luego hay una parte por la que no todo es tan profundo, hay cosas que están simplemente para hacer reír, para hacértelo pasar bien. Por muchas capas que la película tenga, siempre decimos que la primera es que sea una película que te lo pases bien del minuto uno al 93.
P. ¿Se sienten herederos del surrealismo?
N.M. Creemos que nos acercamos más al realismo mágico o al absurdo que al surrealismo. El surrealismo en sí es una rama artística con mucha creencia o dogma. No pensamos que propongamos metáforas surrealistas sino absurdas o de realismo mágico. El surrealismo en sí, entre comillas, es algo más “elevado” no porque sea mejor sino porque corresponde a una intención artística que quizá nosotros no tenemos. Aunque luego, después, claro, es muy estrecha la relación entre el surrealismo y el absurdo. ¿José Luis Cuerda qué hacía? Es una tradición que en España y en lengua española se ha hecho mucho. Ahí está el mítico libro Cien años de soledad. Ha estado siempre muy presente en todos los medios artísticos hispanos y creo que ahora como que está volviendo con directores como Quentin Dupieux.
J.G. Forma parte de eso de que las cosas no vayan por donde te esperas sino en una dirección completamente opuesta, que es parte de nuestro humor. Eso está indiscutiblemente cerca del surrealismo. Pero más que fijarnos en el surrealismo queremos hacer un realismo mágico y ver cómo en este universo fantástico se puede incluir una historia medianamente anónima.
P. El Golem es un personaje legendario creado por la mitología judía para vengarse del antisemitismo y los pogromos. ¿Por qué acuden a él?
N.M. Eso es como en La reina de los lagartos, si quieres usar la ciencia ficción como recurso, para ahorrarte explicar toda la mitología, coges algo que ya exista, así lo tienes más fácil. Todo el mundo ha oído hablar de los reptilianos desde V a mil cosas. En este caso, cuando buscábamos un símil de este muñeco que se cae y se rompe nos acordamos del Golem de Praga. Luego, en esa mitología se rebela, pero de eso no va nuestra película.
J.G. La historia no va de eso y cogemos un imaginario existente para quitárnoslo de encima.
P. ¿Buscan sorprender en cada secuencia?
N.M. Hay una voluntad por un lado estético muy fuerte. Buscamos que todo tenga una coherencia estética y nos apoyamos en la estética para que nos guste más a nosotros. Desde el arte, el vestuario, la fotografía o la música, que también es muy importante. Queríamos hacer una película en la que todo lo que pase te atraiga, te sorprenda… Son secuencias en las que siempre pasa algo. El director de foto (Ion de Sosa) nos dijo que lo que más le gustaba de la película es que en cada plano que rodamos pasa algo divertido. Ojalá eso se refleje.
J.M. A nivel de guión son secuencias muy largas en general y ya pensábamos qué puede pasar o cómo se puede desarrollar para que no sea aburrida o farragosa. Siempre buscamos un mecanismo, un personaje nuevo, que pase que este se levanta y esta empalmado y ese sea el detonante para que se acabe la secuencia… La idea es que todas las secuencias tengan algo especial, un toque que aportara más dinamismo.
N.M. La película está llena de chistes que no puedes fijarte a la primera porque si te centras en lo que está pasando no tienes tiempo para verlo.