Todo comienza cuando Anthon Pierre (Harald Kaiser Hermann), un jovencito de 15 años, se sube a un árbol y decide no bajarse. El motivo es que no le ve ningún sentido a la vida, todo le parece fútil y banal, así que decide retirarse del mundo como los antiguos ermitaños o el escritor Santiago Lorenzo. Ese acto de rebelión produce un efecto catártico entre los chavales de un pueblo de clase media de Dinamarca. Primero, se sienten insultados ante la provocación de quien los llama “copias” y ridiculiza sus vidas intrascendentes. Luego, deciden pasar a la acción y la cosa se lía, y mucho.
Basada en un best seller (publicado en España por Seix Barral con el curioso título de Todo), vemos cómo ese grupo de chavales normales y corrientes deciden realizar una serie de “sacrificios” u ofrendas para demostrar al rebelde que la vida, y las suyas propias, valen la pena. Lo que comienza como un juego, como explica la directora, poco a poco se “desmadra” y acaban realizando todo tipo de actos atroces en una espiral casi gore. Esta es una película que es mejor ver poniéndose en la piel de sus jóvenes protagonistas que con los ojos de un adulto desdeñoso, porque casi nos obliga a volver a ser adolescentes para explorar su parte más oscura.
Cuenta Trine Piil Christensen (Copenague, 1966) codirectora del filme junto a Seamus McNally, que no ha querido contar esta historia —con claras reminiscencias de El señor de las moscas— viendo a estos adolescentes como unos pequeños monstruitos o poniendo solo de relieve su parte más demoníaca, sino que también quiere que entendamos las emociones que los guían. Ya se sabe que el infierno está lleno de buenas intenciones y aunque Nada sea una película de visión incómoda y perturbadora, sí logra conectar con instintos atávicos. De fondo, la gran cuestión eterna: ¿Tiene la vida sentido?
Pregunta. ¿Es Nada una película de terror?
Respuesta. He reducido el número de personajes del libro para seleccionar los más significativos. He intentado que no sea solo horrible. Creo que para estos chicos sus sacrificios también son un acto de misericordia. Por ejemplo, cuando sacan al hermano pequeño de su tumba es un acto de amor, de cuidado. No quería reflejar que simplemente se comportan de una manera horrible los unos con los otros, también quería que hubiera emociones entre ellos y algún tipo de calor humano.
P. ¿Adquieren los rituales gran importancia en la infancia y primera adolescencia?
R. Es el último juego que van a jugar como niños, está justo en la frontera. Luego, claro, lo que comienza como un juego se desmadra. Los rituales son importantes toda la vida y cuando se forman grupos surgen esos rituales como forma de certificar esa unión. Es una forma también de asignar distintas funciones a cada uno en el grupo. En esa dinámica surge también otro elemento como la presión del grupo en la que todos acaban siendo víctimas dentro de ese objetivo final de demostrarle a Pierre Anthon (el niño subido al árbol) que algo importa.
P. ¿Ese niño rebelde que se sube a un árbol y se niega a bajarse porque todo es absurdo e inútil pone un espejo a sus pequeñas miserias y dudas?
R. Se sienten trastornados por lo que dice, ya que se dirige a sus sentimientos más profundos. Cuando Pierre Anthon les suelta que son solo copias, que no son únicos aunque se crean especiales porque no son nada… Es una idea bastante provocadora para todos nosotros. Él rechaza todo lo que hacen. Al final de la película se pregunta: ¿todo se vende? ¿Puedes vender a tu hermano o a tu padre?
Cuando se niega a reconocer su logro, ellos se quedan sin palabras y solo les falta actuar de la manera más primitiva. Lo consideran arrogante y en parte tienen razón, pero también es como siempre se ha tratado a las personas que no comulgan con las ideas de la mayoría. Los rebeldes casi nunca han recibido muy buen trato por los otros. Ponerse en contra de la sociedad siempre es una provocación.
