Transitando hábilmente entre las esferas pública y privada, El caso Braibanti, ambientada en la Italia de los 60, recupera la historia del dramaturgo, poeta y mirmecólogo Aldo Braibanti, quien después de formar parte de los partisanos y militar en el Partido Comunista fue juzgado por “subyugar moralmente” a uno de sus pupilos.
El caso conmocionó a una nación que dejaba atrás la dolce vita e intuía la llegada de los “años de plomo”, una Italia que, tras dos décadas de republicanismo, aún arrastraba las cicatrices del fascismo. Una de esas heridas mal cauterizadas –una ley de Mussolini contra el “lavado de cerebro”– fue empleada por el poder judicial para perseguir a Braibanti, supuestamente por someter a su voluntad a un discípulo con el que mantenía un affaire romántico.
La acusación, como se encarga de demostrar el cineasta italiano Gianni Amelio en su nueva película, se escudaba en la lucha contra el adoctrinamiento para ejercer una virulenta represión del pensamiento libre y, en particular, de la homosexualidad.
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Amelio, que en la década de 1990 dirigió notables estudios sobre la inmigración y la pobreza en Italia –ganó el premio al mejor director y el León de Oro de Venecia por Lamerica (1994) y Así reían (1998)–, imprime su sello realista a la crónica histórica de El caso Braibanti. Una apuesta naturalista que encuentra acomodo, en la primera mitad del filme, en el retrato de la relación entre Braibanti (interpretado con convicción por Luigi Lo Cascio) y Ettore Tagliaferri (Leonardo Maltese, una de las jóvenes promesas del cine italiano).
Es desde la perspectiva embelesada del joven aprendiz que la película ahonda en el espíritu disidente del dramaturgo, quien, mientras dirige un ensayo teatral, entra en cólera al advertir que una actriz está subrayando el significado de una escena y comprometiendo el valor subversivo de la obra.
Este pasaje encendido, en una película que tiende a la serenidad, evidencia una de las tensiones no resueltas de El caso Braibanti, un filme que celebra la confianza de su protagonista en la fuerza transgresora del arte. En cualquier caso, hay que reconocer que la fidelidad del director de Niños robados (1992) a la ortodoxia fílmica le permite explorar los aspectos más sugerentes y contradictorios del guion.
Cabe destacar la aparición, en la segunda mitad de la película, centrada en el proceso judicial, del periodista de L’Unità Enio Scribani (encarnado por el siempre solvente Elio Germano), quien se vuelca en la defensa pública de Braibanti.
En contadas ocasiones, El caso Braibanti se desmarca de la mesura para tantear un registro más operístico o alegórico (cuando la risa grotesca del abogado defensor de Braibanti pone de manifiesto el esperpento general). Sin embargo, Amelio no es ni Marco Bellocchio ni Pier Paolo Pasolini, justamente dos de las personalidades que se movilizaron en favor de Braibanti, una figura indómita que, en la Italia contemporánea, sigue despertando la rebeldía.
El caso Braibanti
Dirección: Gianni Amelio.
Guion: Gianni Amelio, Federico Fava, Edoardo Petti.
Intérpretes: Luigi Lo Cascio, Leonardo Maltese, Elio Germano, Sara Serraiocco, Jacopo Relucenti, Alessandro Bressanello.
Año: 2022.
Estreno: 14 de julio