Aunque la pareja protagonista de Más que nunca acude a un concierto del cantautor francés Matthieu Chédid y en la banda sonora suenan hipnóticos temas de la oscarizada compositora islandesa Hildur Guðnadóttir, el nuevo drama intimista de la berlinesa Emily Atef (Berlín, 1973) –autora del biopic de Romy Schneider 3 días en Quiberón (2018)– dista mucho de ser un musical.



Dicho esto, en su acercamiento a la idea de la muerte, esta coproducción entre Francia, Alemania, Luxemburgo y Noruega trae a la mente aquel ácido monólogo que, en el musical All That Jazz (1979), parcelaba en cinco fases el proceso de perecer: rabia, negación, negociación, depresión y aceptación. Todas estas reacciones van emergiendo en Más que nunca, un retrato del crepúsculo de una mujer luxemburguesa que, víctima de una afección pulmonar degenerativa, busca respuestas a su desconcierto entre la imponente belleza de los fiordos noruegos.



Su nombre, Hélène Mouchet, parece hermanarla con la Mouchette de George Bernanos y Robert Bresson, hito inmortal de la resistencia estoica del espíritu humano. Más que nunca incorpora una fase inexistente en el monólogo de All that Jazz: la curiosidad. Y es que Hélène (Vicky Krieps), huyendo de la prisión en la que se ha convertido la vida en Francia junto a su esposo (Gaspard Ulliel, en uno de sus últimos papeles antes de su fatal accidente de esquí), contacta por internet con un misterioso hombre noruego que también lucha contra una enfermedad terminal.

El filme es un retrato del crepúsculo de una mujer luxemburguesa que busca respuestas a su desconcierto

Este peculiar giro podría haber situado Más que nunca en un territorio más cercano al ingenio narrativo que a la franqueza vivencial; sin embargo, Atef dota a cada episodio del filme de una honestidad punzante, nada comedida o calculada. El drama matrimonial consigue esquivar la trampa del melodramatismo chillón, y la crónica de la amistad entre Hélène y su particular Caronte noruego brilla gracias a las magníficas interpretaciones de Krieps y Bjørn Floberg, quien hace resonar, con fiereza contenida, máximas lapidarias como “los vivos no pueden entender a los moribundos”.





En todo caso, el cénit de Más que nunca llega durante un pasaje que muestra la reconciliación de Hélène con su enfermedad y, más concretamente, con su propio cuerpo. Un proceso de autoafirmación identitaria que, como bien señalaron Rossellini y Bergman en Stromboli (1950), puede ser instigado por la monumentalidad indomable de la naturaleza.



Por momentos, Atef siente la tentación de evidenciar este misterio mediante unos diálogos demasiado explicativos, pero la cineasta se redime al puntuar su película con imágenes tomadas del documental Laviathan (2012), en el que Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel supieron capturar, con pequeñas cámaras GoPro, la salvaje experiencia de surcar un mar embravecido. 

Más que nunca

Dirección: Emily Atef.

Guion: Emily Atef, Lars Hubrich.

Intérpretes: Vicky Krieps, Gaspard Ulliel, Bjørn Floberg.

Año: 2022.

Estreno: 28 de julio