Para estos chicos sus sacrificios también son un acto de misericordia
P. ¿Esa idea del sacrificio forma parte de nuestro legado judeocristiano?
R. No me guío demasiado por la religión. Para mí tiene mucho más que ver con el comportamiento humano. He intentado tomarme a estos chavales en serio, quieren saber realmente qué es importante, qué da significado a la vida. Luego se descontrola porque es una pregunta muy difícil de contestar, ya que no hay respuestas.
Podemos decir a la ligera que son la familia y los amigos o tener buena salud. ¿Pero qué nos hace vibrar realmente? ¿Qué es lo que nos saca realmente de la cama todas las mañanas? Todos tenemos momentos en los que sentimos que nada importa, nos angustiamos pensando en los motivos por los cuales hacemos las cosas. Creo que trata sobre una cuestión más existencialista que la propia religión como que hace que la vida valga la pena. Para todos estas cuestiones plantean un gran reto.
P. ¿Por qué tendemos a transgredir la ley en la adolescencia?
R. Hasta los 12 o 13 años estás completamente guiado por tus padres, apenas tomas decisiones por ti mismo. Luego, en un tiempo muy corto, hasta los 18 años tienes que aprender todas esas reglas del mundo que no sabes, por ejemplo que no debes robar o beberte una botella entera de vodka. Es una época en la que compruebas los límites, quieres saber hasta dónde puedes llegar. Luego aprendes que no debes acercarte al borde del precipicio porque te puedes caer y matar, pero durante un tiempo existe un gozo absoluto en testar esos límites. Es también un momento en el que comienzas a estar solo, sin el control constante de tus padres, y comienzas a interactuar con otras personas en un grupo.
Los rebeldes casi nunca han recibido muy buen trato por los otros
P. ¿Más que malos, estos chavales son inconscientes?
R. Los niños tienen una manera de acercarse la vida en blanco y negro, no han reflexionado y no tienen experiencia. Hay una inocencia en la forma en que actúan. Es una edad muy poderosa porque todo sucede por primera vez. Mantengo el contacto con los jóvenes actores, nos vemos un par de veces al año, y es impresionante la forma en que cambian cada vez que vienen a comer a casa. Incluso tienen un aspecto diferente y se comportan de manera distinta. Y eso pasa muy rápido.
P. Al principio de la película, la voz en off de la niña que narra la historia dice que “si los adultos hubieran estado atentos no habría acabado tan mal”. ¿Qué papel juegan los padres?
R. Eso para mí es uno de los grandes temas de la película, el motivo por el cual decidí hacerla. Vemos una generación joven que sufre una gran crisis con una ansiedad que solo aumenta. No somos capaces de hacer nada al respecto y eso es lo que he intentado reflejar. Los padres de Nada no son personas que no quieran a sus hijos o estén en una situación marginal, pero no son capaces de conectar con ellos y por eso no se enteran de nada de lo que pasa.
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P. En un momento dado, ese monumento fúnebre y macabro es adquirido por un Museo de Arte moderno. ¿Estamos todos locos?
R. Es la ironía de los tiempos en que vivimos, todos queremos ser algo, queremos brillar. Esta historia está más desarrollada en el libro pero vemos que los padres deben plantearse el dilema absurdo que supondría apoyarlo. Eso magnifica el hecho de que no son capaces de entender los sentimientos de estos niños.
P. El cine americano ha tratado con cierta frecuencia el tema del “vacío de los suburbios”. ¿Quería reflejar una sociedad próspera pero adormecida?
R. La novela ha tenido un gran impacto en países de Sudamérica o en China que son muy distintos a Dinamarca o Estados Unidos. Por supuesto, hay algo de ese “aburrimiento de la clase media” pero creo que también apela a sentimientos más universales. Vivimos en un tiempo en el que la oferta parece infinita, en los que hay un ruido frenético y quizá cobra más importancia la pregunta de qué es lo que más importa. Discernir a qué debemos prestar más atención o qué es realmente valioso es cada día más difícil.